Album de un loco: 5
Historia de una voz
editarIII
editarEn el primer vigor de sus alientos,
al escuchar el hombre su armonía,
la buscó por instinto los acordes,
y encontró de su voz la melodía.
Poco a poco inventó los instrumentos,
para hacer a su acento compañía;
pero faltaba aún algo a sus acentos,
y su voz era pobre todavía.
Era ya tan melódica y tan suave
como el murmullo manso de los vientos,
el son del agua y el cantar del ave;
mas no correspondía a sus intentos:
¿Qué le faltaba aún?, no lo sabía;
mas no expresaba aún sus sentimientos.
Esta necesidad creó al poeta,
que ignoraba el valor con que nacía,
mas cuya ardiente inspiración inquieta,
tal vez jugando con su voz un día,
tendió sobre el pentágrama las frases,
ajustó la palabra a sus compases,
a la nota ajustó sus pensamientos;
y, al lograr en la nueva melodía
que la palabra al son fuese sujeta,
al rumor de la música incompleta,
su palabra prestó la poesía.
Pero entonces la música, traidora,
al poeta la voz robó villana;
y brillante, gentil, fascinadora,
como oscura crisálida en galana
mariposa cambiada, en la sonora
atmósfera lanzóse, audaz, ufana,
embelesando al universo rudo,
y al poeta infeliz dejando mudo.
Entonces el poeta desdichado,
que palabra a la música había dado,
viendo su muda poesía muerta,
su palabra robada y su voz yerta
bajo el poder de su traidora amiga,
en los brazos se echó de la fortuna,
por los campos vagó con planta incierta,
y rendido de sed y de fatiga,
fué sus inspiraciones una a una,
como Homero, a narrar de puerta en puerta;
o, errante trovador, cantó a la luna
a alguna dama que, en mullido lecho
sumida en sueño, en perfumada alcoba,
no escuchó nunca la amorosa trova
que enronqueció su enamorado pecho.
Vino después Gutenberg con su imprenta,
en libros extendió su poesía,
y al universo se la puso en venta,
sin sonido, sin voz, sin armonía;
y el infeliz poeta, sus cantares
en el frágil papel reproducidos,
ir por el universo vió a millares,
y a los ojos llamar, no a los oídos.
Desde entonces la frase del poeta
va a la tirana música sujeta.
Ahora escuchad el fin de tal historia;
pero tened su conclusión secreta,
y aplaudid del poeta la victoria.