Album de un loco: 46

Tercera parte de Album de un loco
de José Zorrilla

La corona de pensamientos

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Galantería poética a S.M. La Emperatriz

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Me han ido acaso a decir,
y lo he osado esperar,
que de mi boca un cantar
os dignaríais oír;

y no queriendo perder
dicha para mí tan buena,
una tosca cantilena
os he venido a traer.

Me asalta, empero, el temor
de que, al írosle a entonar,
no corresponda el cantar
a vuestro imperial favor;

y además, como mi mano
mezcló en mi lira sonora
cuerdas de la guzla mora
con las del laúd cristiano,

duda mi musa, discreta
mirando a vuestro decoro,
si os la cante el rawí moro,
o el castellano poeta.

La libre gala oriental
de mi mora poesía,
tal vez lastimar podría
vuestro decoro imperial;

tal vez en el cancionero
del cristiano trovador
os enojará el cantor
con mote rudo o severo.

Voy, pues, a hacer que a la par
os canten ambos a dos;
y dignaos tomar, Vos,
lo que os plazca del cantar.

Tomad lo galán del uno,
y del otro lo sincero;
y, si no algo bueno, espero
que hallaréis algo oportuno.

No sé, augusta Emperatriz,
si mi loca vanidad
trae a Vuestra Majestad
un pensamiento feliz;

mas, preveníroslo quiero:
tal vez en mi obra incompleta
quedará mal el poeta,
pero bien el caballero.

Allá va, pues, mi canción,
que entre hispano y musulmán,
lleva, a fuer de introducción,
este preludio galán.

PRELUDIO

EL POETA CRISTIANO
Si es cierto, augusta Señora,
que os place mi poesía,
eso es no más, a fe mía,
lo que desde hoy la avalora.

¡Bien hayan vuestro antojos!
Desde hoy va a pasar por bella,
tan sólo porque por ella
han pasado vuestros ojos.

EL RAWÍ ÁRABE
¡Bendiga Alah tus caprichos,
Sultana! Pues los deseas,
después de que tú los leas,
van a ser perlas mis dichos.

No van a tener valor,
que a su valor corresponda,
los diamantes de Golconda
ni los chales de Lahor.

EL CRISTIANO
En vano mi inspiración
con la edad se debilita;
que lo que el tiempo la quita,
se lo da vuestra opinión.

Desde hoy va a correr impune,
puesto que desde hoy la abona
de vuestra imperial corona
la sombra, que la hace inmune.

EL ÁRABE
Desde hoy más, Sultana, toma
mi pluma en tus labios tinta,
y luz, en la que el sol pinta
en tus ojos de paloma.

Mi canción va a ser, en suma,
más que las esencias grata,
pues tu gusto la aquilata,
y tu aliento la perfuma.

EL CRISTIANO
Oíd, noble Soberana,
inmaculada azucena
de los jardines del Sena
y de sus lises hermana;

y si el son de mi canción
os parece hosco y bravío,
pensad bien que el canto mío
es la voz del corazón.

EL ÁRABE
Nobilísima Sultana,
hija de los lirios blancos
del pabellón de los francos,
de sus águilas hermana;

oye mi árabe canción,
y ¡haga Alah que el canto mío,
como aura fresca de río,
refresque tu corazón!

Trova castellana y Kásida árabe

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SALUTACIÓN

EL CRISTIANO
Señora, ¡que os tenga Jehová en su resguardo!

EL ÁRABE
Essalam aléika, soliannat nuarí.

EL CRISTIANO
Llamadme, Señora; yo soy vuestro bardo.

EL ÁRABE
Deténme, Sultana; yo soy tu rawí.

