Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

MUERTE.


¡Grave asunto! Quiero olvidarme de cuanto dice á este propósito el Diccionario manual. -Mi corazon dicta; con todos hablo: entiendame quien me entienda.

«Don Emeterio Velarde, natural de Santander, oficial del Estado-mayor, herido mortalmente en la batalla de. Lahalbuera, preguntaba con ansia sin cesar si la accion se había ganado. Como le contestasen al fin que sí, esclamó: -«Pues nada importa que yo muera... -¡Mi familia!... -Y á pocos instantes espiró.»

Así muere el hombre bien: tal es su muerte, serena y apacible para el que la padece, cuanto llorada de los buenos que quedan con vida y alma para sentirla. Cumplió con su obligacion en este mundo; y nada tiene que temer en el otro, ni en otros mil, si mil mundos hubiera. ¿Donde hay discursista tan caviloso que tache de criminal, de libertino este linage de muerte? A quien tal ose proferir, desde luego le declaro por hombre sin sentido, ú ageno de todo racional discurso: y llamese filósofo: llamese teólogo, ú como quiera. Su doctrina está en contradiccion con lo que la razon enseña, y el corazon siente. Ni la religion, ni la sana razon pueden aprobarla; porque (regla general) siempre que la razon ó la religion van contra el hombre, el hombre indefectiblemente va contra la razon ó la religion. Lo demas es querer engañarse ó engañarnos.