Historia general de la medicina en Chile/Capítulo XXV



CAPÍTULO XXV.

La primera Escuela de Medicina en Chile

1833-1843




SUMARIO.—§ I. Doctrinas médicas que dominaron en este período.—§ II. Inauguración oficial del primer curso. Discurso de apertura del profesor Blest. Exposición de los caracteres científicos de la enseñanza y de las teorías reinantes sobre la medicina. Peroración á los alumnos.—§ III. Nómina de los primeros alumnos.—§ IV. Decretos de organización de la primera Escuela Médica. Las clases de Farmacia.—§ V. Fases porque atravesó el primer plan de estudios. Diversas ideas y programas que sirvieron para la organización definitiva.—§ VI. Interesantes trabajos del médico peruano Paredes, relativos á la enseñanza de la medicina y á la patología y climatología médica de Chile.




§ I.


Las teorías humorales, de la colonia, ampliadas con las nosojenias mecánicas de Boherave, que á fines del siglo XVIII, aún primaban en las universidades inglesas, fueron avasalladas por las doctrinas de Cullen constituidas en la creencia de que los fenómenos vitales, hygidos ó mórbidos, se desprendían del funcionalismo nervioso, causa eficiente del animismo humano.

Esta Escuela, creada por Cullen, caracteriza lo que se llamó el solidismo vital que se levantó como barrera á la tesis de Boherave. Cullen basaba la etiología patológica en la alteración del sistema nervioso, y aunque en algunos casos aceptaba la alteración de los sólidos y de los humores como causa eficiente de ciertas enfermedades, descansaba sus teorías en los estados hygidos del potencial motriz de la masa cerebral. Estando roto el equilibrio de las funciones del cerebro y el estado fisiológico de la periferia se produce un estímulo indirecto del sistema circulatorio, compensatriz, «y cuyo estímulo—dice Bouchut, en su Historia de la Medicina—con la ayuda del acceso, frio y del espasmo que lo acompaña, aumenta la acción del corazón y de los gruesos vasos y subsiste así hasta que se haya establecido la enerjia cerebral, y comunicándose esta misma enerjia á los vasos pequeños, reanimada su acción, se destruye por sí mismo el espasmo, terminado, el sudor y los signos de relajación del sistema periférico.»

A su vez, el doctor Brown, dividió á los solidistas que sostenían á su antiguo maestro, enarbolando una nueva bandera en la Universidad de Edimburgo, cuyo programa simplificaba la síntesis fisiológica de la existencia, en este aforismo: «La vida se conserva por la exitación, es el resultado de la acción de los exitantes sobre la exitabilidad de los órganos.—» El láudano fué el medicamento heroico de su escuela. Estas teorías, agregadas á las del sistema fisiológico, del célebre innovador Broussais, fueron las que vinieron á principios del siglo, traídas por los primeros médicos extranjeros, á sobreponerse sobre los arraigados métodos que habían dominado durante la colonia.

Los Drs. Blest y Cox, trajeron las doctrinas de la escuela inglesa y las pusieron en boga en los primeros años de la república.

Las enfermedades, decía el Dr. Blest, explicando la incitabilidad, de Haller, son correlativas al estado en que se halle esta misma irritabilidad que existe en cada parte, por pequeña que sea, de la máquina humana, «de que dependen las saludables funciones de todos los órganos del cuerpo. Todo estímulo tiene el poder de elevar la acción de este principio, y la acción así producida es proporcional á la fuerza del estímulo aplicado.

Si la fuerza de este estímulo no es muy grande, la irritabilidad se eleva solamente á un grado poco más que natural; pero si crece ó se aumenta, la irritabilidad se exaspera y la parte á que se ha aplicado el estímulo pasa al estado llamado inflamatorio y si este estímulo es aún más fuerte, la irritabilidad se agota y cesan las funciones de la parte.»

La escuela fisiológica, fundada por Broussais, brilló en las universidades francesas hasta que llegaron Laennec y Corvisatt, que tranformaron las bases doctrinarias y las impusieron al mundo científico.

Estas teorías las trajo á Chile el Dr. Sazie, marcando el principio de la época moderna.

