Los miserables (Labaila tr.)/III.4.2
Una tarde, Laigle estaba recostado perezosamente en el umbral de la puerta del Café Musain. Tenía el aspecto de una cariátide en vacaciones. No llevaba consigo más que sus ensueños, y miraba lánguidamente hacia la plaza Saint-Michel. De pronto vio, a través de su sonambulismo, un cabriolé que pasaba con lentitud por la plaza. Iba dentro, al lado del cochero, un joven, y delante del joven una maleta. La maleta mostraba a los transeúntes este nombre escrito en gruesas letras negras en un papel pegado a la tela: Marius Pontmercy.
Este nombre hizo cambiar la posición a Laigle. Se enderezó, y gritó al joven del cabriolé:
- ¡Señor Marius Pontmercy!
El cabriolé se detuvo.
El joven, que parecía ir meditando, levantó los ojos.
- ¿Sois el señor Marius Pontmercy?
- Sin duda.
- Os buscaba -dijo Laigle.
- ¿Cómo me conocéis? -preguntó Marius-. Yo no os conozco.
- Ni yo tampoco a vos -dijo Laigle.
Marius creyó encontrarse con un chistoso, y como no estaba del mejor humor para bromas en aquel momento en que recién salía para siempre de casa de su abuelo, frunció el entrecejo.
Pero Laigle, imperturbable, prosiguió:
- No fuisteis anteayer a la escuela.
- Es posible.
- Es la verdad.
- ¿Sois estudiante de Derecho? -preguntó Marius.
-Sí, señor, como vos. Anteayer entré en la Base por casualidad; ya comprenderéis que alguna que otra vez le dan a uno esas ideas. El profesor iba a pasar lista, y no ignoráis cuán ridículos son todos los profesores en esos momentos. A las tres faltas os borran de la matrícula; sesenta francos perdidos.
Marius puso atención. Laigle continuó:
- El que pasaba lista era Blondeau. Ya lo conocéis; con su nariz puntiaguda husmea con deleite a los ausentes. Repitió tres veces un nombre, Marius Pontmercy. Nadie respondió. Lleno de esperanzas, tomó su pluma. Caballero, yo tengo buenos sentimientos. Me dije: "Van a borrar a un buen muchacho, a un honorable perezoso, que falta a clase, que vagabundea, que corre detrás de las mujeres, que puede estar en este instante con mi amante. Salvémoslo. ¡Muera Blondeau! ¡Pérfido Blondeau, no tendrás tu víctima, yo te la arrebataré", y grité: ¡Presente! Y esto hizo que no os borraran...
- ¡Caballero! -dijo Marius.
- Y que el borrado haya sido yo -añadió Laigle.
- No os comprendo -dijo Marius.
- Nada más sencillo. Yo estaba cerca de la cátedra para responder, y cerca de la puerta para marcharme. El profesor me miraba con cierta fijeza. De repente Blondeau salta a la letra L. La L es mi letra, porque me llamo Laigle.
- ¡L'Aigle! ¡Qué hermoso nombre!
- Caballero, Blondeau llegó a este hermoso nombre, y gritó "¡Laigle!" Yo respondí "¡Presente!" Entonces Blondeau me miró con la dulzura del tigre, se sonrió, me dijo: "Si sois Pontmercy, no sois Laigle". Dicho esto, me borró.
Marius exclamó:
- Caballero, cuánto siento...
- Ante todo -lo interrumpió Laigle-, pido embalsamar a Blondeau con el siguiente epitafio: "Aquí yace Blondeau, el narigón, el buey de la disciplina, el ángel de las listas de asistencia, que fue recto, cuadrado, rígido, honesto y repelente. Que Dios lo borre como él me borró a mí".
- Lo siento tanto... -balbuceó Marius.
- Joven -dijo Laigle-, que os sirva esto de lección: sed más puntual en adelante.
- Os pido mil perdones.
- No os expongáis a que borren a vuestro prójimo.
- Estoy desesperado.
Laigle soltó una carcajada.
- Y yo, dichoso. Estaba a punto de ser abogado y esto me salvó. Renuncio a los triunfos del foro. No defenderé a la viuda ni atacaré al huérfano. Nada de toga, nada de estrados. Obtuve que me borraran; y a vos os lo debo, señor Pontmercy. Debo haceros solemnemente una visita de agradecimiento. ¿Dónde vivís?
- En este cabriolé -dijo Marius.
- Señal de opulencia -respondió Laigle con tranquilidad-. Os felicito. Tenéis una habitación de nueve mil francos por año.
En ese momento salió Courfeyrac del café.
Marius sonrió tristemente.
- Estoy en este hogar desde hace dos horas, y deseo salir de él; pero no sé adónde ir.
- Caballero -dijo Courfeyrac-, venid a mi casa.
- Tengo la prioridad -observó Laigle-, pero no tengo casa.
Courfeyrac subió al cabriolé.
- Cochero -dijo-, hostería de la Puetta SaintJacques.
Y esa misma tarde, Marius se instaló en un cuarto de la hostería de la Puerta Saint Jacques al lado de Courfeyrac.