De Murcia al cielo: 02


De piedra un albo Santuario,
del que hizo la devoción
un valioso relicario
con un annuo aniversario
de anual peregrinación,

de un verde monte en la loma
que de azahar exhala aroma
y tiene a Murcia a sus pies,
blanquea como paloma
anidada en un ciprés.

Aquel monte es un tesoro
de fe y de vegetación
desde los tiempos del moro;
rebosa el Santuario en oro
y el monte es de oro un montón.

El monte es de tradiciones
poéticas un arcano:
dos razas, dos religiones
las sembraron a montones
bajo él con sangrienta mano.

Siete siglos de pelea
costó encender a las dos,
del incendio con la tea,
el faro que hoy centellea
sobre él con la Cruz de Dios.

Huyó la grey musulmana
allende el mar; campa sola
ya en Murcia la Cruz cristiana,
y allí hace hoy la fe murciana
su romería española.

Original romería
de aquella tierra del sol,
de la fe y de la alegría:
de un pueblo de esos que cría
no más el suelo español.

Pueblo típico y genuino
de la España recobrada
del Tetuani y Tunecino,
que aún mezcla al ritual divino
los lelís de uan algarada.

Pueblo ardiente de huertanos,
que, aun con trajes y usos moros,
dan a los ritos cristianos
remates mahometanos
de fuegos, zambras y toros

Vencedor establecido
en el hogar del vencido,
aún vive sobre su pista,
a lo ganado adherido
por él en su reconquista.

Vive católico y muere
con católicas exequias;
mas siembra, riega e ingiere
cual moro, de quien prefiere
usos, aperos y acequias.

Y no se deshonra en eso,
ni se atasca en el progreso;
a su conquista se apega,
y el carácter guarda ileso
de su hogar y de su vega.

Pueblo sobrio, sano y fuerte
aunque entre flores se cría,
mientras vive se divierte;
sin miedo espera a la muerte
y en Dios al morir se fía.

Tierra y gentes son aquellas
de tan bravos caracteres,
que en ella son, ellos y ellas,
los hombres como centellas,
como estrellas las mujeres.

Pueblo es aquél a quien debo
últimas horas tan gratas,
que aún me creí allí mancebo;
y aún en mis oídos llevo
su aplauso y sus serenatas.

Por mí en su amistad extrema
y extrema galantería
hay de un buen libro un buen tema;
mas ya labrar no podría
de gratitud tal poema.

De mi rápido camino
por país tan peregrino,
no puede al pueblo murciano
dar ya más mi ingenio cano
que este recuerdo mezquino.


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