Nota: En esta transcripción se ha mantenido la ortografía original.

Instinto

Instinclus, impulsus, impulso; pero ¿cual es la potencia que nos impele?

Toda sensación es instinto.

Una conformidad secreta de nuestros órganos con los objetos forma nuestro instinto.

Por el instinto hacemos mil movimientos involuntarios; lo mismo que por instinto somos curiosos, corremos tras de la novedad, nos causa miedo la amenaza, nos irrita el desprecio, nos apacigua la sumisión y nos enternecen las lágrimas.

Nosotros somos gobernados por el instinto como los gatos y las cabras: y esta es otra semejanza que tenemos con los animales, semejanza tan incontestable como la de nuestra sangre, de nuestras necesidades y de las funciones de nuestro cuerpo.

Nuestro instinto no es jamás tan industrioso como el de los animales, y ni aun llega a él ni con mucho. Luego que un becerro, o que un cordero salen del vientre de su madre corren a mamar las tetas; y un niño perecería si la suya no le pusiese su pecho en la boca teniéndolo entre los brazos.

jamás ninguna mujer embarazada se ha determinado invenciblemente por la naturaleza a preparar con sus manos una primorosa cuna de mimbres para su hijo, como la que hace una curruca con su pico y con sus patas. Pero el don que tenemos de reflexionar, junto a dos manos industriosas que nos ha dado la naturaleza, nos eleva hasta el instinto de los animales, y con el tiempo nos hace infinitamente superiores a ellos, tanto en bien como en mal. Esta proposición ha sido condenada por los señores del antiguo parlamento y de la sorbona, [1] todos grandes filósofos naturalistas, y que han contribuido mucho a la perfección de las artes, como nadie ignora.

Primeramente nos inclina nuestro instinto a apalear a nuestro hermano que nos enfada, si estamos coléricos, y nos sentimos más fuertes que él: y en seguida nuestra razón sublime nos hace inventar las flechas, la espada, la pica, y por último el fusil, con cuyos instrumentos matamos a nuestro prójimo.

E1 instinto solo nos inclina a todos a hacer el amor, amor omnibus ídem; pero Virgilio, Tibulo y Ovidio lo cantan.

Por el instinto se para un joven artesano con admiración y respeto delante de la carroza sobredorada de un intendente. La razón viene a este artesano, y llega a ser oficial de una aduana, se civiliza, roba y se hace a su turno gran señor, y llena de lodo a sus antiguos cantaradas con su carroza mas dorada que la que le causaba tanta admiración, y en la que va casi tendido a la larga.

¿Qué cosa es este instinto que gobierna todo el reino animal, y que en nosotros está modificado por la razón, o reprimido por la costumbre? ¿Es divinae partículae aurae? Sí, sin duda es alguna cosa divina; porque todo es divino. Todo es el efecto incomprensible de una causa incomprensible. Todo está determinado por la naturaleza. Nosotros hablamos de todo, y no nos damos nada.


  1. Impreso en 1771.