«¿Cual es el motivo que hace que Sazie fuera el iniciador de esta época?—pregunta el Dr. Valderrama.[1]

Es porque hay en la historia de nuestro arte un momento que tuvo inmensa influencia en el progreso de la medicina y que está marcado en la historia general por los trabajos del inmortal Laennec: sin Laennec no puede practicarse la medicina. Sus trabajos sobre la auscultación y sobre la anatomía patológica cambiaron la faz de nuestro arte, levantaron la práctica de la medicina á una inmensa altura. Sazie, al llegar á Chile, venia empapado en las ideas de Laennec; había asistido á aquella lucha gigantesca en que el autor de la medicina fisiológica, polemista apasionado y ardiente, se estrellaba contra la serenidad pensadora del ilustre anátomo-patologista de la escuela de Paris.

En vano Broussais, usaba de todas las armas de la polémica contra Laennec; á la burla, al sarcasmo de aquél, contestaba el último publicando el resultado de sus observaciones; y el sarcasmo pasó, y sobre la arena del combate se alza hoy, coronada de laurel inmortal, la figura de Laennec vencedor.»


§ II.


El 17 de Abril de 1833, fué día de fiesta para la ciudad de Santiago y una fecha histórica para la República de Chile.

El presidente don Joaquin Prieto y el ministro don Joaquin Tocornal, inauguraron con inusitada pompa las aulas de la primera Escuela de Medicina.

La perseverancia, la razón y el patriotismo vencían al fin, después de tres siglos de estagnación intelectual bajo el réjimen colonial y veintitrés años de lucha, de incertidumbres y esperanzas dentro del nuevo camino de la libertad.

El Dr. Blest, presidente del Protomedicato y profesor de la clase de medicina, á quien le cupo la honra de declarar abierto el primer curso médico de Chile, pronunció un meditado y conceptuoso discurso, programa de la escuela, el cual exponemos en sus partes más interesantes para el fin histórico de este archivo:

«El constante y ardiente deseo de mi vida, dice el referido profesor, ha sido el coadyuvar á la benéfica tendencia, dignidad, importancia y respeto de la profesión á que pertenezco; y siendo yo el primero que tiene la honra de abrir las magestuosas puertas de la medicina al público chileno,—ciencia útil que nos pone en circunstancias de ser útiles al pais—mi pecho se conmueve por un sentimiento de gratitud hácia el gobierno que me ha proporcionado los medios de llenar mis anhelos, y de que mi nombre se encuentre en sus futuras páginas.»

Entrando al desarrollo de su tesis, continúa el Dr. Blest, de esta manera:

«En la historia de la medicina hay tres circunstancias notables¿¿, muy dignas de nuestra atención:

La primera, es el grande esmero y la infatigable constancia con que los fundadores de la profesión se dedicaron á cultivarla.

La segunda, es la poca duración y muy limitada utilidad que resultó de sus doctrinas que no tuvieron por base el exacto conocimiento estructural del cuerpo humano.

La tercera, es la grande y benéfica mudanza introducida en la ciencia al subvertirse totalmente los sistemas antiguos, y que, por tanto tiempo, encadenaron el juicio médico de Europa.

Ha llegado el momento en que los médicos han conocido el absurdo de gobernarse por los dogmas escolásticos de los antiguos escritores.

Los profesores del día no temen desviarse del ipse dicit de aquellos que se han llamado los padres de la medicina.

El influjo del ser intelijente, de Hipócrates, que por sí solo curaba las enfermedades humanas,—los corpúsculos, de Asclepiades—las cuatro calidades, de Galeno—los hechizos ó encantos, de Æetius—los humores crudos y redundantes, de Alejandro—la opinión de Sthal, sobre el poder que ejerce el alma en los medicamentos—la creencia de Hoffmann, de que todas las enférmedades nacen ex vitio motuum microsmicorum in solidis—la doctrina de Boerhave, de la laxitud y rigidez de los sólidos simples—el sistema de expectación—el método químico—el empírico, y tantos otros delirios de los antiguos, que han desaparecido al aspecto brillante y segura luz de la anatomía moderna, haciendo que la medicina sea ya una ciencia de inducción.»

Entra en seguida, el orador, á tratar de la importancia de la anatomía y fisiología, de la patología general, de la semeiótica, de la química, botánica, farmacia y materia médica, pintando un cuadro de su esencialidad en el verdadero y serio terreno de las escuelas modernas.

Pasa, á continuación, á disertar sobre la materia que le corresponde tratar como catedrático de medicina.

Define á esta ciencia que enseña á descubrir, distinguir, prevenir y curar las enfermedades, dividiéndola en medicina teórica y práctica, y en materia médica.

Analiza las teorías en boga, las clasificaciones de la enfermedad, critica las nosogenias de Vogel, de Pinel, de Good, y acepta, como base, la que á su juicio es la menos defectuosa, la del profesor Cullen.

