Los miserables (Labaila tr.)/III.2.1
El señor Lucas-Espíritu Gillenormand era un hombre sumamente particular; era de otra época, un verdadero burgués de esos del siglo XVIII, que vivía su burguesía con la misma altivez que un marqués vive su marquesado. Había cumplido noventa años y caminaba muy derecho, hablaba alto, bebía mucho, comía, dormía y roncaba. Conservaba sus treinta y dos dientes y sólo se ponía anteojos para leer. Era muy aficionado a las aventuras amorosas, pero afirmaba que hacía ya una docena de años que había renunciado decididamente a las mujeres. "Ya no les gusto -decía-, porque soy pobre." Jamás dijo "porque estoy viejo". Y en realidad confesaba sólo con una pequeña renta. Vivía en el Marais, en la calle de las Hijas del Calvario, número 6, en casa propia.
Era superficial y tenía muy mal genio. Se enfurecía por cualquier cosa, y muchas veces sin tener la menor razón. Decía groserías con cierta elegante tranquilidad e indiferencia. Creía muy poco en Dios. Era monárquico fanático.
Se había casado dos veces. La primera mujer le dio una hija, que permaneció soltera. La segunda le dio otra hija, que murió a los treinta años, y que se había casado por amor con un militar que sirvió en los ejércitos de la República y del Imperio, que había ganado la cruz en Austerlitz y recibido el grado de coronel en Waterloo.
- Es la deshonra de la familia -decía el viejo Gillenormand.