Política de Dios, gobierno de Cristo/Parte I/VII
VII
Cristo no remitió memoriales, y uno que remitió a sus discípulos le descaminaron. (Matth., 14; Joann., 6; Marc., 6; Luc., 9.) | |
«No tienen necesidad de irse, dadles vosotros de comer. Y como Jesús levantase los ojos, y viese que era grandísimo el número de gentes, dijo a Filipo: ¿Dónde compraremos panes para que coman éstos? -Esto decía tentándole, porque él bien sabía lo que había de hacer». | |
Señor: dice el ministro a vuestra majestad, en la consulta, que despida al soldado al que ha envejecido sirviendo, que ya no son menester; que no se pague a los que con su sangre son acreedores de vuestra majestad por su sustento; que no les dé el sueldo, ni el oficio, ni cargo; que los envíe, que los despida; que para éstos es desierto palacio, donde no hay nada. Tome vuestra majestad de los labios de Cristo la respuesta, y decrete: Dadle vos de comer de lo mucho que os sobra; para vos hay mantenimientos, y no es desierto en ninguna parte. Para vos hay oficios y honras, y para los otros malas respuestas; y solamente sea pena y castigo que les deis vos, mal ministro, lo que les falta, y no queráis que les dé yo. Conocer la necesidad, y no remediarla pudiendo, es curiosidad, no misericordia. | |
Bien se conoce que para enseñarlos a consultar necesidades ajenas hizo todas estas preguntas y remisiones. El Evangelista dice: Esto hacía tentándole. Señor, es muy necesario que los reyes tienten y prueben la integridad, el valor y la justificación de sus ministros, para enseñarlos, y conocer lo que pueden disimular. Cuanto más Cristo facilita el negocio, con mayor tesón le imposibilitan los apóstoles. Mala acogida hallan necesidades ajenas en otro pecho que el de Cristo: cosa que debe tener cuidadosos y desvelados a los reyes. Oiga vuestra majestad, y lea cautelosamente lo que le propusieren, en favor de los que le sirven, los que le parlan. Así diferencio yo al que con las armas, con las letras, o con la hacienda y la persona sirve a vuestra majestad, de los que tienen por oficio el hablar de éstos desde su aposento, y que ponen la judicatura de sus servicios y trabajos en el albedrío de su pluma. ¡Gran cosa, Señor, que valga más sin comparación hablar de los valientes, y escribir de los virtuosos, y a veces perseguirlos, que ser virtuosos, ni valientes, ni doctos! ¡Que sea mérito nombrarlos, y que no lo sea hacerse nombrar! Enfermedad es que, si no se remedia, será mortal en la mejor parte de la vida de la república, que es en la honra, donde está la estimación. Al buen rey la porfía de consulta sin piedad en necesidades grandes de sus vasallos, criados o beneméritos, en lugar de enflaquecerle, o mudarle de propósito, o envilecerle el corazón, le ha de obligar a hacer milagros como hizo Cristo este día. | |
Y viendo Cristo que en esta parte tenían necesidad de doctrina, como gente que había de gobernar y a cuyo cargo quedaba todo, antes de ser preso, yendo a Jerusalén los admiró con la higuera, a quien fuera de tiempo pidió higos, y porque no se los dio, la maldijo y se secó. Quiso enseñar y enseñoles que a nadie en ningún tiempo ha de llegar la necesidad y el necesitado, que no halle socorro. Y por eso cuando otro día, admirándose los apóstoles de verla seca, se compadecieron de ella, diciendo que por qué había secádose, les dijo aquellas palabras tan esforzadas de la fe: Si mandáis al monte que se levante con su peso, y se mude a otra parte, obedecerá a vuestra fe. Y esto dijo acordándoles que si tuvieran fe no dudaran que en el desierto se hallara qué comer, ni en que cinco panes era poca provisión para tantos. Señor, atienda vuestra majestad a esta consideración: si Dios quiere que hasta las higueras hagan milagros con los necesitados y hambrientos, y porque no los hacen las maldice y se secan para siempre, ¿qué querrá que hagan los hombres, y entre ellos los reyes? ¿Y qué hará con los que no lo hicieren? Temerosas conjeturas dejo que hagan los príncipes en este punto. | |
Otra vez, viendo que los samaritanos no querían hospedar a Cristo, y que respondían con despego, hicieron tal consulta29: «Señor, ¿quieres que mandemos al fuego que baje del cielo y consuma a éstos? Y vuelto a ellos respondió con reprensión: No sabéis de qué espíritu sois. El Hijo del hombre no viene a perder las almas, sino a salvarlas.» | |
Cristo, verdadero Rey, a los que le siguen, con poco los harta; y aunque sean muchos, sobra. Los reyes de acá a uno solo con todo cuanto tienen no le pueden hartar. De todos sus reinos no sobra para otros nada, repartidos entre pocos, siendo ellos muchos; mas tales son los que siguen a Dios, tales sus dádivas, tal su mano que las reparte, que como da con justicia, y a los que le siguen, -satisface a todos. Los bienes y mercedes de los reyes son de otra suerte; que si bien lo mira vuestra majestad, por sí hallará que se agradecen las mercedes con hambre de otras mayores; y que a quien más da, desobliga más; y que sus dádivas, en lugar de llenar la codicia de los ambiciosos, la ahondan y ensanchan. Y no ha de ser así para imitar a Cristo, ni se han de hacer mercedes sino a aquéllos que con poco se hartan, y que -39- de cinco panes y dos peces dejan sobras, siendo muchos, para otros tantos. Éstos, Señor, son dignos de milagro, de consulta y decreto favorecido de bendición del Señor, y de colmados favores de su omnipotencia. |