Los césares de la decadencia:011

GUZMÁN BLANCO editar

En esa Patria de los grandes renombres, que se llama: Venezuela;

en esa cuna de la Libertad, que como Grecia no se ha rehusado a producir tiranos, el escenario del despotismo, no podía quedar largo tiempo vacío...

en aquel hormigueamiento de héroes, todos son candidatos ala púrpura...

y, César, apareció;

venía de los campamentos lejanos, precedido

de un estruendo de batallas, después de cinco años de lucha encarnizada por la conquista del Imperio;

una cohorte de victorias, le servían de heraldos;

las águilas de la Federación, lo precedían en bandadas; las águilas amarillas, cuyo plumaje, dardeaba al Sol, sus rayos de oro. como el reflejo de escudos heroicos; las terribles águilas, que habían devorado el cadáver del viejo león de las Queseras, muerto bajo sus garras;

la sombra de Falcón, llevaba de la brida su caballo, como un fantasma de la Virtud, mostrándole bajo un cielo de Gloria, los blancos senderos de la Inmortalidad;

Ezequiel Zamora, al caer en la fortaleza de San Carlos, le había dado con su último aliento, el alma de la Libertad;

las espadas de León Colina, de Venancio Pulgar, de José Ignacio Pulido, de Julio Sarria, de Desiderio Escobar, de todos los legionarios de aquella Epopeya, lo precedían y lo cercaban, como un bosque de laureles, rumoroso bajo sus pasos...

de las llanuras lejanas, y, de las montañas profundas, parecía alzarse un gran clamor de Salutación, cual si los héroes de los Cinco Años, dormidos bajo la tierra, se alzaran de sus tumbas, para saludar, aquel que era, como la encarnación victoriosa, de todos sus sueños de guerreros, muertos por la Libertad;

y, el joven César, avanzó así, hasta el Capitolio, ostentoso y dramático, llevando en las pupilas aceradas, el fulgor solar de una lejana Visión, de Gloria y Poderio;

no saltó sobre el Solio;

subió a él;

y, lo ocupó con un ademán patricio, arreglando los pliegues de su manto y el armiño de su toga, con feminilidades neronianas y, haciendo sentir el cetro de su Poder, con grandes gestos de Augusto;

así, alta la frente olímpica, firme el pie de Catilina, GUZMÁN BLANCO, entró en escena;

este César, no venía de la barbarie, como Páez, ni era una roja flor de pretorianismo, como aquél;

era un César, aristócrata y letrado, lleno de refinamientos y de genio;

la espada, era en sus manos un adminículo; y, la toga, sentaba mejor a su majestad de Cónsul romano;

se diría, Octavio bajo el Solio. ..

como él, lo pacificó todo, hasta la elocuencia, y, como él, envileció en la Tiranía, su propio Genio;

su mano férrea, al domar las rebeliones, agarrotó el cuello de la Libertad; y, no sabe uno, si bendecir aquella mano que fundó la Paz, o maldecir aquel puño, que estranguló el Derecho;

llamado a pacificar aquella democracia, joven y turbulenta, que al salir de la colonia, no había sabido sino cambiar de servidumbre, y, después de conquistar su independencia, no había podido conquistar su libertad, quiso como Octavio, fundar el Orden, y, no hizo sino establecer el Progreso, sobre las ruinas de la Libertad...

no puede decirse, que mató la República, porque ella, no existía;

su crimen fue: haber renunciado a fundarla;

habiendo hecho todo, para mantener su autoridad, hizo imposible el reinado de la Libertad;

insaciable de dominación, como si hubiese nacido de la familia de los Claudios, supo ejercerla sin ferocidad, como si durmiese en él, el alma generosa de César;

se precipitó en el despotismo, con mayor fuerza, que la que puso el pueblo en precipitarse en la servidumbre; porque eran aún los días, en que los pueblos, no conocían bien la Libertad, pero, se resignaban penosamente a la Esclavitud;

excusado por sus grandes talentos, de tener muchas virtudes, puso el amor de su Patria por encima del de la Libertad, y, se dio a hacer grande la una, pero a expensas de la otra;

fue incapaz de fundar una República; pero, fundó un País;

sin perdonarle nada, se le debe hacer esa justicia...