En seguida, expone el método que seguirá en sus lecciones:

1.°—Enfermedades agudas y sub-agudas.

2.°—Enfermedades crónicas.

El estudio de estas secciones lo subdivide en los siguientes capítulos:

1°—Causas remotas.

2.°—Síntomas.

3.°—Anatomía mórbida.

4.°—Condiciones ahygidas de que los síntomas dependen.

5.°—Diagnosis.

6.°—Plan curativo.

7.°—Prognósis.

Después de analizar este programa general señala otro cuadro de observaciones particulares acerca de las molestias agudas y crónicas con referencia á los estados de los tejidos, como á las membranas mucosas, serosas etc., y á los cambios de los fluidos, particularmente de la sangre.

En último término, indica las modificaciones que sufren algunas dolencias en Chile, presentando caracteres diferenciales marcados, con las europeas, y se preocupa de las enfermedades indígenas, nativas del territorio, y que no se hallan clasificadas en ningún texto de medicina.

El estudioso profesor, termina su interesante discurso con sentidas é injenuas palabras que no hemos podido dejar de consignar, y que no dudamos serán recordadas con el interés que merecen:

«Y ahora, señores, antes de retirarnos, séame lícito presentarles unas breves observaciones relativas á la carrera que Uds. han elejido para su futura subsistencia.

Permítaseme advertirles que no podían haber escojido una profesión más extensa, más laboriosa, más llena de obligaciones morales y sociales, y más eminentemente importante.

La omnipotencia misma de los elementos que nos rodean, el mar y la tierra, y los secretos de la naturaleza, en fin, todos los objetos animados ó inanimados del gran universo, son en ella comprendidas.

La miseria en todos sus aspectos, la enfermedad en todas sus formas, el estado físico y moral del hombre desde su cuna hasta su sepulcro, forman los interesantes y constantes objetos de su contemplación.

Bajo este vasto punto de vista, es preciso que Uds. consideren la profesión médica, y por consiguiente, antes de dar un paso más adelante, suplícoles por todo lo que es más caro en el hombre, por su propio honor, por la futura quietud de su conciencia, y por el bien de la humanidad doliente, que consulten exacta y seriamente sus potencias físicas y morales, para saber si son capaces de soportar el peso inmenso que Uds. piensan cargar sobre sí.

Si creen que son adecuados á todo esto, comiencen desde luego sus tareas y no permitan que cosa alguna los distraiga de esta noble y filantrópica determinación.

Hagan Uds. que un estudio incesante y cuidadoso sea la base de su profesión, que les hará útiles á sí mismos, á sus familias y á la comunidad.

No carecen Uds. de cosa alguna para sus estudios, porque alumnos de medicina jamás han principiado bajo mejores y más lisonjeros auspicios.

Cuentan no solamente con la protección, sino también con la declarada é imperiosa tutela de un gobierno liberal y sumamente decidido y deseoso de protejer y adelantar todas las ciencias y artes útiles á la sociedad; y, á más de esto, principian en un pais donde no existen las fuertes é inveteradas preocupaciones de Europa, contra la disección de cadáveres; donde no tienen que gastar nada para su aprendizaje; donde la clínica en los hospitales está abierta para todos los que quieran valerse de ella; en un pais, por fin, donde todos los elementos capaces y necesarios para dar un conocimiento profundo en todos los ramos de la ciencia médica, existen en superabundancia.

Finalmente, permitidme deciros que cuando Uds. entren al ejercicio de la profesión, deben tener toda paciencia y prudencia.

Los largos y continuados sufrimientos de algunos, la lijereza ó ignorancia de otros, y la ingratitud y mala fé de unos pocos, les harán objeto frecuente de la más falsa y envenenada calumnia, pero no olviden jamás la dignidad de su carácter, repriman sus sentimientos ofendidos, y miren la recompensa de esta naturaleza como parte de los males y chascos incidentes de la vida.

Conducirse siempre con una conciencia recta y pura, no traicionar los secretos ó confianza de sus pacientes, ni valerse jamás de la credulidad ó ignorancia de ellos para efectuar miras particulares.

Respecto á la inmediata asistencia á los enfermos, jamás se guien por la indigna y pusilánime doctrina de la conveniencia individual, porque en toda conducta humana no hay mas que dos caminos: el malo y el bueno; por consiguiente, nunca permitan consideraciones personales que impidan la ejecución de medidas que, su razón y la experiencia dictan como precisas, aunque usándolas se expongan á censuras abiertas ó secretas insinuaciones.

