Los miserables (Labaila tr.)/I.4.2
Pobre era el ratón cogido; pero el gato se alegra aun por el ratón más flaco.
¿Quiénes eran los Thenardier?
Digámoslo en pocas palabras; completaremos el croquis más adelante.
Pertenecían estos seres a esa clase bastarda compuesta de personas incultas que han llegado a elevarse y de personas inteligentes que han decaído, que está entre la clase llamada media y la llamada inferior, y que combina algunos de los defectos de la segunda con casi todos los vicios de la primera, sin tener el generoso impulso del obrero, ni el honesto orden del burgués.
Eran de esa clase de naturalezas pequeñas que llegan con facilidad a ser monstruosas. La mujer tenía en el fondo a la bestia, y el hombre la pasta del canalla. Eran de esos seres que caen continuamente hacia las tinieblas, degradándose más de lo que avanzan, susceptibles a todo progreso hacia el mal.
Particularmente el marido era repugnante. A ciertos hombres no hay más que mirarlos para desconfiar de ellos. Nunca se puede responder de lo que piensan o de lo que van a hacer. La sombra de su mirada los denuncia. Sólo con escucharlos hablar se intuyen sombras secretas en su pasado o sombras misteriosas en su porvenir.
El tal Thenardier, a creer sus palabras, había sido soldado; él decía que sargento; que había hecho la campaña de 1815, y que se había conducido con gran valentía. Después veremos lo que había de cierto en esto. La muestra de su taberna, pintada por él mismo, era una alusión a uno de sus hechos de armas.
Su mujer tenía unos doce o quince años menos que él; su inteligencia le alcanzaba justo para leer la literatura barata. Al envejecer fue sólo una mujer gorda y mala que leía novelas estúpidas. Pero no se leen necedades impunemente, y de aquella lectura resultó que su hija mayor se llamó Eponina y la menor, Azelma.