es el privilegio del Genio, permanecer grande aun a despecho de sus faltas: tener la altura de su Crimen: y, superarlo;

no hay necesidad de violar, en favor de la Admiración, las leyes de la Historia, para asegurar que en Guzmán Blanco, el opresor y el creador, marcharon juntos, y, la talla del segundo, excede y eclipsa a veces, la talla siempre enorme, del primero;

de una democracia bélica, casi en disolución, él, hizo un pueblo, entrado en plena organización;

de un campamento de pretorianos, hizo un Imperio de leyes;

rompió todas las espadas y supo envainar la suya;

de las aldeas, hizo ciudades; de los caseríos, hizo aldeas; de la Capital, que era un villorrio, hizo una de las más bellas ciudades de la América Ecuatorial;

de un pueblo heroico y mendigo, hizo un pueblo ilustrado y rico;

de un país analfabeto, hizo un país letrado; abrió una escuela, dondequiera que antes se extendía una soledad;

ÉL ENSEÑÓ A LEER A VENEZUELA,

dominó la Iglesia Católica, hasta entonces omnipotente;

decomisó la barca de San Pedro, y, embarcó en ella, todos los fueros del Papado, enviándolos al destierro, con el Obispo rebelde;

hizo de los curas, soldados y ciudadanos;

rompió los votos de las monjas y de los frailes, y arrojó los huracanes purificadores de la Libertad, sobre esas cavernas silenciosas de la Lujuria y de la Holganza, que eran los conventos;

pasó el arado fecundador por sobre ese campo de Onán, que se llama el monaquismo; y, florecieron, los llanos de la Esterilidad;

fue la lluvia de fuego, sobre Lesbos y sobre Seboín;

los placeres solitarios y el incesto fogoso, vieron derruidas sus ciudeades: y, sobre ellas brilló el Sol;

esos seres, que no eran sino monjes, se hicieron hombres: por beneficio de la Libertad, entraron en la Humanidad;

el Progreso material estremeció el país de la una a la otra frontera: el ruido de los ferrocarriles se escuchó, haciendo temblar las selvas, como un tropel de centauros victoriosos;

la Civilización, tuvo tal fuerza de vuelo, que pareció horadar el cielo mismo, con sus dos alas de esplendor;

los horizontes, antes rojos e incendiados por el rayo de la guerra, se hicieron tranquilos, con una tranquilidad de acero;

y, la prosperidad nacional, brotó del suelo, como una gran flor de oro, llenando de su esplendor, los llanos pacificados;

su orgullo brutal, se empleó en hacer de su país, un pedestal digno de su gloria;

y lo hizo:

la bandera de la Fuerza, desplegada en lo alto del Capitolio Nacional, no dejó florecer la Libertad, en aquel brillante Imperio del Progreso; tuvo entre las manos de su genio, la suerte de un pueblo entero, y, no teniendo bastante Virtud, para hacer de él, un pueblo libre, tuvo bastante fuerza para hacer de él, un pueblo grande;

teniendo el alma, bastante alta para comprender la Libertad, no tuvo el corazón bastante grande para amarla;

el Destino, que lo coronó, lo hizo digno de reinar, y, él, se mostró a la altura de su Destino;

fue superior a su fortuna: su alma era más alta que su trono; y, deslumhró su época, más por el brillo de su genio, que por el brillo de su puesto;

la democracia que Bolívar había independizado, él, no supo libertarla, pero, supo enaltecerla;

