Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

SOLDADO.

Y segun Terencio, mas bien parece el soldado muerto en la batalla, que vivo y salvo en la huida; y tanto alcanza de fama el buen soldado cuanto tiene de obediencia á sus capitanes y á los que mandar le pueden; y advertid, hijo, qne al soldado mejor le está el oler á pólvora que á algalia, y que si la vejez os coge en este honroso egercicio, aunque sea lleno de heridas y estropeado ó cojo, á lo menos no os podrá coger sin honra, y tal que no os la podrá menoscabar la pobreza; cuanto mas que ya se va dando orden como se entretengan y remedien los soldados viejos y estropeados, porque no es bien que se haga con ellos lo que suelen hacer los que ahorran y dan libertad á sus negros cuando ya son viejos, y no pueden servir, y echándolos de casa con título de libres, los hacen esclavos de la hambre, de quien no piensan ahorrarse sino con la muerte. [1]


No hace menos el soldado que pone en egecucion lo que su capitan le manda, que el mismo capitan que se lo ordena. Quiero decir, que los religiosos con toda paz y sosiego piden al cielo el bien de la tierra; pero los soldados y caballeros ponemos en ejecucion lo que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en verano y de los erizados hielos del invierno. Asi que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se egecuta en ella su justicia. Y como las cosas de la guerra, y las á ellas tocantes y concernientes, no se pueden poner en egecucion, sino sudando, afanando y trabajando escesivamente, síguese que aquellos que la profesan tienen sin duda mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando á Dios favorezca á los que poco pueden.


Pues comenzamos en el estudiante por la pobreza y sus partes, veamos si es mas rico el soldado, y veremos que no hay ninguno mas pobre en la misma pobreza, porque está atenido á la miseria de su paga, que viene ó tarde ó nunca, ó á lo que garbeare por sus manos con notable peligro de su vida y de su conciencia; y á veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo, estando en la campaña rasa, con solo el aliento de su boca que como sale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frio contra toda naturaleza. Pues esperad que espere que llegue la noche para restaurarse de todas estas incomodidades en la cama que le aguarda, la cual si no es por su culpa jamas pecará de estrecha, que bien puede medir en la tierra los pies que quisiere, y revolverse en ella á su sabor sin temor que se le encojan las sábanas. Lléguese pues á todo esto el día y la hora de recibir el grado de su egercicio, lléguese un dia de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza hecha de hilas para curarle algun balazo que quizá le habrá pasado las sienes, ó le dejará estropeado de brazo ó pierna; y cuando esto no suceda, sino que el piadoso cielo le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se quede en la misma pobreza que antes estaba, y que sea menester que suceda uno y otro reencuentro, una y otra batalla, y que de todas salga vencedor para medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces.


Llegar uno por sus términos á ser buen soldado sucédele todo lo que al estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparacion, porque á cada paso está á pique de perder la vida. ¿Y qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que hallándose cercado en alguna fuerza, y estando de posta ó guarda en algun rebellín ó caballero siente que los enemigos estan minando hácia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningun caso, ni huir el peligro que tan de cerca le amenaza? Solo lo que puede hacer es dar noticia á su capitan de lo que pasa para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo temiendo y esperando cuando improvisamente ha de subir á las nubes sin alas, y bajar al profundo sin su voluntad.


Es escuela la soldadesca donde el mezquino se hace franco, y el franco pródigo, y si algunos soldados se hallan miserables son como mónstruos, que se ven raras veces.


  1. Antigua cuanto fundada queja ha sido en nuestra España la del triste abandono del soldado estropeado, reducido á la mendicidad en pago de haber conservado la tranquilidad y bienes de sus conciudadanos á costa de su sangre. Pero quedará ya acallada con el grandioso pensamiento del establecimiento de invalidos en el suntuoso edificio del Escorial; proyectado bajo nuestro actual ó ilustrado gobierno.