Libertad de imprimir (DFV)

Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Libertad de imprimir

¿QUÉ mal puede hacer a la Rusia la predicción de Juan Santiago? Ninguno: y le será permitido explicarla en un sentido místico, típico y alegórico, según el uso. Las naciones que destruirán los rusos, serán las bellas letras, las matemáticas, el espíritu de sociedad y la civilización, que degradan al hombre y pervierten su naturaleza.

En Holanda se han impreso cinco o seis mil folletos contra Luis XIV; y ninguno ha contribuido a hacerle perder las batallas de Blenheim; de Turín y de Ramillas.

En general, es de derecho natural servirse de su pluma como de su lengua a riesgo de sus costillas y de su fortuna. Yo conozco muchos libros que han fastidiado; y no conozco ninguno que haya hecho un verdadero mal. Los teólogos, o los falsos políticos gritan: "La religión será destruida, y el gobierno será perdido si imprimís ciertas verdades, o ciertas paradojas. Que jamás os pase por la cabeza el pensar hasta después de haber pedido el permiso a un fraile, o a un escribiente. Es contra el buen orden que un hombre piense por sí mismo. Homero, Platón, Cicerón, Virgilio, Plinio y Horacio nunca publicaron nada, sino con la aprobación de los doctores de la santa inquisición."

“Mirad la horrible decadencia en que la libertad de la imprenta ha hecho caer a la Inglaterra y a la Holanda. Es cierto que ellas abrazan el comercio de todo el mundo, y que la Inglaterra es victoriosa por tierra y por mar; pero todo esto no es más que una falsa grandeza y una falsa opulencia: ambas caminan hacia su ruina a pasos agigantados. Un pueblo ilustrado no puede subsistir."


No puede discurrirse con mas exactitud, amigos míos; pero veamos, si os parece, qué Estado se ha perdido por un libro. El mas perjudicial, el más pernicioso de todos es el de Espinosa: no solamente ataca el nuevo Testamento en calidad de judío; sino que también arruina el antiguo en calidad de sabio: su sistema de ateísmo es mucho más uniforme y mil veces mejor fundado que los de Estraton y de Epicuro; y se necesita la mayor sagacidad para responder a los argumentos, con los que trata de probar, que una sustancia no puede crear a otra.

Yo detesto como vosotros su libro, que tal vez yo entiendo mejor que vosotros, y al que habéis respondido muy mal; pero ¿habéis visto que este libro haya cambiado la faz del mundo? ¿Hay algún predicante que haya perdido un florín de su pensión por la venta de las obras de Espinosa? ¿Hay algún obispo, cuyas rentas hayan disminuido? Al contrario, se les han doblado las rentas desde aquel tiempo; y todo el mal se ha reducido a un corto número de lectores pacíficos, que han examinado en su gabinete los argumentos de Espinosa, y que han escrito en pro o en contra obras poquísimo conocidas.

Vosotros mismos sois tan inconsecuentes, que habéis hecho imprimir ad usum Delphini el Ateísmo de Lucrecio (como se os ha probado ya), y no ha resultado ni escándalo ni alboroto: así pues, dejemos a Espinosa vivir en paz en Holanda, como se dejó a Lucrecio tranquilo en Roma.

Pero no; si se publica entre vosotros algún libro nuevo, cuyas ideas choquen un poco a las vuestras, (suponiendo que vosotros tengáis ideas) o cuyo autor sea de un partido contrario a vuestra facción, o lo que es peor todavía, que no pertenezca a ningún partido, al momento gritáis, ¡que se condene al fuego! Esto es un escándalo y todo es alboroto y zambra en vuestro rinconcillo de tierra. He aquí un hombre abominable, decís, que ha impreso, que si no tuviéramos manos, no podríamos hacer medias ni zapatos: ¡qué blasfemo! Las devotas gritan; los doctores se juntan, las alarmas se multiplican de colegio en colegio, y de casa en casa; los cuerpos enteros se ponen en movimiento; ¿y porqué? Por cinco o seis páginas, de las que nadie habla al cabo de tres meses. ¿Os desagrada un libro? Refutadlo. ¿Os fastidia? No lo leáis.

¡O! me diréis: los libros de Lutero y de Calvino han destruido la religión romana en la mitad de la Europa. ¿Por qué no decía también que los libros del patriarca Focio han destruido esta religión romana en Asia, en África, en Grecia y en Rusia?

Os engañáis torpísimamente, si pensáis que habéis sido arruinados por los libros. El imperio de Rusia tiene dos mil leguas de extensión, y no hay en él seis hombres que sepan bien los puntos controvertidos entre las iglesias griega y latina. Si el fraile Lutero, si el canónigo. Calvino, si el cura Zuingle se hubieran contentado con escribir, Roma subyugaría todavía los Estados que ha perdido; pero estas gentes y sus secuaces corrían de ciudad en ciudad, y de casa en casa, amotinaban las mujeres y estaban sostenidos por los príncipes. La furia que agitaba a Amata y que la azotaba sin compasión, según dice Virgilio, no era más turbulenta. Sabed que un capuchino entusiasta, faccioso, ignorante, acomodaticio y vehemente, emisario de algún ambicioso predicante, confesante, comulgante, o cabalante, trastornará una provincia, mas bien que la podrán ilustrar cien autores. El Alcorán no hizo vencer a Mahoma; sino Mahoma hizo que venciera el Alcorán.

No; Roma no ha sido vencida por los libros; sino porque ha escandalizado a la Europa con sus rapiñas, con la venta pública de las indulgencias, con haber insultado a los hombres, con haber querido gobernarlos como animales domésticos, y con haber abusado de su poder en tales términos, que es admirable que le haya quedado ni una sola aldea. Henrique VIII, Isabel, el duque de Sajonia, el langrave de Hesse, los príncipes de Orange, los Condé y los Coligni lo han hecho todo; y los libros nada. Las trompetas no han ganado jamás ninguna batalla, ni han derribado más murallas que las de Jericó.

Vosotros teméis los libros, como ciertas villas han temido los violines. Dejad leer, y dejad bailar; que nunca estas dos diversiones harán ningún mal al mundo.