Compendio de la filosofía: 76

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

CAPITULO XIV.

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Del Placer.


Nada hay mas difícil de definir que el placer, siendo él ciertamente una de aquellas cosas que nos agradan sin entenderlas. Con todo eso dirémos, mas por descubrirlo, que por definirlo, que el placer es un gusto dulcísimo y suavísimo del ánimo, que no es ni vicio, ni virtud, y se acompaña sin embargo con estas dos cosas; y aunque parezca que se acompañe de mas buena gana con el vicio, motivo por que muchos sospechan mal de él; mas con todo sigue tambien la virtud, aunque ella se desdeñe tal vez, y no haga caso del placer.

Muchos, siguiendo á Aristóteles, han enseñado que consiste el placer en la operacion perfecta de alguna potencia. Y á la verdad, que si ninguna potencia obrase á su modo, y como le conviene, ni la voluntad, ni el entendimiento, ni aquellas otras que tienen mas de lo corporeo, y se llaman sentidos, no podria nacer de ellas ningun placer. Y tampoco naceria placer alguno quando la potencia hiciese su operacion imperfectamente, esto es, con trabajo y con fatiga: de lo que se deduce, que el placer está siempre junto con la operacion perfecta de alguna potencia; pero esto mas es explicar los efectos del placer, que el placer mismo.

Pero sea lo que fuere de esto, ello es cierto, que semejante doctrina abre un largo campo para muchas divisiones del placer, que serán muy útiles á los Oradores, y á los Filósofos. Y ya se ve, que dividiéndose las operaciones de las potencias en muchas maneras, podrán tambien dividirse los placeres del mismo modo; y de aquí ha nacido la division de los placeres en los del ánimo, y en los del cuerpo, diciéndose placeres del ánimo aquellos que nacen de la operacion de la voluntad, o del entendimiento, y placeres del cuerpo aquellos que nacen de la operacion de otras potencias, que porque no se mueven si en algun modo no las excita el cuerpo, se llaman por esto sentidos corporales. Y estas dos mismas especies de placeres se podrian dividir en otras, diciendo por exemplo, que los placeres del cuerpo, unos pertenecen á la vista, otros al oido, y otros á otro senticlo, haciendo así muchas clases de placeres. Mas nosotros no seguirémos tantas divisiones, no teniendo ahora necesidad, y así las dexarémos á los Oradores, si es que les ocurre hablar del placer.

Estando así los placeres divididos en varias clases, no es de maravillar si altercan, por decirlo así, y disputan entre ellos sobre qual es mas noble; y parece ciertamente, que los que pertenecen al entendimiento, y los que son amigos de la virtud, quieran ser mas estimados que los otros. Y no sin razon, porque qualquiera cosa debe tenerse por tanto mas noble y mas apreciable, quanto está mas próxima á la mayor perfeccion. Por esto, ¿quien hay que no estime por mas noble al espíritu, que al cuerpo? Y entre los cuerpos mismos ¿quien hay que no admire mas aquel en donde halla mayor artificio de la naturaleza, que otro qualquiera? Y si esto es así, ¿por que no reputarémos nosotros mucho mas noble y mas perfecto aquel placer que va con la operacion del entendimiento, que aquel que sigue la operacion de algun sentido corporal, siendo aquella sin duda alguna mas noble y mas excelente que esta?

Y se podria tambien conocer mas fácilmente la varia nobleza de los placeres, si se pudiese ver no solamente las causas de donde nacen, sino tambien su intrínseca forma. Aunque hay algunos que creen, que todos los placeres son en sí de la misma forma, y que no se distinguen por otra cosa mas que por las causas que los producen, las quales aunque diversas producen un mismo efecto. Aristóteles no parece que fué de esta opinion, habiendo procurado con tantas pruebas demostrar, que son tambien los placeres diferentes en especie; lo que no se diria si fuesen diferentes entre sí solo por la operacion que los produce; ni esta diferencia extrínseca tendria necesidad de tantas pruebas.

Y yo me inclino gustoso á la opinion de Aristóteles, porque me parece bastante probable que siendo las operaciones de donde provienen los placeres entre sí tan diversas en especie, deban ser diversas tambien las especies de aquellos placeres que de ellas provienen, y que uno deba ser el placer, que nace de la contemplacion de las cosas, y otro el que nace del beber, y que no se sienta el mismo placer en la amistad, que en el canto.

Y de aquí es, que los diversos placeres se impidan freqüentemente, como vemos, y se destruyan el uno al otro, y por tanto muchas veces queremos uno, y no otro: así es que en la Tragedia nos desagradan los chistes y los juguetes, que en la Comedia nos agradarian; y esto sucede porque en la Tragedia se prefiere el placer del llorar. Luego no se ha de decir, que de todas las operaciones nazca el mismo placer.


Dedicatoria - Advertencia de la traductora - La Filosofía Moral según la opinión de los peripatéticos
PARTE PRIMERA - De la felicidad: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX
PARTE 2º - De la virtud moral en general: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII
PARTE 3º - De las virtudes morales en particular: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII - XIII - XIV - XV
PARTE 4º - De las virtudes intelectuales: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII
PARTE 5º - De algunas cualidades del ánimo, que no son vicios ni virtudes.: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI: (- - - ) - XII: (- - - - ) - XIII: (- - - - - ) - XIV - XV - XVI - XVII - XVIII