Ningún hombre, dice un célebre autor inglés, debe practicar la medicina sino está siempre preparado para sacrificar su reputación profesional á la ventura de salvar la vida de su paciente.

No podemos siempre conseguir buen suceso, aún en casos de poca gravedad, y cuando erramos en los que son verdaderamente dudosos ó importantes, el mejor consuelo es haber hecho, según conciencia, todo lo que podemos.

Conserven en su memeria el adagio: Virtus et perseverantia impedimenta omnia postremo vincent.»


§ III.


La solemne inauguración de la escuela médica, acto precursor de la cima brillante en que vive la medicina moderna, se halla vinculada, no sólo á la acción del gobierno y del primer profesorado, sino también á la pléyade de jóvenes que venciendo las resistencias que oprimían la marcha del Instituto, decidieron aunar sus esfuerzos y poderosas voluntades, formando el primer cuadro de alumnos con que se inició el aprendizaje de la medicina, en nuestra patria.

He aquí la nómina de esta digna juventud:

Diego Aranda
Luis Ballester
Juan Cruz Carmona
Manuel Carmona
Juan Mackenna
Francisco Rodríguez
Enrique Salmón, y
Francisco Javier Tocornal

Se incorporaron á este primer curso los alumnos:

Martin Abello
Vicente Mesías, y
Bartolomé Morán,

que habían efectuado, previamente, durante dos años, el estudio de la anatomía, bajo la dirección del profesor Morán, y de la medicina y cirugía con el Dr. Cox.


§ IV.


El programa oficial de la nueva escuela estaba especificado en el decreto siguiente:

«Santiago, 12 de Marzo de 1833.

Deseando el gobierno promover el estudio de las ciencias médicas que, aunque reconocida en todas las naciones del mundo como la primera necesidad para la conservación de la vida, ha sido descuidada en Chile á influjo de una preocupación vulgar; y anhelando, igualmente, abrir una nueva y brillante carrera á la juventud estudiosa, ha venido en decretar y decreto;

Se abrirá en el Instituto Nacional, un curso de ciencias médicas que durará seis años, distribuidos en la forma que sigue:

{c|Clase Primera}

Año 1.°—Anatomía especulativa y práctica.

Año 2.°—Continuación de la anatomía práctica, fisiología é higiene.

Clase Segunda

Año 1.°—Principios y práctica de la medicina

Año 2.°—Materia médica y medicina clínica en los hospitales.

Año 3.°—Los principios y práctica de la cirugía, y cirugía clínica.

Año 4.°—Obstetricia y enfermedades incidentes á los niños.

Comuniquese á quien corresponda.—Prieto.—Tocornal.

La clase de Farmacia creada por decreto de Febrero 28 de 1833, se entregó á la acertada dirección del profesor don José Vicente Bustillos que supo labrarse en ese puesto una merecida y renombrada posición científica.

«Considerando que la Farmacia, una de las ciencias más útiles y necesarias, se encuentra paralizada, imperfecta y apenas conocida, por carecer la juventud que á ella se dedica de una instrucción metódica y científica», según reza el respectivo decreto de su instalación, se mandó crear un curso que duraría tres años, con el nombre genérico de Farmacia. Este curso se subdividía en las asignaturas de química, de botánica y zoología, en cuanto á su aplicación á dicho ramo, y en el estudio de la farmacia propiamente tal.

Todas estas asignaturas quedaron rejentadas por el mismo profesor Bustillos, bajo la supervijilancia inmediata del rector del Instituto, y del Protomedicato.


§ V.


La organización de los programas de estudios médicos, pasó por variadísimas fases en las deliberaciones de la primera Junta de Educación del Instituto Nacional, y que es necesario recordar para poder formarnos un juicio cabal de la marcha que ha seguido la enseñanza.

El dia 10 de Agosto de 1813, se proponía que el primer plan de dichos estudios deberia abarcar las clases de Patología y Medicina teórica, de Clínica y Medicina práctica, de Cirugía y Anatomía, y de Botánica á las cuales se agregaba poco después la de Quimica, dirigida por el profesor Francisco Rodríguez Brochero, clase que debía ser común para los alumnos de farmacia y de ciencias físicas y naturales.

Este programa, aprobado con reformas, fijaba en cuatro años la duración del curso, obligando dos años para la anatomía y fisiología, y otros dos para la medicina teórica y práctica. El curso completo de la escuela, sumaba los ramos siguientes:

Dibujo, matemáticas puras, botánica, física experimental, anatomía, patología, clínica interna y materia médica, para el de Medicina.

