Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos: Capítulo IV
99 (62). Los nombres son, como hemos visto (40), sustantivos o adjetivos.
100 (63). Divídense además en propios y apelativos.
Nombre propio es el que se pone a una persona o cosa individual para distinguirlas de las demás de su especie o familia, como Italia, Roma, Orinoco, Pedro, María.
Por el contrario, nombre apelativo (llamado también general y genérico) es el que conviene a todos los individuos de una clase, especie o familia, significando su naturaleza o las cualidades de que gozan, como ciudad, río, hombre, mujer, árbol, encina, flor, jazmín, blanco, negro.
Todo nombre propio es sustantivo; los nombres apelativos pueden ser sustantivos, como hombre, árbol, encina; o adjetivos, como blanco, negro, redondo, cuadrado. Todo nombre adjetivo es apelativo.
101 (64). Los nombres apelativos denotan clases que se incluyen unas en otras: así pastor se incluye en hombre, hombre en animal, animal en cuerpo, cuerpo en cosa o ente; nombres (estos dos últimos) que incluyen en su significado cuanto existe y cuanto podemos concebir. Las clases incluyentes se llaman géneros respecto de las clases incluidas, y las clases incluidas se llaman especies con respecto a las incluyentes; así, hombre es un género que comprende las especies pastor, labrador, artesano, ciudadano, y muchísimas otras; y pastor, labrador, artesano, ciudadano, son especies de hombre.
102 (a). A veces los nombres apelativos pasan a propios por la frecuente aplicación que se hace de ellos a determinados individuos. Virgilio, Cicerón, César, han sido originalmente nombres apelativos, apellidos que se daban a todas las personas de ciertas familias. Lo mismo ha sucedido con los apellidos castellanos Calderón, Meléndez y muchísimos otros, aun de aquellos que significando solar son precedidos de la preposición de, como Quevedo, Alarcón.
103 (65). Los sustantivos no significan sólo objetos reales o que podamos representarnos como tales aunque sean fabulosos o imaginarios (verbigracia esfinge, fénix, centauro), sino objetos también en que no podemos concebir una existencia real, porque son meramente las cualidades que atribuimos a los objetos reales, suponiéndolas separadas o independientes de ellos, verbigracia verdor, redondez, temor, admiración. Esta independencia no está más que en las palabras, ni consiste en otra cosa que en representarnos, por medio de sustantivos, lo mismo que originalmente nos hemos representado, ya por nombres significativos de objetos reales, como verde, redondo, ya por verbos, como temo, admiro. Las cualidades en que nos figuramos esta independencia ficticia, puramente nominal, se llaman abstractas, que quiere decir, separadas; y las otras, concretas, que es como si dijéramos inherentes, incorporadas. Los sustantivos son asimismo concretos o abstractos, según son concretas o abstractas las cualidades que nos representamos con ellos: casa, río, son sustantivos concretos; altura, fluidez, son sustantivos abstractos. Los adjetivos no pueden dividirse de este modo, porque un mismo adjetivo es aplicable ya a cosas concretas, como verde a monte, árbol, yerba, ya a cosas abstractas, como verde a color, redonda a figura.
104. Los sustantivos abstractos se derivan a menudo de nombres o verbos. Pero algunos no tienen sus primitivos en nuestra lengua, como virtud, que viene del nombre latino vir (varón), porque al principio se entendió por virtud (virtus) lo que llamamos fortaleza, como si dijéramos varonilidad. Hay también muchos adjetivos que se derivan de sustantivos abstractos, como temporal, espacioso, virtuoso, gracioso, afortunado, que se derivan de tiempo, espacio, virtud, gracia, fortuna.
105 (66). Entre los sustantivos derivados son notables los colectivos, que significan colección o agregado de cosas de la especie significada por el primitivo, como arboleda, caserío. Pero hay colectivos que no se derivan de sustantivo alguno que signifique la especie, como cabildo, congreso, ejército, clero. Y los hay que sólo significan el número, como millón, millar, docena. Algunos (que se llaman por eso colectivos indeterminados) significan meramente agregación, como muchedumbre, número; o a lo más agregación de personas, como gente.
106 (67). Merecen también notarse entre los derivados los aumentativos, que envuelven la idea de gran tamaño o de alto grado, como librote, gigantón, mujerona, mujeronaza, feote, feísimo; y los diminutivos, que significan pequeñez o poquedad, como palomita, florecilla, riachuelo, partícula, sabidillo, bellacuelo.
De estas y algunas otras especies de nombres, trataremos separadamente.