El príncipe (1854)/Capítulo V

El Príncipe: precedido de la biografía del autor y seguido del anti-Maquiavelo o exámen del Príncipe, por Federico, el Grande, rey de Prusia, con un prefacio de Voltaire, y varias cartas de este hombre ilustre al primer editor de este libro, no publicado hasta ahora en España (1854)
de Nicolás Maquiavelo
traducción de Anónimo
Capítulo V
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
CAPITULO V

Como han de gobernarse las ciudades o principados que, antes de ser conquistados, se rejían por sus propias leyes.

Tres medios tiene el conquistador para conservar los estados adquiridos en que concurren las circunstancias ya esplicadas, y que están acostumbrados a gobernarse por sus leyes particulares, bajo un gobierno liberal: el 1.° es destruirlos; el 2.° fijar su residencia en ellos; el 3.º dejarles sus leyes, exijirles un tributo y constituir un gobierno, compuesto de corto número de personas de confianza que mantengan en paz el país. Este gobierno, recien creado por el príncipe, sabe que no puede subsistir sin su poder y favor, y por consiguiente tiene interés en emplear esfuerzos de todas clases para mantenerse en la posesion del territorio. Se logra tambien mucho mas facilmente conservar una ciudad acostumbrada a gobernarse por sus propias leyes, destinando para su gobierno un corto número de sus propios ciudadanos, que por cualquier otro medio. Los Lacedemonios y los Romanos nos han dejado ejemplos de estos diferentes modos de contener a un estado.

Los primeros gobernaron a Atenas y a Tebas, estableciendo un gobierno compuesto de pocos: sin embargo, volvieron a perder estas dos ciudades.

Los Romanos para asegurarse de Capua, de Cartago y de Numancia, las destruyeron, y volvieron a perderlas.

Quisieron, por el contrario, poseer la Grecia, como la habían poseído los Espartanos, concediéndole su libertad y dejándole sus leyes; pero nada adelantaron por este medio, y al cabo se vieron en la precision de destruir muchas ciudades de aquella provincia para sujetarla; como que no hay ciertamente otro arbitrio mas seguro.

Cualquiera, pues, que llegue a hacerse dueño de una ciudad acostumbrada a gozar de su libertad, y no la destruya, debe temer que será destruido por ella. Le servirá de bandera en todas sus revoluciones el recuerdo de sus antiguos fueros y el grito de la libertad, que no se borra con el trascurso del tiempo ni por recientes beneficios: de manera que, por mas precauciones que se tomen, no dividiendo o dispersando a los habitantes, nunca se desarraigará de su corazon, ni soltará su memoria el nombre de libertad, y la inclinacion a sus antiguas instituciones; estando por lo mismo prontos todos a reunirse para recobrarla con la mas lijera ocasion. Buen ejemplo de esto nos presenta Pisa, después de haber vivido tantos años bajo el yugo de los Florentinos.

Pero cuando las ciudades o las provincias están acostumbradas a vivir sujetas a un príncipe, cuya dinastía se halla estinguido, como ya se hallan acostumbradas a la obediencia, y por otra parte privadas de su soberano lejítimo, no son capaces de avenirse para elejir otro nuevo, ni tienen disposicion para llegar a proclamarse libres; siendo, por consiguiente, mas lentas y remisas en tomar las armas, y presentando al príncipe nuevo mas medios de granjearse su amor, al paso que afianza la posesion del territorio.

En las repúblicas es, por el contrario, mas fuerte y activo el aborrecimiento, y mas vivo el deseo de venganza; y la memoria de su libertad antigua no les deja ni puede dejar un solo momento tranquilo, de suerte que los medios mas seguros de conservarlas son, o destruirlas, o fijar en ellas su residencia.



El Príncipe de Maquiavelo, precedido de la biografia del autor y seguido del anti-Maquiavelo o exámen del Príncipe, por Federico, el Grande, rey de Prusia, con un prefacio de Voltaire, y varias cartas de este hombre ilustre al primer editor de este libro, no publicado hasta ahora en España. Imprenta de D. Jose Trujillo, Hijo. 1854.

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