La leyenda del Cid: 85
X
editarIV
editarAlvar no leyó esta carta
que el Rey sellada le dió,
mas con ella comprendió
que quiere el Rey que se parta.
Mas él antes de partir,
ha resuelto al monasterio
de Cárdena, con misterio,
sin que el Rey lo sepa ir.
Endosó, pues, un disfraz,
montó un rocín de mal ver,
y ambulante mercader
arribó a Cárdena en paz;
y mientras vil mercancía
vende al vulgo, dio a Jimena,
de oculto en moneda buena,
la suma que el Cid le envía;
pues como todo su haber
le tiene el Rey embargado,
con el botín de soldado,
acude él a su mujer.
Y al Rey para no irritar,
que pobre le quiere y deja,
con precaución se maneja
por su mujer al mirar.
He aquí por qué modo extraño
y por qué buen mensajero,
nuevas recibió y dinero
de su marido aquel año.
Y Alvar otra vez partido,
quedó en sus penas prolijas
viendo crecer a sus hijas,
y orando por su marido.