De Murcia al cielo: 05



Dice un rawí musulmán
que Murcia es un tulipán
con aroma de jazmín,
que Dios regaló al sultán
que su huerta hizo jardín;

que su huerta es un vergel
que da en su tierra jugosa
desde la palma al clavel,
y una fruta más sabrosa
y más dulce que la miel.

Murcia es un pomo de esencia,
que guarda los mil aromas
de toda la eflorescencia
que hoy va buscando la ciencia
por bosques, valles y lomas;

la flora y los vegetales,
legumbres y cereales
de más ricas producciones
y substancias más vitales
de las más ricas regiones.

Tierra en que todo se engendra,
lábrenla mexuar o taifa;
do se azucara y se acendra
desde la cidra a la almendra,
desde el higo a la azufaifa;

del sacro laurel del Pindo,
hasta el naranjo de China;
desde el Toresano guindo,
hasta el agrio tamarindo
de Egipto y de Palestina;

desde el nardo y la azucena
hasta el balsámico aromo:
de la rústica verbena
y la humilde hierbabuena,
de Alepo hasta el cinamomo.

Desde las al tacto esquivas
mimosas y sensitivas,
hasta el argentado pobo;
desde el lustroso algarrobo,
a las mates siemprevivas.

Desde el moral Bergamasco
que da el fruto en sangre tinto,
y el moscatel de Corinto,
y el durazno de Damasco,
de Siria hasta el terebinto.

Murcia, del sol favorita,
que la baña en áurea luz,
de Aláh y Jehová bendita,
es una árabe mezquita
crestonada por la Cruz.

Murcia es un kiosko florido,
escondite de una hurí
que huyó del Edén sin ruido;
celeste alondra, que un nido
descendió a labrarse allí.

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De Murcia un moro esto dice
contando esta tradición,
de la cual traducción hice:
sin que de ella garantice
ni verdad, ni traducción.


De Murcia al cielo

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