De Murcia al cielo: 01
De Murcia al cielo
editarA los señores Marqués de Villalba le los Llanos, conde de Roche, don Ricardo Sánchez Madrigal y don Antonio de Sandoval.
Mis queridos amigos: Al recibir este librejo que os dedico, puede que se os ocurra que es una parodia profana de la santa parábola de los peces y los panes, puesto que pretendo satisfacer a tantos con tan pocos versos: pero os suplico que tengáis presente que esta leyenda, cuento, poema o como queráis llamarlo, siendo obra de un poeta que ha contado ya sus setenta y un inviernos, es una de las últimas llamaradas de la lamparilla de su ingenio que chisporrotea para apagarse; uno de los últimos suspiros de su cuerpo que va a volverse a la tierra, y una de las postreras aspiraciones de su alma, que va a volverse a Dios.
Debían ir con los vuestros en esta dedicatoria los nombres de mis buenos parientes los Revengas y el del alegre Nicolás Acero, mi hospedador. Pero a aquéllos, que tienen la sangre de mi madre y que saben que por ella llevo sus nombres esculpidos en mi memoria y su cariño infiltrado ne mi corazón, no necesito darles públicas pruebas de amistad, ni al público le interesarían mis alardes públicos del cariño que sólo recibe calor en el hogar doméstico y en la intimidad de la familia; y a Nicolás Acero le guardo su sitio en uno de los rincones de Valladolid de MI ÚLTIMA BREGA; en el de la casa en que nací, de la cual es hoy propietario.
Decídselo así a Nicolás, si por ahí dais con él, que por ahí debe de andar; y repetídselo a los Revengas, que en Murcia habitan.
Enviad este librejo a Orihuela, donde la lluvia nos dejó apenas vernos las caras, y a Mula, donde no pude in a enseñar la mía, por la premura del tiempo, por enojosos negocios y por achaques en mi edad inevitables.
Haced presentes mis recuerdos al Prelado, que tan benevolamente escuchó mis salmodias; al Municipio y a los Institutos, que me honraron con sus invitaciones y obsequios, y haced leer a las murcianas de la ciudad y de la huerta los versos que a ellas y a vosotros os dedica, cumpliendo un deber de gratitud, vuestro viejo poeta que os quiere,
José Zorrilla.
Madrid, mayo 20 de 1888.