Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

AMBICIÓN.
Vistióse en fin y poco á poco, porque estaba molido y no podia ir mucho á mucho, se fue á la caballeriza siguiéndole todos los que alli se hallaban, y llegándose al rucio le abrazó y le dió un beso de paz en la frente, y no sin lágrimas en los ojos le dijo: venid vos acá, compañero mio y amigo mio, conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenia con vos, y no tenia otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos, de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis dias y mis años; pero despues que os dejé, y me subí sobre las torres de la ambicion y la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos. [1]
  1. La mas enérgica disertacion acerca de las angustias que atormentan á un ambicioso equivaldrá jamas al espresivo cuadro que traza Cervantes en este apóstrofe de Sancho á su asno. Sancho, hombre de la naturaleza, en contraste con Don Quijote, hombre de la sociedad posee la filosofía natural, agena de las preocupaciones del segundo. No puede ser otro el lenguage de un desengañado de los fantasmas que le han alucinado para correr tras el poder y las grandezas, que el de la comparacion entre la paz de su anterior estado y las inquietudes en que le abismó el segundo; y caida la venda que ofuscaba la razon se vuelve esta á complacer en recordar su antigua tranquilidad y esclamar como el ex-gobernador escudero: «Despues que os dejé, y me subí sobre las torres de la ambicion y la sobervia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.»