Quisquis de Ramus/4 (DFV)
Quisquis (Del) de Ramus.
Continuación.
DE LOS LIBELOS DE LANGLEVIEL, LLAMADO DE LA BEAUMELLE.
Se ha observado que todos estos escritores subalternos de libelos infamatorios son un compuesto de ignorancia, de orgullo, de perversidad y da demencia. Una de sus locuras es hablar siempre de sí mismos, los que por tantas razones estan obligados á ocultarse.
Uno de los mas inconcebibles heroes de esta especie es un tal Langleviel de la Beaumelle, que pone por testigo á todo el público de que se ha escrito mal su nombre. Yo me llamo, dice, Langleviel, y no Langlevieux; luego todo lo que se me acusa es falso y no puede recaer sobre mí.
En una carta ocupa al universo atento con una cierta aventura de galanteo que tuvo consecuencías funestas para él. ¡Pobre hombre! Parece la mosca de Esopo, que desde el fondo de un carro en un camino arenoso decia: ¡Cuanto polvo levanto!
El orgullo de los pequeños consiste en habla siempre de sí mismos; y el de los grandes en no hablar nunca. Este último orgullo es intinitamente mas noble; pero algunas veces es un poco insultante para la compañía, pues quiere decir: Señores, ustedes no valen la pena de que yo trato de que me estimen.
Todo hombre tiene orgullo; todo hombre es sensible. El mas hábil es el que mejor sabe ocultar su juego.
Hay un caso en el que desgraciadamente es preciso hablar de sí mismo, y aun con mucha estension; y es cuando se tiene un proceso. Entónces es indispensable instruir á los jueces, y es un deber darles nna buena opinion de sí. Ciceron se vio obligado á recordar sus servicios á la república en su defensa pro domo suá: Demóstenes se habia visto en la misma necesidad en su arenga contra Eschínes. Fuera de esta ocasion, callaos, y no hagais hablar mas que á vuestro mérito, si lo teneis.
La madre del mariscal de Villars decia á su hijo: "Nunca hables de tí á nadie mas que al rey, y de tu mugér á nadie".
Es soportable que un sastre que nos hace un vestido, quiera persuadirnos á que sabe muy bien su oficio; porque su fortuna depende de la opinion que nos inspira. Era permitido que un Belloi se alabase un poco de los versos duros y mal hechos de su Sitio de Calais; porque toda su existencia se fundaba en esta pieza, tan insípida como engañosa. Pero si Racine hubiera hablado así de Ifigenia, hubiera irritado á sus lectores.
Casi siempre se atacan los grandes nombres por orgullo. La Beaumelle insulta en uno de sus libelos á MM. de Erlac, de Sinner, de Diesbac, de Vatterville, &c.; y se justifica diciendo que es una obra de política. Pero en este mismo libelo que él llama su libro de política, dice estas propias palabras [1]: "Una república fundada por Cartuche hubiera tenido leyes mas sabias que la república de Solon." ¡Qué respeto tiene este hombre á los ladrones!
[2] "El rey de Prusia tiene su cetro solamente por el abuso que ha hecho el emperador de su poder, y por la cobardía de otros príncipes." ¡Qué juez de reyes y de reinos!
[3] "¿Porqué tenemos en horror el regicidio de Carlos I? En el dia ya habria muerto." ¡Qué razon, ó por mejor decir, qué demencia? Sin duda habría ya muerto, porque este horrible parricidio se cometió en el año de 1649. Así, segun Langleviel, es menester no detestar á Ravaillac, porque el gran Henrique IV fué asesinado en 1610.
Seria nunca acabar si refiéramos los lugares en que este necio presumido trata con el tono mas pedantesco á los hombres mas grandes, y en especial al vencedor de Fontenoy y de Laufelt, al grande Luis XIV.
¿Cual debe ser nuestra indignacion al ver á un miserable escapado de Cévenes, educado por caridad, y manchado con las mas infames acciones, hablar con tanta osadía de los reyes, enfurecerse hasta una licencia tan desenfrenada, y abusar á tal estremo del desprecio con que se le mira, y de la indulgencia que se ha tenido con él no condenándolo mas que á seis meses de calabozo?
No se sabe cuanto perjuicio hacen á la literatura unos horrores semejantes. Ellos le atraen las trabas mas rigorosas: y estos abominables libelistas, dignos del fuego, son la causa de que haya tanta delicadeza y tantas dificultades sobre los buenos libros.
Acaba de salir á luz una de estas obras de tinieblas [4], en la que desdo el monarca hasta el último ciudadano, á todo el mundo se insulta con furor; y en la que la calumnia mas atroz y mas absurda destila un veneno horroroso sobre todo lo que se respeta y sobre todo lo que se ama. Su autor se ha salvado de la execracion pública; pero la Beaumelle se ha ofrecido á ella.
¡Ojalá que los jóvenes insensatos que tengan tentaciones de seguir tales ejemplos, y que sin talentos y sin ciencia tengan la rabia de escribir; ojalá que puedan conocer á lo que les espone un frenesí semejante! El que es descubierto arriesga su vida, y el que no lo es, vive en el fango y en el miedo. La vida de un presidario es preferible á la de un fabricador de libelos; porque aquel puede haber sido condenado injustamente á las galeras; y este las merece.
OBSERVACIONES SOBRE TODOS ESTOS LIBELOS INFAMATORIOS.
Todo el que tenga tentaciones de escribir semejantes infamias, debe decirse: No hay ejemplo de que un libelo haya hecho el menor bien á su autor; y jamas esta carrera vergonzosa ha dado ni honra ni provecho. De tantos libelos contra Luis XIV no queda en el dia ni uno solo que sea un libro de biblioteca, y que no haya caido en el olvido mas profundo. De cien batallas sangrientas dadas en una guerra, y que parecia que cada una de ellas debia decidir del destino de un Estado, apénas hay tres ó cuatro que dejen una larga memoria: los acontecimientos caen los unos sobre los otros, como las hojas de los árboles en el otoño, para desaparecer de la superficie de la tierra; ¡y un miserable descamisado quisiera que su oscuro libelo subsistiese en la memoria de los hombres! Este miserable replica que ¿porqué se conservan en la memoria de los hombres los versos de Horacio contra Pantolabo y contra Nomentano, y los de Boileau contra Cotin y el abate de Pure. ¡Miserable! Esos no son libelos. Si quieres mortificar á tus adversarios, trata de imitar á Boileau y á Horacio; pero cuando tengas un poco de su razon y de su genio, no volverás á hacer libelos.