Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/XX
XX
El rey ha de llevar tras sí los ministros; no los ministros al rey | |
El rey imitador de Cristo ha de considerar que él dijo, para decir que era verdadero rey del cielo y verdadero Dios89: «Yo soy camino, verdad y vida.» El rey es camino, claro está, y verdad y vida. ¿Pues cómo podrá ser que el camino siga al caminante, debiendo el caminante seguir el camino? El rey que es camino y verdad, es vida de sus reinos; el que es descamino y mentira, es muerte. Rey adestrado, es ciego; enfermedad tiene, no cargo; bordón es su cetro; aunque mira, no ve. El que adiestra a su rey, peligroso oficio escoge; pues, si lo ha menester, se atreve al cuidado de Dios. Mucho se aventura si el rey no lo ha menester. No le guía, le arrastra y le distrae; codicia, y no caridad tiene. No es servicio el que le hace, sino ofensa; y disculpa los odios de todos contra su persona. | |
El corazón de los reyes no ha de estar en otra mano que en la de Dios. El Espíritu Santo lo quiere así, porque el corazón del rey en la mano de Dios está sustentado, favorecido y abrigado; y en la de los hombres, oprimido, y preso y apretado. ¿Quién puede errar, siguiendo en vuestra majestad los pasos, siempre encaminados a tanta religión, justicia y verdad, acciones tan piadosas, y deseos tan verdaderamente encendidos en caridad de sus vasallos y reinos? Y al fin, Señor, quien sigue a su rey va tras la guía y norte que Dios le puso delante; y quien le lleva tras sí, si tan detestable hombre se hallase, de su luz hace sombra. No quita esto que el rey y el príncipe no sigan el consejo y la advertencia; pero hay gran diferencia entre dar consejo y persuadir consejo. Una cosa es aconsejar, otra engaitar. Tomar el rey el consejo es cosa de libre juicio: que se le hagan tomar es señal de voluntad esclava. Señor, el buen criado propone, y el buen rey elige; mas el rey dejado de sí propio, obedece. |