Legislador, Tribuno, Guerrero, fue implacable, como todos los creadores de pueblos; pero, no fue cruel; tenía demasiado genio para serlo;

su teatralidad, pomposa y fastuosa, fue el lado pequeño de aquel carácter, hecho todo de cosas grandes;

por ese lado, Guzmán Blanco, entra en lo bufo;

no entra por ninguno en lo trágico;

en esa obscura procesión, de tiranos asnales, que en América, alzan al cielo y a la Historia, sus manos rojas de sangre, Guzmán Blanco, aparece, como el Tirano Intelectual, tendiendo las suyas blancas, llenas de oro:

amó las letras como Augusto; y, las envileció como él; no pudiendo ponerlas a su servicio, las puso fuera de las fronteras; se vengó de todo talento que no pudo dominar; y, se conformó con imponer el Silencio, donde, no pudo imponer el Elogio; no permitió sino a la Adulación, florecer bajo su cetro; y, no pudiendo comprar la Elocuencia, se conformó con hacerla enmudecer;

las letras, no pueden ponerse bajo el patrocinio de la Tiranía, porque ella no sabe sino degradarlas;

de todas las independencias, aquella que el Despotismo odia más, es la independencia de los espíritus; sufre las rebeliones de la Fuerza, pero, las de la Inteligencia, le son intolerables; aspira a dominar la Inteligencia, y, dominar la Inteligencia, es prostituirla; la Inteligencia, muere del beso de la Tiranía, más pronto que de su cuchilla...

la Tiranía, puede enriquecer las inteligencias que compra, pero, no puede ennoblecerlas;

las salva de la Miseria, pero, no las salva del Oprobio;

las Tiranías, que tratan de seducir las inteligencias, se honran; aquellas, que persiguen el Talento, lo honran;

el Talento, perseguido por el Poder, no tiene otro refugio, sino la Gloria;

¿cuál mejor.?...

ningún otro Tirano, como Guzmán Blanco, puso tanto empeño, en favorecer y seducir las inteligencias: ponía todo su orgullo en conquistarlas; rehusó su amistad, a aquellos que le rehusaron su talento; pero, no les rehusó jamás su admiración...

y, por eso, aparece digno de ella, aquel, que puso tanto esmero en conseguirla...

la admiración, acordada por Guzmán, a la ínteligencia, casi lo redime ante ella; porque el crimen de haberla perseguido, iguala a la grandeza, de no haberla desconocido;

teniendo el alma, demasiado alta, para amar la popularidad, no amó sino la Gloria, y, toda su aspiración fue, ver la consagración de su Genio, hecha por el genio de los otros;

¡noble aspiración, de esa alma, que tuvo todas las elevaciones, menos la elevación de la Libertad;

y, como la Libertad, no lo cubre con su manto, la Gloria, se resiste a cubrirlo con el suyo;

la Libertad, lo guillotinaría en efigie, pero, a condición, de hacer de su patíbulo, un monumento que perpetuara el recuerdo, de esa fuerza luminosa, que fue su Genio;

tuvo la llama y, el esplendor de la Vida, que todo lo tritura, pero, todo lo fecunda;

impuso la Paz. sobre la tumba de la Libertad; e, incapaz de romper el yugo de un pueblo, se conformó con hacerlo de oro, y rutilante de gemas

Salvador y Verdugo, con una mano levantó un Pueblo de la tumba, y, lo volvió a la Vida; con la Otra, apuñaleó la Libertad, y la arrojó en el sepulcro...

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hoy,

viendo alzarse su Gloria, ante los ojos, ya calmados, de las multitudes, las manos de los libres, caen, en una dolorosa laxitud;

no pueden batir palmas;

pero, renunciando a aplaudirla, renuncian también a lapidarla;

sabiendo que es imposible, hacer, en torno de esta Gloria, el Olvido, hacen, respetuosamente, el Silencio;

es la única revancha, permitida a la Libertad, contra esa Gloria, que no quiso servirla...