Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos: Capítulo I
7 (4). Si atendemos a la estructura material de las palabras, esto es, a los sonidos de que se componen, veremos que todas ellas se resuelven en un corto número de sonidos elementales, esto es, irresolubles en otros. De éstos los unos pueden pronunciarse separadamente con la mayor claridad y distinción, y se llaman vocales; los representamos por las letras a, e, i, o, u; a, e, o, son sonidos vocales llenos; i, u, débiles. De los otros ninguno puede pronunciarse por sí solo, a lo menos de un modo claro y distinto; y para que se perciban claramente, es necesario que suenen con algún sonido vocal: llámanse por eso consonantes. Tales son los que representamos por las letras b, c, ch, d, f, g, j, [l,] ll, m, n, ñ, p, r, rr, s, [t,] v, y, z; combinados con el sonido vocal a en ba, ca, cha, da, fa, ga, [ja,] la, lla, ma, na, ña, pa, ar, rra, sa, ta, va, ya, za. Tenemos, pues, cinco sonidos, vocales y veinte sonidos consonantes en castellano; la reunión de las letras o caracteres que los representan es nuestro alfabeto.
8. La h, que también figura en él, no representa por sí sola sonido alguno; pero en unas pocas voces como ah, oh, hé, que parecen la expresión natural de ciertos afectos, pues se encuentran en todos los idiomas, pintamos con este signo la aspiración o esfuerzo particular con que solemos pronunciar la vocal que le precede o sigue.
9. La h que viene seguida de dos vocales de las cuales la primera es u, y la segunda regularmente e, como en hueso, huérfano, ahuecar, parece representar un verdadero sonido consonante, aunque tenuísimo, que se asemeja un poco al de la g en gula, agüero.
10. En todos los demás casos es enteramente ociosa la h, y la miraremos como no existente. Serán, pues, vocales concurrentes, o que se suceden inmediatamente una a otra, a o en ahora, como en caoba; e u en rehuye, como en reúne.
11. Hay en nuestro alfabeto otro signo, el de la q, que, según el uso corriente, viene siempre seguido de una u que no se pronuncia ni sirve de nada en la escritura. Esta combinación qu se escribe sólo antes de las vocales e, i, como en aquel, aquí, y se le da el valor que tiene la c en las dicciones, cama, coro, cuna, clima, crema.
12. La u deja también de pronunciarse muchas veces cuando se halla entre la consonante g y una de las vocales e, i, como en guerra, aguinaldo. La combinación gu tiene entonces el mismo valor de la g en las dicciones gala, gola, gula, gloria, grama; y no es ociosa la u, porque si no se escribiese, habría el peligro de que se pronunciase la g con el sonido j, que muchos le dan todavía escribiendo general, gente, gime, ágil, frágil, etc. Cuando la u suena entre la g y la vocal e ó i, se acostumbra señalarla con los dos puntitos llamados crema, como en vergüenza, argüir.
13. La x, otro signo alfabético, no denota un sonido particular sino los dos que corresponderían a gs o a cs, como en la palabra examen, que se pronuncia egsamen o ecsamen.
14. En fin, la k y la w (llamada doble u) sólo se usan en nombres de personas, lugares, dignidades y oficios extranjeros, como Newton, Franklin, Washington, Westminster, alwacir (gobernador, mayordomo de palacio, entre los árabes), walí (prefecto, caudillo entre los mismos), etc.
15 (5). Aunque letras significa propiamente los caracteres escritos de que se compone el alfabeto, suele darse este nombre, no sólo a los signos alfabéticos, sino a los sonidos denotados por ellos. De aquí es que decimos en uno y otro sentido las vocales, las consonantes, subentendiendo letras. Los sonidos consonantes se llaman también articulaciones y sonidos articulados.
16 (6). Combinándose unos con otros los sonidos elementales forman palabras; bien que basta a veces un solo sonido, con tal que sea vocal, para formar palabra; como a cuando decimos voy a casa, atiendo a la lección; o como y cuando decimos Madrid y Lisboa, va y viene.
17 (a). Cada palabra consta de uno o más miembros, cada uno de los cuales puede proferirse por sí solo perfectamente, y es indivisible en otros en que pueda hacerse lo mismo; reproduciendo todos juntos la palabra entera. Por ejemplo, gramática consta de cuatro miembros indivisibles, gra-má-ti-ca; y si quisiéramos dividir cada uno de éstos en otros, no podríamos, sin alterar u oscurecer algunos de los sonidos componentes. Así, del miembro gra pudiéramos sacar el sonido a, pero quedarían oscuros y difíciles de enunciar los sonidos gr.
