La leyenda del Cid: 89
X
editarVIII
editarMurió el buen Aly Maimón:
sucedióle su hijo Hisén:
y surgió, no sé por quién
provocada esta cuestión:
«Muerto el padre, que en su tierra
a don Alfonso amparó,
¿puede Alfonso, si o no,
al Rey Hisén mover guerra?»
Tiene Alfonso grande afán
por conquistar a Toledo;
los moros siempre con miedo
de que lo pretenda están:
y creen con superstición
que si lo llega a emprender,
debe realizarlo y ser
cumplida una predicción.
Mas siendo Hisén un Rey bueno
y habiendo amistad pedido,
hubiera una infamia sido
romper con el agareno.
Y dijo el Rey: «Es cuestión
fuera de tiempo y lugar;
yo tengo que respetar
al hijo de Aly Maimón.»
Y cumplió el Rey satisfecho
su deber sin pesadumbre:
mas la cuestión es ya lumbre
que arde, y el fuego está hecho.
Al fin del año murió
Hisén: su hermano Abd-al-wil,
hombre feroz, cruel y vil,
al trono tras él subió;
y no curando de hacer
paz ni amistad con Castilla,
gobernando con mancilla
y haciéndose aborrecer,
volvió a surgir la cuestión
bajo esta faz: ¿A Abd-al-wil,
siendo un tirano tan vil
aunque hijo de Aly Maimón,
puede mover el Rey guerra?
y dijo el Rey: «Solamente
si me pidiera su gente
contra él que entrara en su tierra:»
y aquí varió la cuestión
y se volvió a preguntar:
"¿Se puede o no provocar
semejante petición?»
Nada esta vez el Rey dijo;
mas dicen que un cortesano
dijo: «Siendo él tan tirano,
os lo pedirán de fijo.»
Un año después vinieron
a Burgos amedrentados
dos moros, que disfrazados
de Toledo huir pudieron;
y revelando las mil
infamias de aquel mal Rey,
dijeron: « Por fuerza o ley
hay que echar de allí a Abd-al-wil;»
y gentes de autoridad
y poder los toledanos,
la cuestión los castellanos
plantearon en puridad
preguntando: «Si el Rey entra
por la tierra toledana
¿qué recibimiento encuentra
entre la grey musulmana?»
Los moros a esta pregunta
interrumpieron la plática:
y que se hizo diplomática
la cuestión se me barrunta,
porque seis meses después
una comisión entera
pidió al Rey que se metiera
por sus tierras a través;
y dijo: «Excepto la chusma
fanática e inconsciente,
está ya toda la gente
para aguardarte a la husma.»
Y yo ignoro cómo fue,
mas se acabó la cuestión;
a este hijo de Aly Maimón
nadie le debía fe.
El Rey levantó banderas
contra él, alistando gente
no en sus tierras solamente
sino en tierras extranjeras;
y al eco de sus clarines,
a sus huestes acudieron
mil héroes que vinieron
de los más luengos confines;
y aluvión de hierro y mallas,
como catorce nublados
lanzó catorce batallas
de valerosos soldados
por los campos de Toledo,
y ante ellos los berberiscos
por valles, llanos y riscos
huían blancos de miedo.
Luego el Rey de Badajoz,
el de Córdoba y Sevilla
a atajar al de Castilla
acudió a cual más veloz:
pero era su hueste tal,
que con ímpetu pujante
se los llevó por delante
y lo pasaron muy mal.
Huyeron; se adelantó
don Alfonso hasta la vega
que el Tajo estruendoso riega
y vista a Toledo dió;
pero fuerte y enrocada,
Abd-al-wil bien pertrechado
y el invierno adelantado,
emprendió el Rey la tornada.
Dejó yermas las campiñas
y desiertos los lugares;
sin rama los olivares
y sin vastagos las viñas.
Pasando como un torrente
y dejando tras sí el llanto,
la miseria y el espanto,
dijo: «¡Hasta el año siguiente!»
Tal era entonces la guerra:
tal es lo que llama gloria
el mundo hasta hoy: tal la historia
de nuestra española tierra.
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Y aquí entro yo en la cuestión:
Abd-al-wil era un tirano;
es verdad: mas en razón
entremos: ¿su sinrazón
daba razón al cristiano?
¿Era o no era el toledano
un hijo de Aly Maimón?
¿Que era pues el Castellano?
Sigamos la narración.
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Volvía a Burgos triunfante
y persuadido el monarca
de que lo puede y lo abarca
todo de allí en adelante.
Y en esta fe y persuasión
otros viviendo sin duda,
llegó a demandarle ayuda
un moro de otra cuestión.
A Adofir, señor de Grados,
una zalagarda mala
le armo el feroz Almofala
y le quitó sus Estados.
Acudió al Rey Adofir
contra Almofala: y el Rey
un medio de buena ley
sus triunfos para seguir
ver creyendo en tal demanda,
le acogió benevolente,
y echándole de su gente
delante, le dijo: «Anda»
Echó el moro y guió a Grados;
mas Almofala, hombre fiero,
Grados muy fuerte y entero
y sus moros muy bragados,
detuvo ante él más de un mes
al Rey, que al fin comprendía
que el tiempo que allí perdía
le iba a hacer falta después.
Vió que iba a ser gran desdoro
tras del triunfo de Toledo
cejar dejándole ledo
ante un reyezuelo moro:
vió que por un compromiso
sin previsión aceptado,
iba o nada o demasiado
hacer allí a ser preciso:
y buscando un adalid
que por su honor lidie y venza,
pensó, tal vez con vergüenza,
la vez primera en el Cid.
Mas recordando lo dicho
por el Cid al desterrarse
y temiendo que emperrarse
le ocurriera en tal capricho,
le escribió así: «A mi presencia
ven; y haz cuenta que te llamo
tres veces, y que reclamo
como tu Rey tu asistencia.»
Vino el Cid: por él quedó
sobre Grados: y en un mes
dió con Grados a través
y al Rey Almofala envió
amarrado en un rocín,
para que el Rey de él hiciera
lo que más le conviniera
lo mismo que del botín.
¡Gran triunfo! ¡Grán lealtad!
¡Grande alegría en Castilla!
El Cid es la maravilla
de su patria y de su edad.
Es el primer adalid
de España, el terror del moro:
y es de Castilla desdoro
que no entre en Burgos el Cid.
El pueblo le pide a gritos
los cortesanos le aclaman,
los soberanos le llaman,
y horros todos! todos quitos!
¡Viva el Cid! gritan ufanos
los nobles y los villanos
los grandes y los chiquitos.