Compendio de la filosofía: 26

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

CAPÍTULO II.

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De las definiciones de las virtudes.


Así como el pueblo previno á los Filósofos en el dividir las virtudes, así tambien les previno en el determinarlas y circunscribirlas, asignando á cada una ciertos límites, y cierto nombre por donde pudiesen distinguirse la una de la otra. Lo qual si hubiese hecho con diligencia, y constancia, hubiera quitado á los Filósofos un gran trabajo; porque el definir las virtudes exactamente, despues que hubieran sido circunscriptas con mucha diligencia, hubiera sido cosa mas fácil. Mas el pueblo no suele ser muy diligente en el circunscribir sus ideas; ántes bien las confunde quasi todas, extendiéndolas unas veces mas, y otras veces menos, y amontonándolas y enlazándolas de muchos modos. Y de aquí es, que los nombres populares, que tienen para explicar las ideas, se confunden ellos entre sí, y van por lo comun errando, quasi inciertos y dudosos de su significacion. Lo qual se ve tambien entre nosotros, porque todos tienen en la boca las palabras: valor, gentileza, gracia, grandeza de ánimo, y otras semejantes, que pocos sabrian definir distintamente.

Y lo mismo debió de suceder acerca de aquellas ideas, que el pueblo se habia formado de las virtudes, ántes que los Filósofos disputasen de ellas, y de los nombres que se les impusieron. Por lo qual se afanaron mucho despues los Filósofos, queriendo reducir á definiciones ciertas aquellas virtudes populares, y distinguir cada una exactamente, señalando el género en que todas convenian, y las diferencias por las quales se distinguian: de modo que cada una de las definiciones abrazase todo aquello que comprehendia cada nombre, y no mas. Lo que ciertamente seria muy difícil, si, como sucede muchas veces, un mismo nombre comprehendiese virtudes diversas; porque entonces hubiera sido imposible al Filósofo explicar toda la significacion del nombre con una sola definicion. Por tanto no es de maravillarse, si alguno hubiese definido una misma virtud de diversas maneras, como Aristóteles, que define alguna en la Retórica de un modo, y en la Moral de otro, porque acaso él no se propuso el definir una virtud sola, sino mas presto dos virtudes, que tenian un mismo nombre.

Ni fué este solo el trabajo que tuvieron aquellos antiguos Filósofos: les fué tambien necesario introducir algunas veces, aun sin querer, nuevos nombres; porque aunque siguieron regularmente las ideas del pueblo, y por lo general las distinguieron con nombres populares, ordenándolas despues totalmente, y disponiéndolas en cierta manera; el orden mismo les advirtió de algunas virtudes de que el pueblo no habia hecho caso, y estaban sin nombre; y esto mismo sucedia en los extremos; porque habiendo el pueblo señalado nombre á alguna virtud, se le solian ocultar los extremos, y por esto no les imponia nombre; y aun tambien algunas veces ha puesto nombre al uno de los extremos, y no al otro. Por esta razon el mismo Aristóteles, que procuró ser tan popular, quando trató de ciertas virtudes y de ciertos extremos, no pudo serlo quanto queria.

Por tanto si tomaron los Filósofos gran trabajo en definir las virtudes, mucho mayor nos lo tomaríamos nosotros, si quisiéramos examinar sus definiciones, y averiguar sutilmente si declaran bien aquellos hábitos que el pueblo habia marcado con algun nombre, y si comprehenden todo lo que baxo de aquellos nombres se comprehendia; porque ¿quien podrá saber puntualmente las ideas que tenia el pueblo de aquellos tiempos, y la fuerza de sus nombres, mayormente en tanta diversidad y distancia, así de las lenguas, como de las costumbres, y de las leyes? Ademas de esto habria que averiguar muchas veces, si habiendo un Filósofo declarado alguna virtud, haya querido definirla exactamente y segun las reglas de los Dialécticos, ó solamente describirla. Y en verdad el mismo Aristóteles, que se dice haber sido el primer inventor de dichas reglas, en algunas partes no tuvo gran cuidado de observarlas; y aun como cosa suya las despreció.

Por lo qual obrarémos prudentemente, y librarémos á la Filosofía de un gran fastidio, si tomáremos las definiciones que nos han dexado los antiguos de las virtudes, no como definidones de cosas ciertas, y ya establecidas, sino como descripciones de ciertos nombres impuestos arbitrariamente, al modo que lo hacen los Matemáticos. Porque ¿quien puede quitar el concebir en el ánimo un hábito de hacer grandes gastos, y el llamar á este hábito magnificencia? Y esto supuesto, si nosotros definiéramos la magnificencia, diciendo que es un hábito de hacer grandes gastos, no se deberá disputar sobre la tal definicion, como no se disputa entre los Geómetras sobre la definicion del círculo, ó del triángulo. Y así acontecerá en las definiciones de todas las otras virtudes.

Siguiendo, pues, este método, y viniendo á cada una de las virtudes particulares, propondrémos en primer lugar su definicion, despues notarémos sus extremos, los quales no queremos que sean examinados con demasiada sutileza, porque los vicios no merecen tanto estudio. Executado esto, muy poco tendrémos que añadir: ni tampoco requiere otra cosa un Compendio como es este; y el mismo Aristóteles poco mas nos dexó acerca de muchas virtudes; y otros muchos Filósofos nos dexaron menos todavía.


Dedicatoria - Advertencia de la traductora - La Filosofía Moral según la opinión de los peripatéticos
PARTE PRIMERA - De la felicidad: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX
PARTE 2º - De la virtud moral en general: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII
PARTE 3º - De las virtudes morales en particular: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII - XIII - XIV - XV
PARTE 4º - De las virtudes intelectuales: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII
PARTE 5º - De algunas cualidades del ánimo, que no son vicios ni virtudes.: I - II - III - IV - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI: (- - - ) - XII: (- - - - ) - XIII: (- - - - - ) - XIV - XV - XVI - XVII - XVIII