La leyenda del Cid: 39

La leyenda del Cid

En su Vivar solariego
a su Rodrigo aguardando,
tan en cinta está Jimena
que espera próximo el parto.

Cuando además dolorida
una mañana en disanto
bañada en lágrimas tristes
tomó la pluma en la mano.

Y después de haberle escrito
mil quejas a su velado,
bastantes a domeñar
unas entrañas de mármol;

de nuevo tomó la pluma,
y volvió de nuevo al llanto,
y de esta guisa le escribe
al noble Rey D. Fernando:

«A vos, mi señor el Rey,
el bueno, el aventurado,
el magno, el conqueridor,
el agradecido, el sabio,

»La vuestra sierva Jimena,
fija del conde Lozano,
a quien vos marido distes,
bien así como burlando;»

»Desde Vivar os saluda,
donde vive lacerando;
las vuestras andanzas buenas,
llévevoslas Dios al cabo.

»Perdonédesme, señor,
que no tengo pecho falso,
y si mal talante os tiene,
no puede disimularlo.

»Yo estoy de vos querellosa,
y os escribo mal mi grado.
maguer que enemiga os tengo,
a fuerza de mis agravios.

»Respondedme en puridad
con letras de vuestra mano;
aunque yo al demandadero
le pagare el aguinaldo.

»¿Qué ley de Dios vos otorga,
que podáis por tiempo tanto,
como ha que fincáis en lides,
descasar a los casados?

»¿Qué buena razón consiente,
que a un garzón bien doctrinado,
falaguero y humildoso,
le enseñéis a león bravo?

»¿Y que de noche y de día
le traigáis atraillado,
sin soltarle para mí,
sino una vez en el año?

«¿Y esa que me le soltáis,
fasta los pies del caballo
tan bañado en sangre viene,
que pone pavor mirarlo.

»Y no bien mis brazos toca,
cuando se duerme en mis brazos,
y en sueños gime y forceja,
que cuida que está lidiando.

»Y apenas el alba rompe,
cuando le están acuciando,
las escuchas y adalides
para que se vuelva al campo.

»Lástima tiene de verle
tan extraño y acosado
la su madre y los mis ojos
de tanto llorar cansados.

»Y aun cuando se desposó,
fizo tan buen desposado,
que pasar no le dejastes
tres meses en cuatro mayos.

»Si lo facéis por honrarle,
asaz Rodrigo es honrado,
pues no tiene barba, y tiene
cinco reyes por vasallos.

»Yo finco, señor, en cinta,
y en nueve meses he entrado,
y me pueden empecer
las lágrimas que derramo.

»Que como otro bien no tengo,
y me lo avedes quitado,
en guisa le lloro vivo,
cual si estuviere finado.

»No permitáis se malogren
prendas del mejor fidalgo,
que sigue cruces bermejas,
ni a Rey ha besado mano.

»Doleos, noble señor,
de ver que acueste a mi lado,
en vez de su mancebía,
una vieja, y suegra al cabo.

»Que aunque me muestra cariño,
dos celebros entranzados
mala amistanza mantienen
en un hogar y un estrado.

»Dadle mi escrito a las llamas,
non se faga del palacio;
que en malos barruntadores
no me será bien contado.

»Y enderezadme este tuerto;
ya sabéis lo que os demando.
Mirad que se ofende el cielo
de fecho tan mal guisado.»



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