Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Josef

No considerando la historia de Josef mas que como un objeto de curiosidad y de literatura, es uno de los monumentos de la antigüedad más preciosos, que han llegado hasta nosotros. Esta historia parece que es el modelo de todos los escritores orientales; y es mas tierna que la Odisea de Homero; porque un héroe que perdona, es mas interesante que el que se venga.

Nosotros consideramos a los árabes como los primeros autores de estas ficciones ingeniosas que han pasado a todas las lenguas, pero yo no veo entre ellos ninguna aventura que sea comparable a la de Josef. Casi todo es maravilloso en ella, y el fin puede hacer derramar lágrimas de ternura. Josef es un joven de dieciséis años, del que están envidiosos sus hermanos: estos lo venden, a una caravana de mercaderes ismaelitas, que lo conducen a Egipto, donde lo compra un eunuco del rey. Este eunuco tenia una mujer, lo que no debe admirarnos; porque el kislar-agá, que es un eunuco perfecto al que le han cortado todo, tiene en el día un serrallo en Constantinopla; conserva sus ojos y sus manos, y la naturaleza no ha perdido sus derechos en su corazón. Los demás eunucos a los que no se ha cortado mas que los dos acompañamientos del órgano de la generación, acostumbran a emplear este con frecuencia; y Putifar a quien fue vendido Josef, podía muy bien ser de esta especie de eunucos.

La mujer de Putifar se enamoró del joven Josef, que fiel a su amo y bienhechor, desechó las insinuaciones de su mujer. Esta se irritó, y acusó a Josef de haberla querido seducir. He aquí la historia de Hipólito y de Fedra, de Belerofonte y de Estenobea, de Hebro y de Damasipa, de Tantis y de Peribea, de Mirtilo y de Hipodamia, de Peleo y de Dameneta.

Difícil es saber cual de todas estas historias es la original; pero entre los autores antiguos árabes hay un rasgo tocante a la aventura de Josef y la mujer de Putifar, que es muy ingenioso. Supone el autor, que indeciso Putifar entre su mujer y Josef, no miró la túnica de Josef, que su mujer había desgarrado, como una prueba del atentado del joven esclavo. En el cuarto de la mujer había un niño en una cuna: Josef decía, que su ama le había desgarrado y quitado su túnica en presencia del niño: Putifar consultó al niño cuyo talento era muy adelantado para su edad, y el niño le dijo: Mira si la túnica está desgarrada por detrás ó por delante; si por delante es una prueba de que Josef ha querido forzar a tu mujer que se defendía, y si por detrás, es una prueba de que tu mujer corría detrás de él. Gracias al genio del niño, Putifar conoció la inocencia de su esclavo. Así se cuenta esta aventura en el Alcorán según el antiguo autor árabe. Este no se detiene en decirnos a quien pertenecía el niño que juzgó con tanto talento. Si era un hijo de Putifar, no fue Josef el primero a quien quiso su mujer.

Sea de esto lo que quiera; según el Génesis Josef fue preso, y se encontró en la prisión en compañía del copero y del panadero del rey de Egipto. Estos dos presos de Estado sueñan por la noche; y Josef les explica sus sueños, diciéndoles que dentro de tres días el copero volverá a la gracia del rey y el panadero será ahorcado; lo que no dejó de suceder.

Dos años después, soñó también el rey de Egipto; su copero le dijo que había en la cárcel un joven, que era el primer hombre del mundo para la inteligencia de los sueños; el rey lo hace llamar, y él le predice siete años de abundancia y siete años de esterilidad.

Interrumpamos un poco el hilo de la historia para ver la prodigiosa antigüedad de la interpretación de los sueños. Jacob había visto en sueños la escala misteriosa, en lo alto de la cual estaba el mismo Dios; y en sueños aprendió el método de multiplicar los rebaños; método que a nadie a salido bien, sino a él. El mismo Josef había aprendido por un sueño que algún día dominaría a sus hermanos. Mucho tiempo antes fue Abimelech informado en sueños, que Sara era mujer de Abraham.

Volvamos a Josef. Luego que este explicó el sueño de Faraón, fue al instante nombrado su primer ministro. En el día se duda que se encontrase un rey, ni aun en Asia, que diese este destino por la explicación de un sueño. Faraón hizo casar a Josef con una hija de Putifar; y se dice que este Putifar era gran sacerdote de Heliopolis; luego no era el eunuco su amo; y si lo era, tenia también otro titulo, y su mujer había sido madre mas de una vez.

Entretanto llegó el hambre, como lo había predicho Josef, y este que deseaba merecer las bondades de su rey, obligó a todo el pueblo a que vendiese sus tierras a Faraón, y toda la nación se hizo esclava para tener trigo. Al parecer este el origen del poder despótico. Es preciso confesar, que ningún rey hizo jamás un negocio mas barato; pero también el pueblo no debía bendecir mucho al primer ministro.

Al fin, también tuvieron necesidad de trigo el padre y los hermanos de Josef, porque el hambre asolaba entonces toda la tierra. No me tomaré el trabajo de contar aquí como recibió Josef a sus hermanos; como los perdonó y como los hizo ricos. En esta historia se encuentra todo lo que constituye un poema épico interesante: exposición, enredo, reconocimiento, peripecia y lo maravilloso. Nada tiene mas claro el sello del genio oriental.

Lo que el buen hombre Jacob, padre de Josef, respondió a Faraón, debe llamar la atención de los que saben leer. ¿Qué edad tienes? le dijo el rey. Ciento treinta años, contestó el viejo, y todavía no he tenido un día feliz en esta corta peregrinación.