Album de un loco: 25

​Segunda parte de Album de un loco de José Zorrilla

La inteligencia editar

XII editar

No hay aquí nada nuevo; nada he dicho,
que otros antes que yo no hayan probado,
y por sabido ya no esté olvidado;
ni por oposición o por capricho
plantar una verdad como en un nicho
de un elevado altar, se me ha antojado.

Ya estoy loco, y de loco son mis juicios;
mas no teniendo bando ni bandera,
de ninguno esperando beneficios,
porque ni nada fuí en mi edad primera,
ni tengo de ser nada hasta que muera,
recojo la verdad donde la encuentro,
la consigno cual es, la dejo entera,
y no la desencajo de su centro.
La ciencia de hoy a los conventos debe
los ricos manantiales en que bebe;
y los pueblos, por Cristo libres hechos,
el conocer le deben sus derechos.

Es un punto de historia, en que no caben
dudas, ni aun a Voltaire, y que hoy en día
hasta los chicos de la escuela saben.

Pero ¿por qué (preguntará algún cuerdo)
hace ahora este loco tal recuerdo?
¿Por qué este punto de la antigua historia
trae en este momento a la memoria?

Porque (a más de que debe, en cortesía,
y de que es el lugar donde ir debía
en la revista del linaje humano)
cumple a la generosa poesía,
al que rendido cae, tender la mano.

Y hablemos con franqueza e hidalguía:
al secarse la flor, ¿justo sería
al jardinero castigar que el grano
de su semilla verde sembró un día?
Porque los monjes que hoy se hayan perdido
por inutilidad o por abuso,
¿es justo al que por regla les impuso
hacer al mundo bien, dar al olvido?
Porque ya nuestra capa gastó el uso,
y sus jirones hoy el viento arrastre,
¿es justo una paliza dar al sastre
que de nueva en los hombros nos la puso?

El que diga que sí, sabrá bien poco,
y probará no más que es un iluso,
y que es mucho más tonto, que yo loco.

De todos estos datos, en conciencia,
sacando alguna clara consecuencia,
quiere decir, en puro castellano:
que con la caridad el cristianismo
rescató al infeliz género humano
de esclavitud, barbarie y servilismo,
bases inicuas del poder romano.

Quiere decir que, diques oponiendo
de la fuerza brutal a la violencia
con el santo poder de su creencia,
fué ante la fuerza bruta estableciendo
su noble tribunal la inteligencia.

Quiere decir que el hombre inteligente,
el que podía ser de algún provecho,
tierra empezó a ganar sobre el valiente;
esto es: osó oponerse noblemente
al poder de los puños, el derecho.

Quiere decir (si en el busilis toco)
que Cristo, al imponerse la molestia
de ir instalando en paz al mundo loco,
con paciencia, razones y modestia,
su razón fué alumbrando poco a poco,
y empezó a ser el hombre menos bestia.

Quiere decir que Cristo, a los humanos
al inculcar sus leyes fraternales,
y a los hijos de Adán haciendo hermanos
y ante el altar y la justicia iguales,
puso coto al poder de los tiranos
y al pueblo en sus derechos naturales;
esto es: vino a traer, si bien me fundo,
la libertad y la igualdad al mundo.

Mas ¿la raza de Adán tomó el consejo
pacífico de Cristo? ¿Los mortales
fueron desde su edad libres e iguales?
¿Fué el tiempo nuevo superior al viejo?
No. Siguieron los hombres, tan brutales
como siempre, rompiéndose el pellejo
en pendencias y guerras desastrosas,
y cambiaron los nombres, no las cosas.

Desde aquí no son ya los altaneros
romanos los que turban las naciones,
ni del Norte los bárbaros guerreros;
pero empiezan las guerras religiosas
y se arman los cristianos caballeros.

Dios hizo al hombre noble, inteligente,
y le dió la razón para que fuera
superior a la bestia y a la fiera;
mas el hombre enmendó al Omnipotente,
y opinando por sí de otra manera,
al ver que Dios le dió cabeza y brazos,
para hallar su razón, hace pedazos
las leyes que le dió naturaleza,
y se abre la cabeza a puñetazos,
para ver si la tiene en la cabeza.

Continuemos siguiéndole la pista,
y sigamos del mundo la revista.