​El Anti-Maquiavelo​ (1854) de Federico II el Grande
Capítulo V
Nota: Se respeta la ortografía original de la época.


Exámen.

Uno de los medios que Maquiavelo propone para conservar la conquista de un pais acostumbrado al sistema liberal, es destruirlo. El remedio no puede ser mas eficaz para evitar revoluciones. Un ingles sano y robusto, que cometió la locura de suicidarse en Lóndres hace algunos años, dejó un papel escrito sobre su bufete, en el que trataba de justificar su atentado, declarando que se había quitado la vida para no caer nunca enfermo. He ahí el caso de un príncipe que arruina a sus estados por temor de perderlos.

Argüir a Maquiavelo con razones de humanidad, sería profanar la virtud. Es preciso combatirle con sus propias armas; con ese mismo interés, Dios de la política y del crimen, que es el alma de su libro.

Sí, pues, Maquiavelo asegura que el príncipe que conquista un pais libre debe destruirlo para poseerlo con mayor seguridad, yo le preguntaría ¿con qué fin emprendió su conquista? Sin duda con el fin de engrandecerse; y en este caso, facil es demostrar que, siguiendo las máximas de Maquiavelo, hace el príncipe lo contrario de lo que desea; porque los grandes sacrificios y gastos materiales que toda guerra ocasiona, solo puede compensarlos el valor de la conquista misma, y mal podría indemnizar al conquistador un pais arruinado. Ni ¿cómo ha de ser temible el soberano de un estado sin poblacion y sin riquezas? Yo creo que el príncipe que poseyese los vastos desiertos de Barca y de la Lybia, no causaría envidia ni temor a las demas naciones; porque un millon de panteras, de leones y de cocodrilos, no vale tanto como un millon de subditos, de ciudades ricas, de puertos navegables y atestados de buques, de ciudadanos industriosos, de valientes tropas, y de todo cuanto constituye un pais bien rejido.

Es una verdad reconocida que la fuerza de un estado no estriba en la estension de su territorio, sinó en el número de sus habitantes. Compárese la Holanda con la Rusia. La primera se compone de islas pantanosas y estériles que se alzan del seno del Océano, formando una pequeña republica de 48 leguas de lonjitud por 40 de latitud; pero en este cuerpo tan pequeño hay un nervio, una vida que sorprende. Un pueblo inmenso lo habita; pueblo industrioso, rico y fuerte, que sacudió el yugo de la dominacion española cuando la España era la monarquía mas formidable de la Europa. El comercio de esta república se estiende hasta los confines del mundo. Entre las naciones europeas, solo cede en importancia a las monarquías de primera clase, pudiendo levantar en tiempo de guerra un ejército de cincuenta mil hombres, además de su escuadra, numerosa y bien equipada.

Por otra parte, la Rusia se nos presenta como un pais jigantesco; es un mundo semejante al universo cuando salió del caos. Por un lado confina con la gran Tartaria y las Indias; por otro, con el mar negro y la Hungría; sus fronteras se estienden hasta la Polonia, la Lituania, la Curlandia y la Suecia que le sirve de límite al N. O. Su estension podra ser de seiscientas millas alemanas de lonjitud, y trescientas de latitud. Su suelo, fertil en trigos, produce además todos los artículos de primera necesidad , principalmente en las cercanías de Moscow y hacia la pequeña Tartaria; y á pesar de todas estas ventajas, su poblacion no pasa de 15 millones de habitantes. Esta nacion, que empieza ahora a figurar, no es mas poderosa que la Holanda en tropas de mar y tierra, y le es muy inferior en riquezas y recursos. No; la fuerza de un estado no consiste en la estension de su territorio, ni en la posesion de dilatadas llanuras o inmensos desiertos; consiste en el número y la riqueza de sus habitantes. El interés de todo príncipe está, pues, en poblar sus nuevos estados, y en procurar su prosperidad; no en devastarlos, ni en causar su ruina. La perversidad de Maquiavelo nos horroriza; pero su argumentacion nos causa lastima: antes de enseñarnos su política monstruosa, hubiera debido aprender a raciocinar mejor.

Otra máxima del autor es que el príncipe debe establecer su residencia en el pais conquistado. Es el mas cuerdo de todos su preceptos; pero ya espuse en el exámen del capítulo III las dificultades que se oponen a su realizacion.

Por mi parte creo que el príncipe que conquista una república, habiéndole hecho la guerra con justicia, debiera contentarse con la humillacion que la victoria impone a los vencidos, devolviéndoles en seguida su libertad. Bien sé que son pocos los que opinan de este modo. Una república puede también conservarse, estableciendo fuertes guarniciones en las principales plazas de su circuito, sin que sea necesario despojar al pueblo de sus libertades.

¡Hombres insensatos, que todo lo queremos conquistar como si tuvieramos tiempo para poseerlo todo; como si no tuviera límites la duracion de la vida! El tiempo pasa con sobrada rapidez; y mientras creemos trabajar para nosotros solos, acaso trabajamos en provecho de sucesores indignos o ingratos.



El Príncipe de Maquiavelo, precedido de la biografia del autor y seguido del anti-Maquiavelo o exámen del Príncipe, por Federico, el Grande, rey de Prusia, con un prefacio de Voltaire, y varias cartas de este hombre ilustre al primer editor de este libro, no publicado hasta ahora en España. Imprenta de D. Jose Trujillo, Hijo. 1854.

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