Granada mía! (Lamento muzárabe)
de José Zorrilla


TRENO III. EL REY

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De ruinas por tus calles doquier se ven montones;
desierta está Bib-rambla, desierto el Zacatín,
desiertos de la Alhambra los patios y salones,
de Lindaraja y Aixa desierto el camarín.
¿Qué pasa? Alhambra, déjame mirar por tus balcones
y registrar los ámbitos de tu región-jardín.
¿Qué tiendas son aquéllas y toscos barracones?
¿Qué gente la que en ellos acampa en tu confín?
¡Aláh clemente y sumo!
Allí hay un Rey cristiano
que, entre la nieve y humo
del campamento insano,
regula su consumo
y al noble y al villano
da desde el pan al zumo
que al morbo pone fin.
El Rey es de Castilla: sin batidores,
sin estruendo de cajas, ni artillería,
ni alardes soberanos deslumbradores,
casi sin insignias y los honores de jerarquía.
Es el Rey: con él vienen, de la hidalguía
y caridad Ibéricas embajadores,
del duelo de Granada consoladores
en su agonía,
escritores modestos, distributores
con él de lo que España con él la envía;
y ante ellos, hembras y hombres, viejos y niños
del Rey vacían arcas, sacos y escriños.
Mas con tales servicios y servidores
¿por qué vuela en socorro de Andalucía?
¿Qué pasa? ¿Qué es lo que hace que ante el Rey llores,
Granada mía?