Los miserables (Labaila tr.)/IV.7.1

Los Miserables
Cuarta parte: "Idilio en calle Plumet y epopeya en calle Saint-Denis"
Libro séptimo: "La grandeza de la desesperación"
Capítulo I: La bandera, primer acto​
 de Víctor Hugo

Habían dado las diez y aún no llegaba nadie. De súbito en medio de aquella calma lúgubre, se oyó en la barricada una voz clara, juvenil, alegre, que parecía provenir de la calle de Saint-Denis, y que empezó a cantar, con el tono de una antigua canción popular, otra que terminaba por un grito semejante al canto del gallo.

- Es Gavroche -dijo Enjolras.

- Nos avisa -dijo Combeferre.

Una carrera precipitada turbó el silencio de la calle desierta; Gavroche saltó con agilidad y cayó en medio de la barricada, sofocado y gritando:

- ¡Mi fusil! ¡Ahí están!

Un estremecimiento eléctrico recorrió toda la barricada; y se oyó el movimiento de las manos buscando las armas.

- ¿Quieres mi carabina? -preguntó Enjolras al pilluelo.

- Quiero el fusil grande -respondió Gavroche.

Y cogió el fusil de Javert.

Cuarenta y tres insurgentes estaban arrodillados en la gran barricada, con las cabezas a flor del parapeto, los cañones de los fusiles y de las carabinas apuntando hacia la calle. Otros seis comandados por Feuilly se habían instalado en las dos ventanas.

Pasaron así algunos instantes; después se oyó claramente el ruido de numerosos pasos acompasados. Sin embargo, no se veía nada. De repente desde la sombra una voz gritó:

- ¿Quién vive?

Enjolras respondió con acento vibrante y altanero:

- ¡Revolución Francesa!

- ¡Fuego! -repuso una voz.

Estalló una terrible detonación. La bandera roja cayó al suelo. La descarga había sido tan violenta y tan densa, que había cortado el asta. Las balas que habían rebotado en las fachadas de las casas penetraron en la barricada e hirieron a muchos hombres.

El ataque fue violento; era evidente que debían luchar contra todo un regimiento.

- Compañeros -gritó Courfeyrac-, no gastemos pólvora en balde. Esperemos a que entren en la calle para contestarles.

- Antes que nada -dijo Enjolras-, icemos de nuevo la bandera.

Precisamente había caído a sus pies, y la levantó.

Se oía afuera el ruido de la tropa cargando las armas.

Enjolras añadió:

- ¿Quién será el valiente que vuelva a clavar la bandera sobre la barricada?

Ninguno respondió. Subir a la barricada en el momento en que estaban apuntando de nuevo era morir y hasta el más decidido dudaba.

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Parte 3: libro I (1 2) libro II (1 2) libro III (1 2 3 4 5) libro IV (1 2 3 4) libro V (1 2 3 4) libro VI (1 2 3 4 5) libro VII (1 2) libro VIII (1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14)
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