Utopía: Las ciudades y en particular Amaurota

Las ciudades; especialmente Amarouto

El que ha visto una de aquellas ciudades pueden decir, que las ha visto todas, tan semejantes son unas de otras, en cuanto la disposición del terreno lo consiente. Aunque es igual describir una que otra, voy a fijarme en Amauroto, por ser la principal y estar en ella el Senado; por ser la más ennoblecida y por ser la que mejor conozco, por haber residido en ella cinco años.

Está situada en la falda de un monte, siendo su forma cuadrada, extendiéndose suavemente desde lo alto de un collado en una extensión de un kilómetro hasta llegar al río Anidro, prolongándose un poco más al otro lado del mismo.

Este río nace unos cíen kilómetros más arriba de Amauroto, de una pequeña fuente, pero con el concurso de otros ríos que confluyen en él, especialmente de dos mediados, aumentan mucho sus aguas, de manera que al l legar a la Ciudad su lecho tiene una anchura de unos trescientos metros. Luego se va ensanchando más, hasta llegar al Océano. En todo el trayecto que va del mar a la ciudad, y hasta un poco más arriba, con la subida y bajada de la marea, el río modifica su corriente cada seis horas. Cuando sube la marea las aguas del mar penetran río arriba y las aguas quedan salobres, pero después queda el agua limpia y normal.

La ciudad se comunica con la ribera opuesta, no con barcazas o pasarelas de madera, sino con un magnífico puente con arcos de sillería, construido en la parte más apartada del mar, para que las naves puedan llegar sin dificultad a la zona central de la Ciudad.

Disponen de un riachuelo manso y apacible, que nace cerca de donde está la población, atravesándola y, juntándose luego al río Anidro. Los habitantes de la Ciudad canalizaron estas aguas desde su nacimiento hasta la población, disponiendo fortines y parapetos para que en caso de asedio, no les llegase a faltar el agua, la cual es conducida con tuberías de barro cocido a todas las fuentes, que hay con profusión. Y si en otras Ciudades de la isla la Naturaleza no da estas facilidades, entonces reúnen las aguas de lluvia en grandes depósitos, con lo que obtienen el mismo resultado.

Toda la Ciudad está amurallada con muros altos y recios, con muchas torres y parapetos. El foso es seco, pero profundo y ancho, muy intrincado, con zarzas y espinos, menos en la parte de la muralla que está juntó al río.

Las plazas, están abrigadas con pórticos, tanto para el buen servicio de los almacenes como para la comodidad de los habitantes. Los edificios son semejantes y muy bien cuidados, sobre todo en las fachadas. Las calles tienen veinte metros de ancho, y todas las casas están rodeadas de jardín. Las casas tienen una puerta principal y una puerta falsa, con cerraduras muy sencillas, que todos pueden abrir fácilmente, de manera que cualquiera puede entrar y salir por ellas, ya que nadie posee nada en particular.

Cada diez años todos cambian de domicilio por sorteo, y todos sienten emulación por dejar la casa lo más arreglada posible. Un cuidado especial ponen todos en sus jardines, en los que plantan cepas, árboles frutales, hortalizas y flores, con tanta hermosura y buena labor que jamás he visto cosa igual. Este cuidado no es solamente para su deleite, sino que además compiten entre ellos para ver quién tiene estos jardines más bonitos y mejor cuidados. Lo cierto es que no he hallado en ninguna ciudad nada que esté mejor acomodado, tanto para el provecho como para el deleite de los hombres. Parece que Utopo (el fundador) puso en esto el máximo cuidado, y es fama que dispuso los modelos y el trazado desde el principio, aunque en cuanto al adorno estableció que los venideros lo arreglaran como mejor les, acomodase, contando coa que los gustos varían con los tiempos.

Así se refiere en los Anales que tienen escritos y guardados religiosamente, en los que se contiene la historia de la isla desde que fue conquistada, abarcando un período de mil setecientos sesenta años. Por ello se comprueba que al principio las, cosas fueron parecidas a lo que ahora son pajares, una especie de cabañas y chozas, construidas con toda clase de maderas sin distinción, con muros de tapia y cubiertas de pajizo y retamas.

En la actualidad cada casa tiene tres pisos, siendo el exterior de los muros de piedra labrada 9 de ladrillo, y lo interior revocado con argamasa; las azoteas llanas y descubiertas se protegen con cierto betún que fabrican con productos molidos, de muy poco coste, pero es tan eficaz que el fuego no lo altera y que defiende del mal tiempo mejor que si fuera con placas de plomo.

Contra los vientos usan vidrieras en las ventanas porque en aquella tierra hay mucho vidrio, aunque a veces también se sirven de telas enceradas con aceite o goma, con lo que se resguardan de los vientos y reciben más luz.