Jansenistas (DCB)
JANSENISTAS.
Así llaman el vocabulero y los de su valía, no precisamente á los que estan tocados de los errores de Jansenio, sino á los que se le semejan en la austeridad de las costumbres. Bien sabido es que este célebre holandés-español, que debió la mitra de Ypres a nuestro católico monarca Felipe IV, si tuvo sus errores de entendimiento, fue tan ejemplar en su vida, que la sacrificó al cumplimiento de su ministerio pastoral; muriendo en 1638 de la peste que contrajo por asistir personalmente a sus enfermos diocesanos.
Llaman,. digo, jansenistas no á los sectarios de Jansenio, sino á los cristianos rigoristas; aun cuando no hayan visto ni por el forro su Augustinus, y abominen de hecho y derecho cuantas especies pueda contener que sepan á heregía. Pero adjetívanlos con el mote de jansenistas por las mismas causas que apodan de impíos, jacobinos y otras hierbas, á los filósofos que los hieren en lo vivo. Ya se vé los apodantes son gente de manga ancha y cordon flojo, y los apodados los quieren meter en cintura: á aquellos les gusta vivir de cucaña, y estos quieren reducirlos al pan cotidiano: la defensa es natural; y así ellos se defienden como pueden, y con las armas á que mejor se amañan. Declaran, pues, la guerra aun á los de su mismo hábito, como que son los que mas perjuicio pueden pararles; y para preocupar la opinion pública, en la cual quedarian ellos perdidos si se les llegase á conocer, se anticipan á malquistar á los puros ortodoxos, católicos, apostólicos romanos, sindicándoles de sospechos en la fé. Llámanlos jansenistas por las semejas; puesto que como Jansenio son tan austeros, que no hay sufrimiento para ellos. Y fuéranlo en ora buena para sí; y no que con la severidad de sus máximas crucifican al próximo sin permitir el mas inocente desahogo: pues, segun los tales jansenistas por tual nombre, ni es lícito revelar una confesion, ni rebelarse contra las legítimas potestades, ni asesinar un rey, ni otros pecadillos de la misma parvedad de materia. Todo en ellos es apurar los ápices á la ley de Dios, y guardar religiosamente las leyes humanas: todo rigor, todo austeridad, todo aspereza.
Lo particular es que quieren fundar este su sistema de la vida cristiana en aquella espresion del Evangelio: «que ninguno puede ser buen criado de dos amos.» Como si no se pudiese á un mismo tiempo mirar con el un ojo al cielo y el otro á la tierra: y como si jamas se hubiesen visto en un mismo altar Dagon y el Arca del testamento.
Llega la obcecacion de los que el lexicógrafo llama jansenistas hasta el punto de honrarse con el título que les chanta: desde que un docto cardenal sentó como inconcuso que quien no moliniza janseniza. Por lo cual quieren ellos mas ser tildados de jansenistas con un Bona, Noris, Concina y otra buena gente, que aplaudidos con un Molina, Lacroix, Busembaum y demas germania.
Esta treta de apodar de jansenistas á los buenos cristianos no es de ahora: ya en los siglos pasados fueron titulados de tales varios insignes varones que se declararon contra el probabilismo y la moral laxa de los jesuitas: los papas Alexandro VII, inocencio XI, y otros que condenáron algunas de sus proposiciones relajadas: Carlos III que los espulsó de los dominios españoles: Roda y los demas que coadyuvaron á su espulsion; y el ínclito Clemente XIV que estinguió la compañía de Jesus.
En suma son tachados de jansenistas todos los que no son jesuitas, todos los que no claman por el restablecimiento de la Compañía, y todos los que no dan crédito á la monjita Sor Rosa que diz que viene de hablar con Su Santidad, y anda rugiendo por Cádiz que si los jesuitas no vuelven cuanto antes á España... va á temblar el mundo.