18 (7). Llámanse sílabas los miembros o fracciones de cada palabra, separables e indivisibles. Las palabras, según el número de sílabas de que se componen, se llaman monosílabas (de una sílaba), disílabas (de dos sílabas), trisílabas (de tres), polisílabas (de muchas).
19 (8). Cuando una consonante se halla en medio de dos vocales, pudiera dudarse con cuál de las dos forma sílaba. Parecerá, por ejemplo, que pudiéramos dividir la dicción pelar en las sílabas pel-ar, no menos bien que en las sílabas pe-lar. Pero en los casos de esta especie nos es natural referir a la vocal siguiente toda consonante que pueda hallarse en principio de dicción. La l puede principiar dicción, como se ve en laúd, león, libro, loma, luna. Debemos, pues, dividir la palabra pelar en las sílabas pe-lar, juntando la l con la a.
20. No sucede lo mismo en París. Ninguna dicción castellana principia por el sonido que tiene la r en París. Al contrario, hay muchas que terminan por esta letra, como cantar, placer, morir, flor, segur. Por consiguiente, la división natural de París es en las dos sílabas Par-ís.
21 (9). Cuando concurren dos consonantes en medio de dicción, como en monte, es necesario las más veces juntar la primera con la vocal precedente y la segunda con la siguiente: mon-te.
22 (10). Pero hay combinaciones binarias de sonidos articulados, por las cuales puede principiar dicción, como lo vemos en blasón, brazo, clamor, cría, droga, flema, franja, gloria, grito, pluma, preso, tlascalteca, trono. Sucede entonces que la segunda consonante se aproxima de tal modo a la primera, que parece como embeberse en ella. Decimos por eso que se liquida, y la llamamos líquida. La primera se llama licuante.
23. No hay en castellano otras líquidas que la l y la r (pronunciándose esta última con el sonido suave que tiene en ara, era, mora); ni más licuantes que la b, la c (pronunciada con el sonido fuerte que le damos en casa, coro, cuna), la d, la f, la g (pronunciada con el sonido suave que le damos en gala, gola, gula), la p y la t.
24. Las combinaciones de licuante y líquida se refieren siempre a la vocal que sigue, como en ha-blar, a-bril, te-cla, cua-dro, a-fluencia, aza-frán, co-pla, a-tlántico, le-tra; a menos que la l o la r deje de liquidarse verdaderamente, como sucede en sublunar, subrogación, que no se pronuncian su-blu-nar, su-bro-ga-ción, sino sub-lu-nar, sub-ro-gación, y deben, por consiguiente, dividirse de este segundo modo; lo que podría, con respecto a la r, indicarse en la escritura, duplicando esta letra (subrrogación); pues la r tiene en este caso el sonido de la rr.
25 (11). Juntándose tres o cuatro consonantes, de las cuales la segunda es s, referimos ésta y la articulación precedente a la vocal anterior, como en pers-pi-ca-cia, cons-tan-te, trans-cri-bir. La razón es porque ninguna dicción castellana principia por s líquida (que así se llama en la gramática latina la s inicial seguida de consonante, como en stella, sperno); al paso que algunas terminan en s precedida de consonante, como fénix (que se pronuncia fénigs o fénics).
26 (a). Como la x representa dos articulaciones distintas, de las cuales la primera forma sílaba con la vocal anterior, y la segunda con la vocal que sigue (examen, eg-sa-men, ec-sa-men), es evidente que de ninguna de las dos vocales puede en la escritura separarse la x, sin despedazar una sílaba; ni ex-a-men, ni e-xa-men, representan el verdadero silabeo de esta palabra, o los miembros en que naturalmente se resuelve. Sin embargo, cuando a fin de renglón ocurre separarse las dos sílabas a que pertenece por mitad la x, es preferible juntarla con la vocal anterior, porque ninguna dicción castellana principia por esta letra, y algunas terminan en ella.
27 (b). Apenas parece necesario advertir que los caracteres de que se componen las letras ch, ll, rr, no deben separarse el uno del otro, porque juntos presentan sonidos indivisibles. La misma razón habría para silabear guer-ra, que coc-he, bul-la.
