Compendio de la filosofía: 78
CAPÍTULO XVI.
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Yo repito lo que ya he dicho otras veces; esto es, que la felicidad consiste, no en el placer solo, sino juntamente en el placer y en la virtud; porque no puede el hombre ser feliz, si no tiene todos aquellos bienes que le corresponden; esto es, todos aquellos bienes á los quales por un cierto instinto suyo invencible se siente ser atraido: estos bienes, como arriba queda demostrado, son el placer y la virtud: luego no puede el hombre ser feliz, si no tiene juntamente el placer y la virtud.
Ademas de esto el placer sin la virtud no puede jamas ser tan grande como se requiere para la felicidad; porque faltando al hombre la virtud, le falta tambien aquel placer que nace de ella, sin el qual es difícil que esté contento. Y siendo naturalmente inclinado á la honestidad, no puede dexar de sentir disgustos, si no la obtiene. Y si no, pregunto: ¿Qual es el traidor, el ladron, el usurpador, y el asesino, que conociendo ser injusto, no se desagrade á sí mismo, y teniendo mil placeres, no quisiese mas bien tenerlos con la virtud? pues estando privado de ella siente vergüenza y dolor, y apenas se atreve él mismo á llamarse feliz. Por tanto es cosa vana quererse imaginar un placer tan grande, que le baste al hombre sin la virtud.
Mas Eudoxio argüía de este modo. El último fin no es otra cosa sino aquello que todas las cosas sensitivas, ó racionales, ó irracionales apetecen por cierto natural instinto: es así que esto es el placer: luego el último fin no es otra cosa que el placer. Respondo á este argumento, y digo, que el último fin de las cosas sensitivas en quanto son sensitivas es verdaderamente el placer, porque en quanto son sensitivas por su natural instinto no se mueven á otra cosa; mas si las cosas sensitivas son al mismo tiempo racionales, como lo es el hombre, y por tanto sean inclinadas por natural instinto, no solo al placer, sino tambien á la virtud, no puede su último fin consistir en el placer solo, sino que debe consistir en el placer y en la virtud: en el placer en quanto son sensitivas; y en la virtud en quanto son racionales.
Pero Eudoxio argüía sin embargo de este modo. El dolor es lo sumo de todos los males, pues vemos que todos huyen de él: luego es necesario decir, que el placer sea lo sumo de todos los bienes. Yo respondo, que el dolor es verdaderamente un mal, y esto basta para que todos lo huyan, y no es necesario para esto que él sea lo sumo de todos los males. Así del mismo modo podrá el placer ser un bien, sin que sea por esto lo sumo de todos los bienes. Mas preguntará alguno: ¿qual es, pues, lo sumo de los males? Y yo responderé, que lo sumo de los males es el dolor juntamente con la culpa: que si el dolor se apartase de la culpa, se podrá tal vez despreciar como si no fuese mal, y habrá alabanza en ello, como lo hicieron Scévola, Curcio, Bruto, Caton, y otros muchos, que apénas creyeron que fuese mal el dolor donde no hubiese culpa. Consistiendo, pues, lo sumo de los males en el dolor y en la culpa, parece conveniente, que lo sumo de los bienes se ponga en la virtud y en el placer.
Tambien argüía Eudoxio en esta forma. Aquello que se apetece, y se quiere por sí mismo, y no por otro fin, es el sumo bien: es así que el placer se apetece y se quiere de esta manera: luego el placer será por sí el sumo bien. A este argumento respondo, que aquello que se apetece por sí mismo, y no por otro fin, es verdaderamente un bien; mas no se ha de decir por esto que sea el sumo bien. De este modo tambien se podia demostrar que la virtud sea el sumo bien, porque ella tambien se apetece y se quiere por sí misma y no por otro fin; mas esto hace que ella sea un bien, no el que sea el sumo bien. Por tanto ninguna otra cosa se puede inferir de aquí, sino que siendo la virtud un bien, y siendo igualmente un bien el placer, se venga, por la union de estos dos, á formar aquel sumo inestimable bien adonde miran todos los deseos del hombre, y el que nosotros llamarnos felicidad.
Con todo dirá alguno: si un hombre culpable no tuviese incomodidad alguna, ni aun aquella de la sindéresis, ó remordimiento de la conciencia, y estuviese al mismo tiempo colmado de todos los placeres, ¿quien podria decir que este tal no era feliz? ¿Que le importaria á él de la culpa, quando no le pudiese venir por ella ningun mal? Luego consiste la felicidad en el placer solo.
Yo digo, que el culpable, que ha perdido la sindéresis, aun quando tuviese todos los placeres, no deberia con todo decirse feliz, siendo así que la felicidad, segun la opinion de todos, es un estado para el que se requieren dos cosas: la una es hacer al hombre quieto y tranquilo; y la otra es hacerle tal qual como debe ser. El culpable, aun quando tenga todos los placeres, si con todo es culpable, no es como debe ser, sino que es feo, deforme, monstruoso, horrible y detestable á la naturaleza: luego no parece que se pueda decir feliz. Y no vale el decir, que á él le importe poco de su deformidad, pues aquí lo que se examina es, si él sea verdaderamente feo y deforme, y no si le importa, ó no el serlo. Pero de esto ya basta.