Ni rey ni Roque: 27


Advertencias

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Desocupado lector: Sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir a la orden de la naturaleza, que en ella cada cosa engendra a su semejante.


(CERVANTES: Prólogo al Quijote.)


Al público nada tengo que decirle: o la obra le agrada, o no. En el primer caso, unos y otros hemos llenado nuestro objeto; los lectores divirtiéndose; yo saliendo airoso de mi empresa. Si, por el contrario, no le gustase esta novela, será un mal que sentiré, pero que es irremediable, y que todas las apologías posibles no bastan a evitar. Esta advertencia se dirige únicamente a mis amigos, a los que pueden tener algún interés por mi reputación literaria.

El editor de la colección de que forman parte estos volúmenes, haciéndome más favor del que merezco, me invitó a unir mi nombre al de literatos que bajo todos los aspectos me son superiores. Muchos de ellos, que me honran con su amistad, se empeñaron en persuadirme de que la empresa no era superior a mis fuerzas; y más por complacerlos que por otra cosa, di principio a la obra que hoy ve la luz. Pero entonces me hallaba en Madrid, donde me era fácil proporcionarme todo género de auxilios en libros y consejos, y cuando concluí el capítulo IV del libro I me hallé, por un golpe de fortuna, confinado en un rincón de Andalucía. No he tenido, pues, a la vista ni un solo libro de historia, ni un mapa, ni un amigo a quien consultar.

Es imposible que mi composición no se resienta de este aislamiento total. A los veintiséis años, después de dos de emigración, seis de servir en las filas del Ejército, y, de estos tres en la Guardia Real, donde el tiempo me bastaba apenas para atender a las obligaciones de mi empleo, no puedo haber adquirido aquellos conocimientos sólidos, aquella instrucción profunda que hacen capaz a un escritor de componer sin el socorro de los maestros del arte.

Mi memoria es probable que también me haya sido infiel en algunos puntos históricos. En una palabra, este escrito, a que le bastaba ser mío para valer poco, ha tenido, además, la desgracia de escribirse en circunstancias tales que le hubieran hecho imperfecto aun siendo parto de más claro ingenio.

Pido, pues, a mis amigos que me juzguen con indulgencia, y que por lo menos no se avergüencen de haberme alentado a escribir.

De todos modos, me someto a su censura; doy por justas cuantas críticas hagan de este escrito, y sólo formo empeño en que me conserven el afecto que me han manifestado en circunstancias bien críticas, del cual aprovecho con ansia esta ocasión de darles públicamente las más sinceras gracias.

P. DE LA E.




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