28 (c). Cuando concurren en una dicción dos vocales, puede dudarse si pertenecen a sílabas distintas o a una misma. Parecerá, por ejemplo, a primera vista que podemos dividir la palabra cautela en las cuatro sílabas ca-u-te-la; pero silabeando así, la combinación au duraría demasiado tiempo, y desnaturalizaríamos por consiguiente la dicción, porque en ella, si la pronunciamos correctamente, el sonido de la u no debe durar más que el brevísimo espacio que una consonante ocuparía; el mismo, por ejemplo, que la p ocupa en captura; de que se sigue que cautela se divide en las tres sílabas cau-te-la. Al contrario, rehusar se divide naturalmente en las tres sílabas re-hu-sar, porque esta dicción se pronuncia en el mismo tiempo que reputar; gastándose en proferir la combinación eu el mismo tiempo que si mediara una consonante (miramos las voces e u como concurrentes, porque la h no tiene aquí sonido alguno). Esto hace ver que...
29 (12). Para el acertado silabeo de las palabras es preciso atender a la cantidad de las vocales concurrentes, esto es, al tiempo que gastamos en pronunciarlas. Si, pronunciada correctamente una palabra, se gasta en dos vocales concurrentes el mismo tiempo que se gastaría poniendo una consonante entre ellas, debemos mirarlas como separables y referirlas a sílabas distintas; así sucede en ca-ído, ba-úl, re-íme, re-hu-sar, sa-ra-o, océ-a-no, fi-ando, continú-a. Pero si se emplea tan breve tiempo en proferir las vocales concurrentes que no pueda menos de alargarse con la interposición de una consonante, debemos mirarlas como inseparables y formar con ellas una sola sílaba; así sucede en nai-pe, flauta, pei-ne, reu-ma, doi-te, cam-bio, fra-guo; donde las vocales i u no ocupan más lugar que el de una consonante. Se llama diptongo la concurrencia de dos vocales en una sola sílaba.
30 (13). En castellano pueden concurrir hasta tres vocales en una sola sílaba de la dicción, formando lo que se llama triptongo, como en cam-biáis, fra-guáis. En efecto, si silabeásemos cam-bi-áis, haríamos durar la dicción el mismo espacio de tiempo que se gasta en combináis, y desnaturalizaríamos su legítima pronunciación; y lo mismo sucedería si silabeásemos cam-bia-is, pronunciándola en el mismo tiempo que cambiados. Luego en cambiáis las tres vocales concurrentes i, a, i, pertenecen a una sola sílaba; al revés de lo que sucede con las tres de fiáis, que se pronuncia en igual tiempo que fináis, y en las dos de país, cuyas vocales concurrentes duran tanto como las de París. Así, país es disílabo, perteneciendo cada vocal a distinta sílaba; fiáis disílabo, perteneciendo la primera i a la primera sílaba, y el diptongo ai a la segunda; y cambiáis, también disílabo, formando las tres últimas vocales un triptongo.
31 (14). Si importa atender a la cantidad de las vocales para la división de las dicciones en sus verdaderas sílabas o fracciones indivisibles, no importa menos atender al acento, que da a cada palabra una fisonomía, por decirlo así, peculiar, siendo él a veces la sola cosa que las diferencia unas de otras, como se notará comparando estas tres dicciones: vário, varío, varió, y estas otras tres: líquido, liquído, liquidó.
32 (15). El acento consiste en una levísima prolongación de la vocal que se acentúa, acompañada de una ligera elevación del tono. Las vocales acentuadas se llaman agudas, y las otras graves. Las dicciones en que el acento cae sobre la última sílaba (que no es lo mismo que sobre la última vocal), se llaman también agudas, como varió, jabalí, corazón, veréis, fraguáis; aquellas en que cae sobre la penúltima sílaba, llanas o graves, como varío, conáto, márgen, péine, cámbio, cuénto; aquellas en que cae sobre la antepenúltima sílaba, esdrújulas, como líquido, lágrima, régimen, cáustico, diéresis; y en fin, aquellas en que sobre una sílaba anterior a la antepenúltima (lo que sólo sucede en palabras compuestas, es decir, en cuya formación han entrado dos o más palabras), sobreesdrújulas, como cumpliéramoslo, daríamostela.
33 (16). Lo que se ha dicho sobre la estructura y silabeo de las palabras castellanas no es aplicable a los vocablos extranjeros, en que retenemos la escritura y, en cuanto nos es posible, la pronunciación de su origen.