Dibujo, matemáticas puras, anatomía, fisiología, cirugía, vendajes, operaciones, obstetricia, y materia médica, para el de Cirugía.

Ya hemos visto, en párrafos precedentes, las opiniones de los profesores Grajales, Oliva y Nataniel Cox, referentes á los planes de estudio. El doctor Blest, á su llegada al país presentó, á su vez, las bases de un proyecto general de estudios médicos calculado en los programas europeos, salvo algunas variantes tomadas en cuenta en vista de las condiciones onerosas del fisco y del estado incipiente de la instrucción pública. En este plan se comprendía á la anatomía, fisiología, botánica, química, patologías y clínicas interna y externa, higiene, materia médica, cirugía y obstetricia, insistiendo en el aprendizaje práctico en laboratorios, anfiteatros y hospitales, y en la formación de una biblioteca, complemento ineludible de una sólida instrucción. Al publicar estas ideas, hace votos su autor, porque se ejecuten con urjencia, manifestando que la prosperidad de la medicina en Chile le causaría tanto orgullo y regocijo como al más patriota de los chilenos.

De la conexión de los anteriores propósitos discutidos y estudiados por los médicos y miembros dirijentes del Instituto, resultó el plan puesto en vijencia en 1833.


§ VI.


Dejamos constancia en este capítulo de un interesante informe, el primer opúsculo sobre medicina, publicado el 5 de Julio de 1813,—un año después de la instalación de la primera imprenta en Chile—debido al reputado médico limeño José Gregorio Paredes que, por motivos de salud, se había domiciliado en los alrededores de Santiago.[2]

Esta interesante publicación, erudita y avanzada para la época, que sirvió de ilustración para confeccionar el programa de la Escuela, advierte la necesidad de los estudios prácticos basados en el conocimiento de la estructura humana, verificado en anfiteatros de disección, si es que se desee tener idea exacta «del físico del hombre, en que estriba el arte de reparar los quebrantos.» Describe, el mismo autor, la manera de hacer los estudios prácticos, de organizar los anfiteatros, y termina recomendando los textos mejores para la enseñanza.[3] He aquí dicho opúsculo:

Informe del Dr. Paredes:

Srs. de la Junta Superior de Educación: Remito á V. S. la adjunta nota sobre los puntos que se sirven encomendarme con tanto honor á la cortedad de mis conocimientos.

Lexos de considerarlo capaz de llenar su fin suplico á V. S. dispensar su brevedad y demas defectos, y vea en ello solamente el respeto que le profeso, y mi prontitud á sus órdenes.

Dios güe. á V. S. M. A.—Gregorio Paredes—Santiago de Chile, á 5 de Julio de 1813.

«La anatomía ocupa el primer lugar en el conocimiento físico del hombre, y es la base mas sólida en que estriba el arte de reparar sus quebrantos. El estudio de los órganos debe necesariamente preceder al de las funciones, como el del recto ejercicio de estas, al de las lesiones que pueden experimentar en que consisten las enfermedades. La anatomía con la fisiología, su compañera inseparable en las aplicaciones prácticas al arte de curar, después de recorrer todas las partes de la economía animal, descubre las que son congéneres, ó que tienen tendencias á su mismo fin; proporciona reducirlas á ciertas clases, coordinarlas con método, descubrir sus simpatías o correspondencias, y esparce una luz sobre la parte que tienen en la producción de los fenómenos morbosos que, al paso que conduce al profesor por el confuso caos de los síntomas al descubrimiento de la causa productiva, fija sus incertidumbres y lo asegura en sus dictámenes. Entre la observación de los desórdenes sensibles y la administración de los auxilios adecuados á corregirlos, debe intervenir una serie de raciocinios, acerca de las partes originales y principalmente afectas de las vias por donde se introducen los medicamentos, y de las modificaciones que experimentan hasta ponerse en contacto con ellas; sin los cuales el ejercicio médico queda reducido á un ciego y grosero empirismo. Mas cuando los máles son de naturaleza que solo pueden socorrerse con operación manual, por la estirpación, separación ó unión de algunos órganos, es tan absoluta la necesidad de su previo conocimiento, que si falta, será forzoso abandonar el caso al curso muchas veces fatal de la naturaleza, ó aventurar un riesgo mayor que el daño que se intenta remediar. Unas verdades tan palpables, fortificadas en el conocimiento experimental del engrandecimiento en que se ha puesto el arte quirúrgico, después que restauradas las ciencias, ocupó la anatomía el lugar que se merecía de la consolidación, esclarecimientos y aujes que recibieron los métodos antes oscuros de la medicina interna, han dictado á todas las naciones ilustradas los reglamentos que sujetan á los individuos, que se destinan á una ú otra facultad, al estudio preliminar de la anatomía, y nó como quiera, sinó práctico y usual. Consiguientes á ellos son, no sólo la creación de maestros públicos de la ciencia, sinó también la erección de edificios adecuados ó teatros en que se hagan las demostraciones, con todas las facilidades y medidas que exige la adquisición penosa, disquetante y muchas veces arriesgada de esta clase de conocimientos. La historia médica recuerda con dolor la pérdida de profesores ilustres, sacrificados á impulsos de una dedicación imprudente.

