Granada. Poema oriental: 40
Libro noveno: PRIMERA PARTE
editarYo era ayer como luna llena y esplendorosa, y hoy soy como estrella que desaparece. |
Azz-Eddin Elmocaddessi.
(Trad. lit.) |
Introducción
editar¿Qué sabe el corazón lo que desea?
Qué sabe de su mal ni su ventura?
Nada le satisface que posea:
Cuanto no tiene, posëer procura;
No hay fealdad que, como agena sea,
No tenga para sí por hermosura:
No tiene bien que mal no le parezca,
Imposible no ve que no apetezca.
Tál anhela respetos y se infama:
Tál blasona de honor y se envilece;
Aquel cree que aborrece lo que ama,
Cree que repugna aquel lo que apetece;
Este recoje lo que aquel derrama,
Consigue el otro lo que no merece;
¡Oh miserable corazón humano,
Como de polvo vil mísero y vano!
¡Mísero corazón que juzga eterno
Todo lo deleznable y quebradizo,
Y sumiso lo adora y lo ama tierno;
Que ciego, pertinaz, antojadizo,
Equivoca el Edén con el Averno
Y el milagro real con el hechizo!
¡Mísero corazón que diviniza
Todo lo que es como él polvo y ceniza!
¿Quién dijo: «no lo haré» que no lo hiciera,
Ni quién «no lo amaré» que no lo amara?
¿Quién hubo que por ver no se perdiera,
Ni quién que por burlar no se burlara?
¿Qué afición no empezó débil quimera
Y no acabó pasión que avasallara?
¡Mísero corazón que nada sabe,
Y de quien solo Dios tiene la llave!
Una carta, un recuerdo ó un suspiro
Hacen en sus instintos y aficiones
Tomar al corazón diverso giro,
Distinta fé, distintas opiniones.
Unas horas de ausencia ó de retiro
Cambian las simpatías en pasiones,
Y un dulce y solitario pensamiento
Da á una pasión volcánica alimento.
Una pasión que cambia nuestra esencia,
Una pasión que va con nuestra vida.
Que corröe voraz nuestra existencia:
Por cuyo ardiente amor todo se olvida,
El deber, el honor y la conciencia,
El padre tierno y la mujer querida:
Una pasión que forma nuestra suerte,
Nuestra fé, nuestra vida, nuestra muerte.
Y esa pasión preñada de misterios.
De crímenes tal vez é infamias llena.
Que pierde las familias, los imperios,
Que las almas sacrílega condena,
Es la historia de entrambos emisferios:
Oña, Olorinda, Deyanira, Elena,
Cleopatra, Raquel, Dido y Lucrecia,
Son las de España, Italia, Egipto y Grecia.
¿Qué cosa empero es el amor? Se ignora.
Es un grande placer ó un dolor grave,
Que dicha ó mal eternos atesora.
¿Cómo viene ó se va? Nadie lo sabe,
Aparece y se extingue en una hora:
En ningún ser está y en todos cabe;
Los poetas le cantan y le cuentan:
Los pueblos le maldicen y lamentan.
Dios, sin embargo, dárnosle no pudo
Como pasión desoladora y fiera.
Sino de la tristeza para escudo.
De esperanza y de fé como bandera.
Dios no creó el amor torpe y sañudo
Que desola, emponzoña y desespera.
Sinó el amor feliz, íntimo y tierno.
Memoria y prenda de su amor eterno.
El hombre imbécil, cuya torpe mano
Mancha é impurifica cuanto toca,
Fué el que hizo de un instinto soberano
Una pasión desaforada y loca.
Del hombre ha sido el corazón villano,
Del hombre ha sido la profana boca,
Los que del dón mejor del alto cielo
Han hecho un germen de miseria y duelo.
De ella luego el infierno apoderado,
Contra el hombre volvió sus beneficios:
Hechizó al corazón enamorado
De su amor con los torpes maleficios:
Le arrastró con su amor desesperado
A los más insensatos sacrificios,
Y le inmoló su honor, su fe, su calma,
Y, renunciando á Dios, vendió su alma.
Misteriosa pasión devastadora,
Inexplicable, incomprensible, insana,
Voy á lanzarme en tu región ahora.
Yo, en el templo de amor alma profana.
Yo, cuya inspiración amó hasta ahora
Las bellas sombras de la edad lejana,
Voy á hundirme en la sima en que se encierra
El infierno á que amor llama la tierra.
Pasión irresistible, cuya esencia
Se compone de hiel y fuego y lava,
Cuyo instinto feroz con complacencia
Al alma ve del corazón esclava,
Cuyo aliento letal de la existencia
Consume el germen y el vigor acaba;
Vil pasión de la fé competidora,
Tú sola puedes inspirarme ahora.
Ven, pues, á germinar en mi garganta
El secreto poder de los hechizos
Con que tu magia al universo encanta:
En mis palabras pon los bebedizos
Con que al amor tu espíritu amamanta,
Con que hace á los creyentes tornadizos;
Para cantarte, en fin, pon en mi seno
De tu esencia infernal todo el veneno.
Corazón de Boabdil, ante mis ojos
El libro pon de tu secreta historia;
Dame á leer los sueños, los antojos
Que te hicieron perder imperio y gloria,
Que de Dios te atrajeron los enojos.
Que mancharon tu vida y tu memoria,
Que te dieron al fin fatal y oscura
Muerte sin funeral ni sepultura.
¡Venid á mis conjuros, yo os evoco,
Sombras enamoradas de Baena;
Almas á quienes dio por su amor loco
Lecho la eternidad, la vida pena;
Tú, hermosa, a cuyo amor faltó bien poco
Para abrazar traidor la fé agarena,
Y tú, africano rey, cuya alma insana
Vendió su corazón á una cristiana.
A la vida volved por un momento:
Recobrad vuestro sér á mi conjuro,
Vuestra faz, vuestra voz y movimiento:
Mas sólo lo poético y lo puro
De vuestro sér tomad, y al pensamiento
Mostraos á través del tiempo oscuro
Como fantasmas blancos y halagüeños.
Cual sombras puras de encantados sueños.