Granada. Poema oriental: 32
III
editarLlora, esposa infeliz: tu amor es ido
Para más no volver; preso en Lucena
Se dejará su corazón tu esposo,
Y volverá sin alma cuando vuelva.
Sultana de las flores de Granada,
Llora; porque en verdad ya no te queda
Más consuelo que el llanto que derrames
En los amargos días que te esperan.
Arranca, pues, tristísima Moraima,
Tus rizos de oro y sin piedad cercena,
Para hacerte un dogal, de tus cabellos
La rica y aromática madeja.
¡Llora, madre sin par desventurada!
Ese hijo hermoso á quien con ansia besas
Nació cautivo para ser: su cuello
Tiene ya la señal de la cadena.
¿Por qué uniste tu amor y tu fortuna
De Abú-Abdil á la fortuna adversa?
¿Por qué tu padre te arrancó de Loja,
Blanca y olorosísima azucena?
¡Feliz de tí si nunca le dejaras!
¡Feliz si nunca, de amistad en prenda,
Tu padre del monarca granadino
Al oriental alcázar te trajera !
Tal vez entonces Aly-Athár, contrario
Al hijo de Muley, sólo á la guerra
Le dejara partir, y no quedaras,
Cuando su amparo necesitas, huérfana.
¿Qué has hecho tú, paloma enamorada,
Víctima para ser de tales penas?
¿Que has hecho á Dios para atraer los rayos
De su furor á tu gentil cabeza?
¡Ay! harto has hecho respirando el aire
Que de tu rey el hálito envenena.
Nada esperes del cielo que maldijo
La raza de Bú-Abdil: nada te resta.