Al emprender un establecimiento de esta naturaleza, conviene siempre estender las miras, de aquel estado de pequeñez que tienen todas las cosas en sus principios, á las creces de que son suceptibles con el tiempo y cultivo, para que, en cuanto esté de parte de la fundación, no se opongan embarazos a los ulteriores progresos, sinó que antes bien los auxilios que se tengan á mano propendan y concurran á ellos. Felizmente un anfiteatro anatómico es de los establecimientos científicos menos costosos y según esto, es tanto más sensible que un pequeño ahorro en gastos, que talvez no vuelven á repetirse, priven de unas ventajas, que si se logran nunca deben reputarse caras.

Un anfiteatro, debe, desde luego, hallarse en proximidad de un hospital, si puede ser, de ambos sexos, su salón principal de competente capacidad, ochavado ó cuadrilongo, debe estar en piso seco, y contar con paredes altas, con claraboyas capaces, abiertas por todos lados, que proporcionen toda la luz y ventilación posibles. Una cátedra en cabecera, uno ó dos órdenes de asientos cómodos alrededor, y una mesa en el medio, capaz de recibir el cadáver con comodidad y aseo, son todos sus adornos. Al efecto, suele hacerse de piedra que admita buen pulimento con reborde en el contorno, y leve descenso hácia el medio á manera de un azafate, el cual entra en un cajón robusto de madera colocado sobre un pié maciso; la mesa y el pié se taladran de alto abajo por su centro, y con esto la sangre y demas humores que salen del cadáver, desaguan en un sotanillo, que tiene su abertura al estertor de la sala, por donde se entra á limpiarle. Al lado del salón principal debe haber otro que sirva de depósito de los varios útiles que se necesitan. y además una habitación destinada al portero ó custodio del anfiteatro, que debe ser uno de los estudiantes.

Los utensilios del anfiteatro pertenecen unos á las disecciones y los otros miran directamente más á la enseñanza. Son los primeros, una ó dos cajas de instrumentos propios de las preparaciones anatómicas: escalpelos, tijeras, tenáculos, sierras, lavadores, etc.; unas sábanas para el aseo y decencia de los cadáveres; unas cubetas y esponjas para la limpieza de la mesa, instrumentos, etc., y finalmente unos hornillos y vasijas para fumigaciones siempre que se tema infección. Estas se hacen, ó por el desprendimiento del gas nitroso, empleando el nitro y el ácido sulfúrico, ó el gas muriático, echando mano del mismo ácido y de la sal común; en los casos ordinarios bastan las de vinagre. Tocan á los segundos algunos tratados majistrales, y monografías ó descripciones particulares y circunstancias de ciertos órganos, que se tienen para consultarse en casos. Los más fáciles de proporcionarse de aquellos son la anatomía de Winslow, en francés ó latín, y la célebre obra en castellano por Bonnelk y Lacaba, que recopilan con el mejor orden cuanto hay de bueno en la materia. Algunas colecciones de estampas anatómicas, como las de Eustaquio, Couper y Berretini, etc.; las primeras son las más celebradas por su exactitud, figuras y preparaciones sólidas de cera y preparaciones nervioráles, ó formadas de las mismas partes del cuerpo humano, por la dilijencia de los profesores. Colecciones de huesos sueltos, esqueletos musculares disecados, etc., que son de mucho socorro. Unos armarios ó estantes enrejados en que se guarde lo más precioso de estos muebles, y unas mesas corridas de corto relieve, recostadas á la pared como aparadores para los demás.

