Recuerdos del tiempo viejo: 88
XIV
editarA las nueve de la noche nos instalábamos los tres en París en casa de una tía de Williez, y a la mañana siguiente, llevándonos a su cuarto antes de almorzar, nos dijo:
—Ahora yo pago su estancia de ustedes en París; porque como ustedes no fuman, les debo en obsequios la parte que de mi contrabando les pertenece por haberme ayudado a introducirlo.
Y abriendo sus dos mundos, vimos que contenían cada uno cincuenta cajas de los mejores vegueros de Vuelta Abajo.
Williez se reía y se aprovechaba de todo. Al mostrarme yo poco satisfecho de su hecho, me respondió:
—¡Bah! Hace medio siglo que mis compatriotas viven engañando al universo, y es justo que haya quien les engañe. Es la ley de la compensación; además, que el buen mercader debe de saber sacar horros los gastos de viaje.
Y entonces me percibí de una coincidencia extraña: en mi arribo a Méjico ayudé a defraudar al gobierno republicano con los relojes de Losada, y a mi vuelta a Francia, a la Hacienda imperial con los tabacos de Williez.