Granada mía!: 02
TRENO II. ¡AY DE MI ALHAMA!
editarMe asombra el abandono de la ciudad desierta,
me aterra su siniestro silencio funeral;
ningún viviente asoma por ajimez ni puerta,
no hay una que encajada se tenga en su quicial.
Con pasos vacilantes y dirección incierta,
descolorido y torvo, con lentitud glacial,
un hombre mal sus calles atravesar acierta,
como un espectro huído del nicho sepulcral.
Va sin saber a dónde
con esquivez furtiva;
mas ni de mí se esconde,
ni el paso ante mí avisa:
le llamo, y no responde;
le abordo y no me esquiva;
le miro… ¡oh Dios!, es víctima
de alienación mental.
«Yo ando solo, me dijo: vete y no explores,
no caves…, no los busques…, todos se hundieron
allá! —¿Dónde? —En Alhama: la tierra abrieron
los de abajo y… ¡ni casas, ni moradores!
¡Alhama mía!
¡Ay de mi Alhama!» —dijo, de sus clamores
comenzando aquel hombre la letanía:
y —«¡ay de mi Alhama!» —clama con estertores
de honda agonía.
¿Qué pasa en tu recinto y alrededores
que vaga la locura suelta y baldía,
repitiendo los ayes aterradores
que a Boabdil auguraron que te perdía?
¿Dónde están de tus casas los moradores?
¿Por qué no halla en ti un eco mi poesía?
¿Qué ha pasado en mi ausencia para que llores,
Granada mía?