Los miserables (Labaila tr.)/II.2.1
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Jean Valjean había sido capturado de nuevo.
El lector nos agradecerá que pasemos rápidamente por detalles dolorosos. Nos limitaremos pues a reproducir uno de los artículos publicados por los periódicos de aquella época pocos meses después de los sorprendentes acontecimientos ocurridos en M.
El Diario de París del 25 de julio de 1823 dice así:
"Acaba de comparecer ante el tribunal de jurados del Var un ex presidiario llamado Jean Valjean, en circunstancias que han llamado la atención. Este criminal había conseguido engañar la vigilancia de la policía; cambió su nombre por el de Magdalena y logró hacerse nombrar alcalde de una de nuestras pequeñas poblaciones del Norte, donde había establecido un comercio de bastante consideración. Al fin fue desenmascarado y apresado, gracias al celo infatigable de la autoridad. Tenía por concubina a una mujer pública, que ha muerto de terror en el momento de su prisión. Este miserable, dotado de una fuerza hercúlea, halló medio de evadirse; pero tres o cuatro días después de su evasión, la policía consiguió apoderarse nuevamente de él en París, en el momento de subir en uno de esos pequeños carruajes que hacen el trayecto de la capital a la aldea de Montfermeil. Se dice que se aprovechó del intervalo de estos tres o cuatro días de libertad para retirar una suma considerable de dinero. Si hemos de dar crédito al acta de acusación, debe haberla escondido en un sitio conocido de él solo, pues no se ha podido dar con ella. El bandido ha renunciado a defenderse de los numerosos cargos en su contra. Por consiguiente, Jean Valjean, declarado reo, ha sido condenado a la pena de muerte; y no habiendo querido entablar el recurso de casación, la sentencia se hubiera ejecutado, si el rey, en su inagotable benignidad, no se hubiera dignado conmutarle dicha pena por la de cadena perpetua. Jean Valjean fue conducido inmediatamente al presidio de Tolón".
Jean Valjean cambió de número en el presidio. Se llamó el 9.430.
Y en M., toda prosperidad desapareció con el señor Magdalena; todo cuanto había previsto en su noche de vacilación y de fiebre se realizó: faltando él, faltó el alma de aquella población. Después de su caída se verificó ese reparto egoísta de la herencia de los grandes hombres caídos. Se falsificaron los procedimientos, bajó la calidad de los productos, hubo menos pedidos, bajó el salario, se cerraron los enormes talleres de Magdalena; los edificios se deterioraron, se dispersaron los obreros, y pronto vino la quiebra. Y entonces no quedó nada para los pobres. Todo se desvaneció.