Granada. Poema oriental: 35
VI
editarTórtola blanca de azulados ojos,
Perla robada del peñón de Loja,
Flor de la Alhambra, de su bosque ameno
Cándida corza:
Bella sultana, creación aérea
De mi alma triste que en los aires mora:
¿Dónde me ocultas tus celestes ojos,
Garza paloma?
Pálida estrella cuya luz no veo,
Flor dé quien busco el delicioso aroma
¿Dónde eres ida, mi gentil Moraima?
¿Quién te me roba?
¿Qué nube opaca tus estancias ciñe?
¿Qué genio infausto en su mansión se posa?
¿Por qué es hoy luto y soledad lo que antes
Fué luz y gloria?
¿Qué maleficio de silencio y duelo
De tus estancias el recinto colma,
Que hasta la fuente que corría en ellas
Seca está ahora?
Tus frescos patios de arrayanes llenos,
Tus ricos techos de marfil y concha.
Tus camarines de labor morisca
Yacen en sombra.
¿Dónde tus ojos que alumbrar solían
Tus régias salas, imperial señora?
¿Dónde los sones de tus ya olvidadas
Cantigas moras?
¡Ay! muda oprimes en letargo yerto
Los almohadones de tu umbría alcoba:
Solo tu esclavó te sostiene, sólo
Kaël te llora.
Duerme, Moraima, en tu letargo, duerme;
No vuelvas nunca á las amargas horas
Que las vigilias de tu vida aguardan
Tempestüosas.
Duerme y no vayas al salón sombrío,
Donde Aixa escucha de Kaleb á solas
Las de tu padre y de tu esposo aciagas
Negras historias.
Duerme y no vayas: á Kaleb no escuches,
Hija sin padre, sin esposo esposa;
Su voz aterra, su relato heriza:
Duerme: no le oigas.
Sér vaporoso, creación de un alma
Que en sombras leves su pasión coloca,
Hada que hechizas de mi amor poético
La fé recóndita:
Ven á mis brazos, de mis sueños hija;
Ven: dame tu alma que el pesar desola,
Y yo del sueño la hundiré en la sima
Lóbrega y honda.
Yo, que comprendo de las sombras vagas
La lengua pura y la mortal congoja.
Traeré á tu alma aletargada menos
Fieras memorias.
Ven: yo no quiero que tu sér errante
Vague esta noche por las frías bóvedas
De este palacio, que sangrientos sueños
Sólo atesora.
Sé que en la angustia de tu afán doliente
Hasta el consuelo de mi amor te enoja;
Mas ven al campo de las almas tristes
Y melancólicas.
Allí dormida soñarás quimeras
Tristes y vagas, pero no angustiosas,
Mientras relatan la fatal leyenda…
Ven: no la oigas.
Mas ¡ay! ¿quién puede interrumpir los daños
De los pesares que al mortal acosan?
Sufre y delira, vagarosa hija
De mi alma loca.
Tórtola triste que en el sauce umbrío
Tu amor perdido solitaria lloras:
Ráfaga helada que el ciprés gimiendo
Lúgubre azotas:
Són temeroso con que el mar airado
Fiero amedrenta la desierta costa:
Eco del viento que las huecas ruinas
Cóncavo asordas,
Dadme de vuestros funerales ruidos
Las más siniestras y dolientes notas,
Para que en torno de la Alhambra eleve
Fúnebre trova.