Los empleados del anfiteatro no pueden ser menos que dos, el catedrático y el disector. Aquel, teniendo á su cargo la enseñanza de la anatomía, ó fisiología ó física del cuerpo humano, el dirigir y presidir las conferencias públicas y actuaciones literarias de los alumnos, debe considerarse bastante ocupado para quedar excento de la molesta preparación de los cadáveres, y en los intervalos en que esta cesa, puede proporcionarse en el segundo un maestro de cirugía y arte obstetricia. Siendo el invierno el tiempo más adecuado para las disecciones se repartirán los cursos de manera que la anatomía se enseñe en él, y la fisiología en verano. Una disección semanal en el espacio de seis meses practicada por el disector, sin perjuicio de las que por su parte quieran hacer los jóvenes, es bastante. A cargo de los profesores estará el proponer las mejoras convenientes en la elección de tratados, por los cuales se gobierne la juventud; á falta de otros puede suplir muy bien el de don Juan de Dios López, reimpreso recientemente, y el más fácil de encontrar. El anfiteatro será bien que tenga un acopio de los tratados elementales que se adopten en la enseñanza, para habilitar á los alumnos.

Si en un establecimiento nuevo es donde se necesita más dirección y repasar menos en la aplicación, será conveniente prevenir que el curso de anatomía se divida en los varios exámenes que prescribe la materia, y verificarlos en el salón principal, con asistencia del catedrático, y todos los cursantes, que harán oficios de examinadores según su adelantamiento, no permitiendo que sin tener vencidos los primeros se pase á los siguientes y que en el de fisiología se tengan semanalmente, por vía de ejercicio entre los alumnos, unas conferencias polémicas sobre los puntos que designe el catedrático. Y para mejor orden, constancia del aprovechamiento y estímulo de la juventud, se lleve un libro en que se rejistran por el jóven más provecto, que hace oficios de secretario, las entradas, exámenes y actuaciones firmadas por el catedrático.

Los empleos de profesores públicos de las ciencias naturales, son de una naturaleza muy singular en la sociedad, porque, exigiendo una preparación larga y difícil y una constante dedicación, no son susceptibles de aquellos grados y ascensos que alimentan la esperanza, y hacen soportables los gravámenes de otra carrera. Era de desear, si se apetecen de veras los fines de su instituto, el que fuesen dotados competentemente, para que no mirando la plaza como un accesorio entre los medios de su subsistencia, pudiesen consagrarse á su objeto con el posible desahogo. Los médicos, en quienes han de recaer los de que se trata, merecen más consideración en este punto; porque su profesión, que los llama á cualquiera hora, no les permite destinar tiempos señalados á otros asuntos, sin incurrir con los particulares en faltas que rara vez se les dispensan, y tienen por efecto final su alejamiento, en concurso de otros facultativos, que pueden prestarse al momento, y contentar más á gusto. Estos reparos estarían fuera del caso cuando todas las funciones de un catedrático se reducían á presidir una ó dos conferencias al año, y hacer otras tantas réplicas; más de ninguna manera en el presente. A más de las rentas del catedrático y disector, y de una corta pensión al portero, necesita el anfiteatro una asignación para los gastos menudos que ocurren; cuyo remanente, si queda alguno, siempre tiene sobradas aplicaciones. Unos cien pesos anuales parecen ser suficientes.

Bajo los principios aquí indicados se fundó por un sabio en esta América y de sus mejores ornamentos, un anfiteatro anatómico, cuyos preciosos frutos han recompensado con usura los esmeros que le consagró.—Gregorio Paredes






  1. Historia de la Medicina en Chile, discurso leído por el Dr. Adolfo Valderrama, en la inauguración del edificio de la actual Escuela de Medicina.—1899.
  2. Informe sobre la enseñanza de la medicina, presentado á la Junta Superior de Educación por el Dr. Gregorio Paredes.—M. S. de la B. N.—T. 23.—Educ. Inst. Benef.—1681-1824.
  3. Para completar el conocimiento de los trabajos del Dr. Paredes, presentamos en esta nota el resumen de un interesante informe escrito en 1814, publicado en el Almanak peruano de 1815, y reproducido y comentado por el Dr. don Wenceslao Diaz, en los Anales de la Universidad, en vista de las importantes luces que nos dá para la climatología y patología médica del país. Su título es el siguiente:

    De las enfermedades observadas en Chile durante 15 meses de residencia, Médico y Cosmógrafo Mayor del Perú—Lima 1815. (An. de la Univ. 1863.)

    Basado en las Obras de Hipócrates y de Celso, y en las modernas de Juan y Jacobo Lind, de Clerhom y de Mosseley, referentes á la climatología, entra á clasificar el clima de Chile.

