Juan de Urbina (Retrato)

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


JUAN DE URBINA.

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Los grandes Generales que en el siglo décimosexto hicieron triunfar por todas partes las armas Españolas, no debieron únicamente á sus talentos las victorias que alcanzáron; porque fueron ayudados prodigiosamente por lo aguerrido de las tropas que mandaban, y por la habilidad y esfuerzo de los excelentes oficiales que las dirigian. Estos si bien no pudieron llegar al grado de gloria que se alcanzaron un Gonzalo de Córdoba y un Cortés, tienen sin embargo la de haberse penetrado bien de sus designios, haberlos executado felizmente, y haber con sus proezas fixado la victoria, que á veces huia de sus disposiciones mas acertadas. Tales fueron Villalba, Paredes, Zamudio, Romero, tenidos por un prodigio de valor en unos exércitos donde era común, y la cobardía desconocida; tal fue entre ellos también el distinguido Alavés Juan de Urbina nacido á fines del siglo decimoquinto.

JUAN DE URBINA.
Natural de Vizcaya: Maestre de Campo de los Exércitos de Carlos V: famoso por su esfuerzo y osadía; fue muerto en el asalto de Hispelo en el año de 1530.

Los principios de su carrera militar fueron en África, quando la rendición de Buxía y Trípoli; pero en 1512 paso á Italia con el Gran Capitán, donde en breve se adquirió la reputación de ser el mejor Soldado que habia pasado á aquel país. Uno de los hechos que mas se celebraron entonces, fue que en un desafio de tres Españoles contra tres Italianos, él fue quien se ganó la principal gloria del combate, rindiendo desde luego á su contrario, y ayudando despues á sus dos compañeros, que ya flaqueaban. Acabada la guerra de Nápoles, se alistó entre los Alabarderos del Papa juntamente con Paredes, Zamudio y Villalba: sirviéronle en dos cortas expediciones, formando todos ellos una compañía, de la qual era Capitán Paredes, y Alférez Juan de Urbina; pero lo mas del tiempo lo pasaron entregados á los placeres que aquella capital del Christianismo, entonces en su mayor luxo, les ofrecía.

En 1527 el Duque de Borbon, Xefe del exército Imperial, no teniendo con que sostenerle, formó la atrevida resolución de llevarlo á Roma, y saciar con sus riquezas la ansiosa codicia de los soldados, al paso que castigase la inconstancia del Papa Clemente, que alternativamente ya amigo del Emperador, ya de la Francia, era un aliado poco seguro, y muy peligroso para los dos. Con él iban el Príncipe de Orange, Juan de Urbina, y otros Capitanes, señalados. Bien notoria es la muerte desgraciada de Borbon al principio del ataque: Urbina fue el que mas contribuyó á que las tropas no desmayasen con aquel revés, y sosteniendo é inflamando el valor que las animaba, se mostró el mas arrebatado en la acción, y después el mas implacable y duro en el saqueo. Salieron de allí, y se encaminaron hacia Nápoles, cuyo pais inundaban los Francese : estos sitiaron aquella capital, la qual debió su defensa á la capacidad del Príncipe de Orange, y al infatigable esfuerzo de Urbina: si se trataba de hacer una salida contra el enemigo, cortarle los víveres, quemarle las máquinas, Urbina siempre al frente de estos ataques, ostigando á los Franceses de noche y de dia, jamás les dexó un momento de reposo: enciéndese una disensión entre Alarcon y los Alemanes, y Urbina con su crédito y persuasiones ataja aquel motín, que hubiera quizás perdido al exército y la plaza: finalmente el Rey de Francia envia un socorro á los suyos; y Urbina al frente de un destacamento sale á interceptarle, y le desbarata matando mil hombres, y haciendo otros tantos prisioneros, con lo qual destruye enteramente la esperanza de los sitiadores.

Esta actividad y diligencia admirables le valieron una reputación gloriosa, y los mejores ascensos. Ya en el cerco de Milán servia de Maestre de Campo: pero no por eso dexó de acudir como antes á todas las fatigas y peligros de Soldado. Un dia en S. Columbano volviendo solo de escaramuzar con los enemigos, se oyó llamar por su nombre de uno que pedia socorro: vuela allá, y encuentra un Soldado Español combatido de cinco Italianos, que ya lo derribaban: él acometiéndolos denodadamente, abatió tres de ellos, con lo qual el Soldado cobró aliento, y los otros dos huyeron. De esta refriega salió con tres heridas, y llegó al campo tan ensangrentado, que sus compañeros le desconocían.

Agradecido Cárlos V á tantos servicios, le concedió que pudiese añadir nuevos timbres al blasón de sus armas, en atención, según dice el rescripto, á los merecimientos, virtud, animosidad, destreza, y arte militar que había mostrado en las guerras de África y Nápoles, y señaladamente en la de Milán. Hizole ademas Comendador de Neliche, Alcayde del Ovo y de Aversa, Marqués de Oyra, Conde de Burgomene, Señor de la Sforzesa y del Jardin de Milán, y Maestre Justiciero de Nápoles: títulos todos debidos á su mérito, y testigos de sus hazañas. Urbina pereció en la guerra de Florencia, el año de 1530, de una bala de arcabuz que le tiraron desde Hispelo. Su muerte fue sentida generalmente, menos de los Romanos, que aún se acordaban de los males que les hizo, quando la expedición de Borbon. Lleváronle á Nápoles, donde fue colocado en un sepulcro de bronce, que después convirtió en artillería el Virrey D. Pedro de Toledo. Los Historiadores dicen que era robusto, inteligente, liberal, y, sencillo en su conversación: sola una vez en su vida manifestó miedo, y fue de la artillería en el saco de Génova. Pero su carácter era terrible en la cólera; y quando le hirieron el honor, desplegó en sus venganzas una ferocidad inexcusable.