Los miserables (Labaila tr.)/II.6.6
Una hora después, en la oscuridad de la noche, dos hombres y una niña se presentaban en el número 62 de la calle Picpus. El más viejo de los dos cogió el aldabón y llamó.
Eran Fauchelevent, Jean Valjean y Cosette.
Los dos hombres habían ido a buscar a la niña a casa de la frutera, donde la había dejado Fauchelevent la víspera. Cosette había pasado esas veinticuatro horas sin comprender nada y temblando en silencio. Temblaba tanto, que no había llorado, no había comido ni dormido. La pobre frutera le había hecho mil preguntas sin conseguir más respuesta que una mirada triste, siempre la misma. Cosette no había dejado traslucir nada de lo que había oído y visto en los dos últimos días. Adivinaba que estaba atravesando una crisis y que era necesario ser prudente. ¡Quién no ha experimentado el terrible poder de estas tres palabras pronunciadas en cierto tono al oído de un niño aterrado: "¡No digas nada!" El miedo es mudo. Por otra parte, nadie guarda tan bien un secreto como un niño.
Fauchelevent era del convento y sabía la contraseña. Todas las puertas se abrieron. Así se resolvió el doble y difícil problema: salir y entrar. La priora, con el rosario en la mano, los esperaba ya, acompañada de una madre vocal con el velo echado sobre la cara. Una débil luz aclaraba apenas el locutorio. La priora examinó a Jean Valjean. Nada escudriña tanto como unos ojos bajos. Después le preguntó:
- ¿Sois el hermano?
- Sí, reverenda madre -respondió Fauchelevent.
- ¿Cómo os llamáis?
Fauchelevent respondió:
- Ultimo Fauchelevent.
Había tenido, en efecto, un hermano llamado Ultimo, que había muerto.
- ¿De dónde sois?
Fauchelevent respondió:
- De Picquigny, cerca de Amiens.
- ¿Qué edad tenéis?
Fauchelevent respondió:
- Cincuenta años.
- ¿Qué oficio?
Fauchelevent respondió:
- Jardinero.
- ¿Sois buen cristiano?
Fauchelevent respondió:
- Todos lo son en nuestra familia.
- ¿Es vuestra esta niña?
Fauchelevent respondió:
- Sí, reverenda madre.
- ¿Sois su padre?
Fauchelevent respondió:
- Su abuelo.
La madre vocal dijo entonces a la priora:
- Responde bien.
Jean Valjean no había pronunciado una sola palabra.
La priora miró a Cosette con atención, y dijo a media voz a la madre vocal:
- Será fea.
Las dos religiosas hablaron algunos minutos en voz baja en el rincón del locutorio, y después volvió a su asiento la priora y dijo:
- Tío Fauvent, buscaréis otra rodillera con campanilla. Ahora hacen falta dos.
Y así fue que al día siguiente se oían dos campanillas en el jardín. Jean Valjean estaba ya instalado formalmente; tenía su rodillera de cuero y su campanilla; se llamaba Ultimo Fauchelevent. La causa más eficaz de su admisión había sido esta observación de la priora sobre Cosette: "Será fea". Así que la priora dio este pronóstico, tomó simpatía a Cosette, y la admitió en el colegio como alumna sin pago.