De Murcia al cielo: 10
V
editarLA SERENATA
Almo ser, que pareces no concebido
ni engendrado por obra de ser nacido,
tú que en la tierra
estás por un misterio que en ti se encierra;
blanca Hurí que al fugarse del cielo dijo:
«voy a ser de los hombres el regocijo»,
torna tu vuelo,
a levantar, y vente conmigo al cielo.
Ser celeste en la tierra mal hospedado,
¿con quién quieres en ella ser apareado,
ni cómo quieres
habitar con sus hombres y sus mujeres?
¿Qué hallarás en las zonas de este hemisferio
que te dé nutrimento ni refrigerio:
qué domicilio,
qué ropaje, qué mueble, ni qué utensilio?
A ti que en luz te bañas, que de ambrosía
y de néctar te nutres, que poesía
y ámbar exhalas,
y desplegar del ángel puedes las alas;
blanca, pues de azucenas te forjó mayo;
rubia, porque te dora del sol un rayo;
gallarda y bella
con un arcángel, pura como una estrella,
de su luz da a tus ojos el sol reflejo,
a tu cara la luna sirve de espejo,
y las palomas
en tu balcón te arrullan cuando te asomas.
Para verte en la tierra se abren las flores
y Dios abre del cielo los miradores;
y tus hermanas
las hurís te echan besos tras sus persianas.
Hurí, que huyó del cielo porque Dios quiso
que viera algo la tierra del Paraíso,
torna tu vuelo
a tender, o en mis alas vuélvete al cielo.
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En el deliquio extático del misterioso sueño
absorta y arrobada, sentía que un poder
ignoto, irresistible, se hacía de ella dueña
y transformaba en otro su primitivo ser.
En las palabras últimas de aquella serenata
Myriam irresistible mandato recibió:
y a impulso del ignoto poder que la arrebata,
volar por el vacío del aire azul creyó.
Soñando que volaba,
lanzada se sentía
por la región vacía
que atravesando va.
Soñaba que volaba
y que Edén subía…
y era verdad: el ángel
se la llevaba ya.