Primera Gramática de la lengua Castellana: 1.05

Primera Gramática de la lengua Castellana
LIBRO PRIMERO, EN QUE TRATA DE LA ORTHOGRAPHÍA
Capítulo V, de las letras et pronunciaciones de la Lengua castellana.​
 de Antonio de Nebrija

Lo que diximos en el capítulo passado de las letras latinas, podemos dezir en nuestra lengua: que de veinte et tres figuras de letras que tenemos prestadas del latín para escrivir el castellano, sola mente nos sirven por sí mesmas estas doce: a, b, d, e, f m, o, p, r, s, t, z; por sí mesmas et por otras, estas seis: c, g i, l n, u; por otras et no por sí mesmas estas cinco: h, q, k, x, y. Para maior declaración de lo cual avemos aquí de presuponer lo que todos los que escriven de orthographía presuponen: que assí tenemos de escrivir como pronunciamos, et pronunciar como escrivimos; por que en otra manera en vano fueron halladas las letras. Lo segundo, que no es otra cosa la letra, sino figura por la cual se representa la boz et pronunciación. Lo tercero, que la diversidad de las letras no está en la diversidad de la figura, sino en la diversidad de la pronunciación. Assí, que contadas et reconocidas las bozes que ai en nuestra lengua, hallaremos otras veinte et seis, mas no todas aquellas mesmas que diximos del latín, a las cuales de necessidad an de responder otras veinte et seis figuras, si bien et distinta mente las queremos por escriptura representar. Lo cual, por manifiesta et suficiente indución, se prueva en la manera siguiente: de las doze letras que diximos que nos sirven por sí mesmas, no ai duda sino que representan las bozes que nos otros les damos; et que la k, q, no tengan oficio alguno pruevase por lo que diximos en el capítulo passado: que la c, k, q, tienen un oficio, et por consiguiente las dos dellas eran ociosas. Por que de la k ninguno duda sino que es muerta; en cuio lugar, como dize Quintiliano, sucedió la c, la cual igual mente traspassa su fuerça a todas las vocales que se siguen. De la q no nos aprovechamos sino por voluntad, por que todo lo que agora escrivimos con q, podríamos escrivir con c, maior mente si a la c no le diéssemos tantos oficios cuantos agora le damos. La y griega tan poco io no veo de qué sirve, pues que no tiene otra fuerça ni sonido que la i latina, salvo si queremos usar della en los lugares donde podría venir en duda, si la i es vocal o consonante; como escriviendo raya, ayo, yunta, si pusiéssemos i latina, diría otra cosa muy diversa: raía, aio, junta. Assí que de veinte et tres figuras de letras quedan solas ocho, por las cuales agora representamos quatorze pronunciaciones multiplicándoles los oficios en esta manera: La c tiene tres oficios: uno proprio, cuando después della siguen a, o, u, como en las primeras letras destas diciones: cabra, coraçón, cuero. Tiene tan bien dos oficios prestados: uno, cuando debaxo della acostumbramos poner una señal, que llaman cerilla, como en las primeras letras destas diciones: çarça, çevada; la cual pronunciación es propria de judíos et moros, de los cuales, cuanto io pienso, las recibió nuestra lengua, por que ni los griegos, ni latinos que bien pronuncian, la sienten ni conocen por suia; de manera que, pues la c, puesta debaxo aquella señal, muda la substancia de la pronunciación, ia no es c, sino otra letra, como la tienen distinta los judíos et moros, de los cuales nos otros la recebimos cuanto a la fuerça, mas no cuanto a la figura que entrellos tiene. El otro oficio que la c tiene prestado es cuando después della ponemos h, cual pronunciación suena en las primeras letras destas diciones: chapin, chico; la cual, assí es propria de nuestra lengua, que ni judíos, ni moros, ni griegos, ni latinos, la conocen por suia; nos otros escrivimos la con ch, las cuales letras, como diximos en el capítulo passado, tienen otro son mui diverso del que nos otros les damos. La g tiene dos oficios: uno proprio, cual suena cuando después della se siguen a, o, u; otro prestado, cuando después della se siguen