    Dice que nuestro país pertenece á los caracteres ultratropicales, por la manifestación de sus estaciones. En el norte, como ejemplo en Coquimbo, las lluvias se reducen á dos ó tres garúas por año; en tanto que en el sur, en Concepción, llueve 15 y 20 días consecutivos. Santiago es el término medio, aunque en 1813 y 14, era ya más seco en razón de la gran corta de los árboles en sus alrededores. Cita el caso de que del «Conventillo»—á 15 cuadras de la plaza de armas—se sacó una viga colosal que sirvió para formar el arco toral de la iglesia de San Francisco.

    Practicó experiencias para saber la cantidad de evaporación, en las afueras de la ciudad— lugar de su residencia—y comprobó que en 24 horas correspondía á un octavo por pulgada cuadrada, cantidad igual á la observada por el Dr. Watron en los prados de Inglaterra después de un mes de sequedad, (Gregory—The economy of nature—T. I—paj. 141) y doble de la calculada por el Dr. Halley en las aguas del océano Atlántico (Richard—Hist. Nat. de l'air—t. X—paj. 86), con la diferencia todavía que aquellas observaciones fueron tomadas al descubierto y las de Paredes á la sombra. Explica esta sequedad, apesar de encontrarse agua á poca profundidad por los vientos australes que no se cargan de humedad, y que son los constantes del territorio. El suelo de Chile no es el seco, dice, es su ambiente. Niega la aseveración de algunos autores que hablan del frio del país, está de acuerdo con Molina que divide en tres zonas lonjitudinales—de cordilleras, de valles y de costa—asegurando que en las dos últimas, es rara la temperatura abajo de cero, y que nunca vió congelados los arroyos.

    La altura de Santiago según observaciones de 1790, es de 541 varas castellanas.

    Los hombres, dice, son robustos, huesosos, fornidos y de carnes consistentes.

    Entre las enfermedades comunes cita el chavalongo, que describe; la viruela; la angina maligna que devastó durante seis meses de epidemia, con igual fuerza que la misma plaga del año 1784; el reumatismo, que llama enfermedad príncipe, por lo común y de variadas manifestaciones; los empachos, lepidias y cólicos, por falta de réjimen alimenticio; el virus venereo, propagado pocos años antes de la llegada del autor, que se teme mucho pero que no se toman medidas para evitarlo; el coto, endémico aunque no tanto como en Huánuco, Santa Fé y Mendoza; las apoplegias mortales en jóvenes de 30 años más ó menos, de los cuales presenció seis casos.

    Entre las poco frecuentes, Paredes cuenta: á las pleuresías; á las tisis, pero muy aguda cuando ataca; las disenterías muy raras, cumpliéndose el aforismo de la medicina topográfica que enseña que las enfermedades catarrales y pituitosas son propias de los lugares húmedos; la fiebre intermitente, que no obstante pudo comprobar tres casos, pues por lo general pasan inadvertidos para los médicos del país, no acostumbrados á observarla; la manía; la epilepsia; los accidentes del puerperio; convulsiones infantiles; demencia nativa; los histerismos que si no son raros, tampoco son pertinaces; el tartamudeo; el fasellimus lallans (suso de la l por la r) dice que en aquel tiempo era rarísimo, por su puesto lo contrario de lo que pasa hoy dia, como en lo que se refiere á la disentería; y por último el tétanos, que era completamente desconocido.

    Termina su estudio con la nómina de la terapéutica nacional distinguiendo á los pilmos y pidelamines, equivalentes, respectivamente, á las cantáridas y sanguijuelas; y á las plantas siguientes: canchalagua, culén, tababo, panul, concli, pangue, achupalla, radal, gualtata y quilo. Especifica también ña acción medicinal de los baños de Cauquenes y de Colina.

    Firman esta publicación, quizás para darle mas carácter y para aprobar su contenido, los médicos chilenos que se expresan en el orden y forma original que sigue:

    Dr. D. Joanni. Josepho. Rios.

    Dr. D. Eusebio. Oliva.

    Dr. D. Josepho. Antonio Sierra.

    Archiatro. [4] Medicisique. In Chilia. Primarüs. Consultis. Sedulis. Humaninimus. Sacrum.

  4. Archiatro—palabra griega cuya traducción es: archi, jefe—y atro, médico, aplicada á los médicos superiores, por primera vez, por el emperador Nerón, que así intituló á su real y favorito facultativo.
Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

DedicatoriaInformeIntroducción
Primera Parte: IIIIIIIVV
Segunda parte: VIVIIVIIIIXXXIXIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXII
Tercera Parte: XXIIIXXIVXXVXXVIXXVIIXXVIIIXXIXXXXXXXIXXXIIXXXIIIXXXIVXXXV