Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/XVIII

XVII
Política de Dios, gobierno de Cristo
de Francisco de Quevedo y Villegas
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A quién han de ayudar, y para quién nacieron los reyes. (Joann., cap. 5.)
Erat autem quidam homo ibi, triginta et octo annos habens in infirmitate sua. Hunc cum vidisset Jesus jacentem, et cognovisset quia jam multum tempus haberet, dicit ei: Vis sanus fieri? Respondit ei languidus: Domine, hominem non habeo... Dicit ei Jesus: Surge, tolle gravatum tuum, et ambula. «Estaba allí cierto hombre que en su enfermedad había estado treinta y ocho años; y como le viese Jesús caído y solo, y conociese que había mucho tiempo que estaba así, le dijo: ¿Quieres sanar? Respondiole el enfermo descaecido: No tengo hombre para que cuando se mueve el agua me lleve a la piscina; y así mientras yo llego, otro baja. Díjole Jesús: Levántate, toma tu lecho a cuestas, y anda.»
Preguntar a un enfermo si quiere ser sano en las enfermedades corporales, se tendrá entre nosotros por cosa excusada; siendo así que en las enfermedades y defectos del alma es la más forzosa pregunta entre todas, pues es cierto que solos están malos los que no quieren sanar. Y échase de ver en que del tener salud es parte el quererla tener, y uno de los primeros aforismos de la medicina espiritual es la voluntad propia prevenida de gracia; y por eso le pregunta Cristo si quiere sanar. No responde que sí: acude a disculparse de la iniquidad que se presuponía de que por su culpa no estaba sano, diciendo: No he tenido hombre.- «El ángel del Señor descendía a cierto tiempo a la piscina, y movíase el agua.»



¡Grandes cosas puso Dios delante a los reyes en este capítulo! ¡Terribles voces los da con su ejemplo!
Buen rey y malos ministros es cosa dañosa a la república; y hubo árabe que tuvo opinión que era mejor mal rey y buenos ministros. El ángel venía a dar virtud a las aguas, y revolvía la piscina. Pero si siendo un ángel el que venía del cielo, el que asistía a esta obra, eran tales los ministros, que había treinta y ocho años que estaba éste en su enfermedad por falta de hombre, ¿qué importa que el rey sea un ángel, si los ministros son desapiadados87, y entre todos ellos no halla un hombre quien más le ha menester? ¿Qué cosa es una república sino una piscina? ¿Qué ha de ser un rey sino un ángel que la mueva y la dé virtud? ¿Qué cosa son los pretendientes y los beneméritos, y los agraviados, y los oprimidos, y los pobres, y las viudas, sino enfermos que aguardan salud de las aguas de la justicia y de la misericordia y grandeza del rey? Pero si los ministros son tales que prefieren unos a otros por su voluntad, y olvidan al que más necesidad tiene, obligarán a que venga Dios a desagraviar los desvalidos.
Pues si en la piscina que revolvía un ángel que bajaba del cielo, había este desorden, ¿qué habrá en la del gobierno y los cargos y mercedes, que las más veces la revuelve Satanás, y las más veces la revuelven los hombres, o son ministros los diablos, que por otro nombre se llaman los ambiciosos, los soberbios y los tiranos? Señor, bueno es que el rey sea ángel; mas ha de ser para los que supieren ser hombres con los necesitados. Ángel ha de ser; mas por su mano ha de revolver las aguas de la piscina. La virtud él la ha de dar, y no otro; no la ha de remitir a nadie.



Y para ver que el rey es representado por el hombre de esta piscina, se advierta que representándose el linaje humano en este desamparado, le mira Cristo y le pregunta si quiere sanar, y responde: Hominem non habeo: «No tengo hombre». A esto no se respondió hasta que Pilatos coronó a Cristo, y le puso cetro y púrpura y todas las insignias reales, y le condenó a muerte de cruz, donde le llamó rey. Entonces, sin saber lo que decía, respondió al linaje humano diciendo: Ecce Homo: Ves ahí el hombre que te faltaba. El buen rey no ha de faltar a ninguna necesidad. ¡Gran nota para la conciencia de un rey, cuando con verdad dice alguno de sus vasallos: «En necesidad estoy, porque no tengo hombre»!
Los reyes nacieron para los solos y desamparados; y los entremetidos, para peligro, y persecución y carga de los reyes. De éstos han de huir hacia aquéllos. Quien solicita y pretende el cargo, le engaita, o le compra o le arrebata; quien se contenta con hacerse por la virtud digno de él, le merece. A estas cosas no se ha de acudir por relaciones y por terceros: los ojos y los oídos del rey han de ser los más frecuentes ministros. Los necesitados no han de buscar al rey ni a los ministros: esa diligencia su necesidad la ha de tener hecha; los ministros y los reyes han de salirles al camino; ése es su oficio, y consolarlos y socorrerlos, su premio. Para saber si gobierna Satanás una república, no hay otra señal más cierta que ver si los menesterosos andan buscando el remedio, sin atinar con la entrada a los príncipes.
Señor, dos cosas vemos en este evangelio: que el rey ha de ser ángel para dar virtud y hacer milagros, y revolver por su mano la piscina, pues así tendrá virtud, y de otra mano veneno y muerte; y que ha de ser hombre para remediar los necesitados, y dolerse de ellos, y desagraviarlos y darles consuelo.