Album de un loco: 7
Historia de una voz
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editarPálidas hijas del ardiente suelo
de esta isla feliz, que se adormece
de la marina niebla bajo el velo,
al son del oleaje del Atlántico,
que en torno suyo con amor se mece,
vuestro aliento mi ser rejuvenece,
el aire de este Eden rico y romántico
la voz vuelve a mi musa, que envejece,
y en él voy a lanzar mi último cántico.
Oíd: yo siempre amé la poesía;
y sintiendo nutrirse en mis entrañas
un volcán de entusiasmo y de armonía,
fuí a buscar una voz para la mía,
por el viento, la mar y las montañas.
Yo la mitad del mundo he recorrido,
y por doquiera que en la mar, el viento
en el monte o el llano oí perdido,
un cantar, un suspiro o un lamento,
una incógnita voz o un leve ruido,
me he lanzado al momento
a pedir a aquel son desconocido
un eco musical para mi acento,
para mis pobres versos un sonido.
Y de Fez en los bárbaros adoares,
del Indus en las márgenes extrañas,
del Rhin en los castillos seculares,
del Nilo y del Jordán entre las cañas,
de Grecia en los olímpicos altares,
de Méjico en las míseras cabañas,
por cuanto abarcan los opuestos mares,
amparado por Dios y mi fortuna,
he ido recogiendo una por una
las notas de mis nómades cantares.
Y hoy, que mi voz, henchida de armonía,
siento hervir otra vez en mi garganta,
y siento de mi fe y mi poesía
arder dentro de mí la llama santa,
voy a dar a los vientos la voz mía
con mi postrer cantar, para que suba
a espirar mi postrera melodía
al firmamento espléndido de Cuba.
Y ¡ojalá de mis cantos el sonido
quede perpetuamente confundido
con el del mar, a vuestros pies dormido,
y el sonoro rumor de vuestras palmas;
y eternos tras de mí, después de ido,
mi nombre resonando en vuestro oído,
mi recuerdo hospedado en vuestras almas!