e, i; como en las primeras letras destas diciones: gallo, gente, girón, gota, gula; la cual, cuando suena con e, i, assí es propria de nuestra lengua, que ni judíos ni griegos, ni latinos, la sienten ni pueden conocer por suia, salvo el morisco, de la cual lengua io pienso que nos otros la recebimos. La h no sirve por sí en nuestra lengua, mas usamos della para tal sonido cual pronunciamos en las primeras letras destas diciones: hago, hecho; la cual letra, aunque en el latín no tenga fuerça de letra, es cierto que como nos otros la pronunciamos hiriendo en la garganta, se puede contar en el número de las letras, como los judíos et moros, de los cuales nos otros la recebimos, cuanto io pienso, la tienen por letra. La i tiene dos officios: uno proprio, cuando usamos della como de vocal, como en las primeras letras destas diciones: ira, igual; otro común con la g, por que cuando usamos della como de consonante, ponemos la siguiéndose a, o, u, et ponemos la g si se siguen e, i; la cual pronunciación, como diximos de la g, es propria nuestra et del morisco, de donde nos otros la pudimos recebir. La l tiene dos officios: uno proprio, cuando la ponemos senzilla, como en las primeras letras destas diciones: lado, luna; otro ageno, cuando la ponemos doblada et le damos tal pronunciación, cual suena en las primeras letras destas diciones: llave, lleno; la cual boz, ni judíos, ni moros, ni griegos, ni latinos, conocen por suia. Escrivimos la nos otros mucho contra toda razón de orthographía, por que ninguna lengua puede sufrir que dos letras de una especie puedan juntas herir la vocal, ni puede la l doblada apretar tanto aquella pronunciación, para que por ella podamos representar el sonido que nos otros le damos. La n esso mesmo tiene dos oficios: uno proprio, cuando la ponemos sencilla, cual suena en las primeras letras destas diciones: nave, nombre; otro ageno, cuando la ponemos doblada o con una tilde encima, como suena en las primeras letras destas diciones: ñudo, ñublado, o en las siguientes destas: año, señor; lo cual no podemos hazer más que lo que dezíamos de la l doblada, ni el título sobre la n puede hazer lo que nos otros queremos, salvo si lo ponemos por letra, et entonces hazemos le injuria en no la poner en orden con las otras letras del a b c. La u, como diximos de la i, tiene dos oficios: uno proprio, cuando suena por sí como vocal, assí como en las primeras letras destas diciones: uno, uso; otro prestado, cuando hiere la vocal, cual pronunciación suena en las primeras letras destas diciones: valle, vengo. Los gramáticos antiguos, en lugar della ponían el digama eólico, que tiene semejança de nuestra f et aun en el son no está mucho lexos della; mas después que la f succedió en lugar de la ph griega, tomaron prestada la u, et usaron della en lugar del digama eólico. La x, la diximos qué son tiene en el latín, et que no es otra cosa sino breviatura de cs. Nos otros damos le tal pronunciación, cual suena en las primeras letras destas diciones: xenabe, xabón, o en las últimas de aquestas: relox balax mucho contra su naturaleza, por que esta pronunciación, como diximos, es propria de la lengua aráviga, de donde parece que vino a nuestro lenguaje. Assí que, de lo que avemos dicho, se sigue et concluie lo que queríamos provar: que el castellano tiene veinte et seis diversas pronunciaciones; et que de veinte et tres letras que tomó prestadas del latín, no nos sirven limpia mente sino las doze, para las doze pronunciaciones que traxeron consigo del latín, et que todas las otras se escriven contra toda razón de orthographía.

Prólogo
LIBRO I : I - II - III - IIII - V - VI - VII - VIII - IX - X
LIBRO II : I - II - III - IIII - V - VI - VII - VIII - IX - X
LIBRO III : I - II - III - IIII - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI - XII - XIII - XIIII - XV - XVI - XVII
LIBRO IIII : I - II - III - IIII - V - VI - VII
LIBRO V : Pr - I - II - III - IIII - V - VI - VII - VIII - IX - X - XI
DEO GRACIAS