El cantar del romero: 14
MARIPOSA
I
editarFeliz quien a la sombra de los castaños vive
al pie de los que humea su hereditario hogar,
y cartas, ni intereses, ni tiene ni recibe
de más allá del monte, ni más allá del mar.
Dichosa la aldeana, cuya ambición sencilla
no sabe de los lindes salir de su lugar,
y se bautiza, y reza, y casa en la capilla
donde sus viejos padres se fueron a casar.
No ve, no sabe, es cierto, lo que en el mundo pasa;
no tiene aspiraciones ni porvenir social;
para ella no hay más mundo, más vida que su casa,
en ella no se come más pan que el que ella amasa,
ni hay más amor que el santo del lazo conyugal.
Jamás a su marido, por luminosa ciencia,
por influencia grande, por gran reputación,
le deberá los goces del fausto y la opulencia,
ni en nacional congreso le votarán panteón:
mas vivirán en calma y en su infantil creencia
se morirán ajenos y sin tener noción
de la amargura, hastío y afán de una existencia
que da la vida póstuma, matando al corazón.
Dios a los seres todos emparejó en la vida;
jamás encaman juntos la cierva y el chacal;
jamás la garza esbelta con el cóndor anida;
jamás labriega humilde con millonario unida
hicieron vida buena, ni matrimonio igual.
La cándida doncella que espera enamorada
la vuelta del amante que a la ambición se da,
con él, si vuelve, siente que está desparejada:
ella es la misma que era, mas él es otro ya.
El mundo cambia al hombre que por el mundo rueda,
no cambia la que a solas con su pasión está;
la fe se robustece del que esperando queda;
se mengua por el mundo la fe del que se va.
Y si los viajes cambian la fe y los caracteres…
de Méjico versátil en el feraz jardín,
en sus argénteas minas y auríferos placeres,
entre sus ricas, bellas y gráciles mujeres,
¿al tiempo y a la ausencia resistirá Fermín?
¡Oh Virgen piadosa de Covadonga!, escucha
la férvida plegaria de la pasión más fiel,
del corazón que a solas consigo mismo lucha…
y con el mundo entero que se levanta ante él.
Partió…, la vista al cerro sin dirigir siquiera
cuando al salir de Llanes le vió desde el bajel:
¡oh Virgen piadosa de Covadonga!… ¿qué era?
¿pavor del mar, mareo…, o indiferencia cruel?
Gusano inextinguible de la afanosa duda,
¿por qué en su amante espíritu a guarecerte vas?
Su amor la fe sagrada del juramento escuda;
y si la ausencia es larga y si la prueba es ruda,
su amor y el sol no pueden retroceder jamás.
Fermín no puede en horas atravesar los mares,
el barco va al capricho del viento y de la mar;
no le han de dar allende las onzas a millares,
no más porque se vuelva con ellas a casar.
Entonces muchos meses necesitaba el viaje;
sin tiempo, nadie llega tesoros a juntar,
en lo que quier que emprenda, por bien que se le cuaje,
habrá, sin duda, meses y aun años que esperar.
Con tal razón y cálculos, Marica está conforme:
mas teme que se vea su espíritu en su faz
y de su afán el vulgo que conjeturas forme;
y sigue con esfuerzo de voluntad enorme
cantando descuidada y al parecer en paz.
Espíritu risueño, de la alegría ajena
excitador constante, de su pandero al son
para olvidar bailando su semanal faena
se junta en torno de ella la alegre población.
Mas ya, aunque se la pidan, rehusa ni aun a solas
cantarles del romero su original canción:
y que se la oyen, dicen, al viento y a las olas
cantársela en los ásperos breñales del bufón.
¡Quién sabe a lo que el cielo predestinarnos pueda!
El mundo dando vueltas con sus vivientes va;
van unos y otros vienen por él mientras él rueda;
pero la fe se arraiga del que esperando queda
y rueda por el mundo la fe del que se va.