Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Libros - Sección II

Algunas veces es muy peligroso hacer un libro. Silhouete había impreso un libro sobre la concordia entre la religión y la política, antes de que pensase en ser contralor general de rentas; y su suegro el médico Astruc había publicado las memorias donde el autor del Pentateuco había podido tomar todas las cosas admirables que habían pasado tanto tiempo antes que él.

El mismo día que fue empleado Silhouete, algún buen amigo buscó un ejemplar de los libros del suegro y del yerno para delatarlos al parlamento y hacerlos condenar al fuego según el uso: pero ellos habían comprado todos los ejemplares que existían en el reino, de donde viene que son tan raros.

Casi no hay libro filosófico o teológico, en el que no se puedan encontrar herejías o impiedades por poco que se ayude a la letra.

Teodoro de Mopsuete tenía la osadía de llamar al Cántico de los cánticos una colección de impurezas: Grocio las explica, y hace horror; y Chatillon lo trata de obra escandalosa.

¿Quién creerá que un día dijo el doctor Tamponet a otros doctores: me sería muy fácil el encontrar una multitud de herejías en el Padre nuestro, sino se supiera de la boca divina que salió esta oración, y si hubiera sido un jesuita el que la imprimió por la primera vez?

He aquí como yo lo comentaría: "

«Padre nuestro que estás en los cielos.»

Proposición que huele a herejía; porque Dios está en todas partes. también puede encontrarse en esta exposición un principio de socinianismo, pues que no se habla de la Trinidad.

«Vénganos tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.»

Proposición que también huele a herejía, pues que en la Escritura se dice cien veces que Dios reina eternamente. Además es temerario pedir que se cumpla su voluntad, pues que nada se hace ni se puede hacer, sino por la voluntad de Dios.

«El pan nuestro de cada día dánosle hoy (nuestro pan substancial, nuestro buen pan, nuestro pan nutritivo.)»

Proposición directamente contraria a lo que ha dicho por su boca el mismo Jesucristo [1]: "No digáis: ¿qué comeremos, qué beberemos? como hacen los gentiles &c. &c. No pidáis mas que el reino de los cielos, y se les dará todo lo demás."

«Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores."

Proposición temeraria que compara al hombre con Dios, que destruye la predestinación gratuita, y que enseña a Dios, que está obligado a obrar con nosotros, como nosotros lo hagamos con los demás. Por otra parte ¿quien ha dicho al autor que nosotros perdonamos a nuestros deudores? Nunca les hemos perdonado ni un escudo. No hay un convento en la Europa, que haya perdonado un sueldo a sus arrendadores. Atreverse a decir lo contrario es una herejía formal.

«No nos induzcas en tentación; et ne nos inducas in tentationem

Proposición escandalosa, manifiestamente herética, en atención a que solamente el diablo es tentador, y a que está dicho expresamente en la epístola de Santiago (cap. I. v. 13): Dios es intentador de los malos, y no tienta a nadie. Deus enim intentator malorum, ipse autem neminem tentat.

Ya veis, decía el doctor Tamponet, que nada hay tan respetable, que no se le pueda dar un mal sentido. ¿Cuál será pues el libro que esté a cubierto de la censura humana, si se puede atacar al Padre nuestro, interpretando diabólicamente todas las palabras divinas que lo componen? En Cuanto a mí, tiemblo de hacer un libro; y gracias a Dios jamás he impreso ninguno, ni he hecho representar mis piezas de teatro: esto tiene grandes inconvenientes, porque

Por un real de plata
Cualquier capellán
Se va a la comedia,
Y sin mas ni mas
Del mismo Racine
Se pone a silbar
Los hermosos versos;
Y aqueste animal
De antiguos los tacha:
Y hecho un mustafá,
Se suena y escupe
y patadas da,
Haciendo alboroto.
Hasta fastidiar.
Así toda pieza,
Mala, o inmortal,
A esto está sujeta
Por fatalidad.


Si tú imprimes, un sacristán te acusa de herejía, un galopín de colegio te denuncia, un hombre que no sabe leer, te condena, el público se burla de ti, tu librero te abandona, y tu tabernero no te quiere dar mas vino fiado. Yo añado siempre a mi Padre nuestro "¡Dios mío! Libradme de la rabia de hacer libros."

O vosotros, que como yo ponéis lo negro sobre lo blanco, y que ensuciáis papel acordaos de estos versos antiguos, que hubieran debido corregirnos:

Fue un tiempo en que ese fárrago era lino,
y por el arte lienzos enseguida;
después fue trapos hecho; en un molino
Llegó a papel; y luego la atrevida
Necedad no omitió atroz desatino
Para ensuciar esta invención querida:
Al fin se quema; y en humo transformado
Cual la gloria del hombre es disipado.

Tal es la historia fiel y verdadera
De los trabajos, porque tonto afanas,
¡O mortal orgulloso! Considera
¡Cuan necias esperanzas y cuan vanas
Tu ambición alimenta! Mas valiera
Que reformases tus ideas insanas;
Pues todo es humo, y sin cesar te advierte
Que la nada ha de ser tu única suerte.



  1. St Mat. cap. VI, v. 31 y sig.