TROVA

Yo tengo en el arpa que guía mi canto
el lánguido encanto del ruido del mar,
las íntimas notas que arrancan el llanto,
las que hacen a un tiempo sentir y gozar.
Yo soy el poeta cuyo estro se inspira,
del Dios de los mundos lanzándose en pos;
el aura que viene del soplo de Dios.
Yo soy el poeta, que sabe el camino
del cielo en que radia la faz del Señor;
yo leo en las hojas de un libro divino
la letra viviente del Dios creador.
Yo sé cómo un día prendió en los espacios,
cual toldo flotante de ingrávido tul,
en lazos y broches de sueltos topacios,
aliento del mundo, la atmósfera azul.
Yo veo la estela que en pos de sí deja
la tierra a quien guía su fuerza interior;
yo sé por qué es dulce la miel de la abeja;
yo sé por qué vuela tan alto el cóndor.
Yo sé cómo el viento se lleva la nave;
yo sé cómo al cielo la luz da color;
yo sé por qué silban el viento y el ave;
yo sé por qué mece la brisa a la flor.
Yo sé lo que el hombre sin fe nunca sabe,
yo soy el que tiene del alma la llave;
yo soy el que sabe quién es el amor.

KÁSIDA

Yo tengo en mi guzla de son berberisco
el germen del cuento y el ser del cantar,
y se oye en el son de mi canto morisco,
la brisa marina que orea el lentisco
y el río que bulle, cruzando el palmar.
Yo vivo entre flores y duermo entre aromas:
mi kiosco perfumo con índicas gomas
y esencias de rosa, de mirto y zahar;
arrullo en la siesta me dan las palomas,
mi vida es un sueño sin hiel, ni pesar.
Yo sé cuántos mithos la Grecia produjo;
sé cuántos Egipto del Asia introdujo
doquier que, con pobre misterio o con lujo,
alzaron los hombres a un Dios un altar.
De cantos y cuentos poseo un tesoro;
yo soy el encanto del indú y del moro;
yo soy la delicia del árabe aduar.
Yo sé lo que nadie en el mundo ya sabe;
yo sé las mil lenguas en que hablan el ave,
la flor y el insecto y el viento y el mar.
Yo tengo de todas las lenguas la clave;
yo sé lo que el viento le dice a la nave;
yo sé lo que pía la alondra al volar.
Yo sé lo que augura la mustia corneja;
yo sé lo que dice zumbando la abeja;
del silfo, que gime, comprendo la queja;
del fénix, que expira, comprendo el cantar.

EL CRISTIANO
Mi trova cristiana ya oisteis, Señora;
¡adiós! y excusadme, placer si no os di.

EL ÁRABE
Sultana, ya oíste mi kásida mora;
¡adiós! ya te dije bastante de mí.

EL CRISTIANO
¡Adiós!… y si os place, seré vuestro bardo.

EL ÁRABE
¡Adiós!… si me aceptas, seré tu rawí.

EL CRISTIANO
¡Adiós, hija blanca de un hada y un nardo!

EL ÁRABE
¡Adiós, almo engendro de un sol y una hurí!

EL CRISTIANO
¡Adiós, y que os tenga Jehová en su resguardo!

EL ÁRABE
Essalam aleika, soliannat nuarí.

CONCLUSIÓN

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Tal, Señora, es la pobre canción que os traje,
y si os extrañan de ella ritmo y lenguaje,
del poeta y su canto pensad que ignoro
si es himno o ramillete, cristiano o moro;
pero de ambos, Señora, con elementos,
os tejí esta corona de pensamientos,
que por mis manos
envían a las vuestras los mejicanos.

Esta noche, aunque en Méjico soy extranjero,
del arte mejicano soy mensajero.
En mi misión tan alta Méjico fía,
porque sabe lo noble del alma mía;
por él, pues, a ofreceros vengo en persona
de versos y de flores una corona,
que por mis manos
envían a las vuestras los mejicanos.

Si os parece extremada galantería,
recordad de do viene mi poesía.
En mi patria, que es tierra de gentileza,
ser galán con las damas prueba nobleza.
Lo galán perdonadme: Vos sois, Señora,
como el sol, que, donde entra, todo lo dora.

Mi poesía
es oro por ser vuestra, no por ser mía.

Como algo en los poetas hay de hechiceros,
no extrañéis que un encanto pretenda haceros.
Con el poder del arte, que aquí me abona,
voy, Señora, a tejeros vuestra corona.

Vosotros que de mi arte sois elementos,
enlazad en corona mis pensamientos;
en vuestras manos
me envían a ponerla los mejicanos.