Elementos de economía política: 60


Capítulo XV : Del rendimiento del trabajo, o de las retribuciones.

editar
    • I. Clasificación de los réditos del trabajo.
    • II. De la retribución del empresario.
    • III. De la retribución del obrero.
    • IV. De la retribución del sabio.
    • V. Retribución de los trabajadores organizados en monopolio.

§. III. De la retribución de los obreros.

editar
424. Los empresarios emplean a otros empresarios y a obreros.
El obrero u operario es el hombre que ejecuta servilmente una obra corriente, tal cual se le encarga por un maestro y con arreglo a métodos conocidos que han sido objeto de un aprendizaje. Esta designación comprende al obrero que trabaja en un taller, en una tienda al lado del maestro y a aquél a quien se confía una cierta cantidad de materias que él confecciona en su casa.
Muchas veces el obrero que trabaja en su casa suministra la materia del producto, como en la fabricación de los tejidos de lienzo, de la mercería, de las cajas, de los abanicos, etc. Estos obreros son, en rigor, unos empresarios en pequeño; pero sus provechos como empresarios son tan mínimos que no hay inconveniente en confundirlos con la clase obrera. Además, ya lo hemos dicho, el obrero que tiene crédito para el alquiler de su casa y una o dos herramientas, debería igualmente clasificarse entre los empresarios, lo cual sería, en verdad, abusar de las palabras.
425. Sin embargo, podemos dividir a los obreros en simples jornaleros, braceros o peones y en oficiales. Son jornaleros o braceros todos aquellos que pueden ejercer su oficio sin ningún aprendizaje o después de un aprendizaje brevísimo y poco o nada costoso, como cavar la tierra, machacar drogas, acarrear espuertas de cal, etc.
426. Aquí, no hablamos más que de los obreros propiamente tales; pero en cada profesión hay el trabajo ordinario, que todos saben desempeñar, y varios grados de trabajos, que necesitan aptitudes y talentos diversos.
En toda empresa hay hombres que desempeñan un trabajo sencillo y corriente, y otros que están precisados a apelar a una orden de ideas más imprevistas, más complexas: ahora bien, todo trabajo fijo, determinado, definido, corriente es obra del jornalero, ya tenga que limar hierro, ya que resolver ecuaciones, ya que acepillar madera o llevar una teneduría de libros, etc., etc.
427. En vista de cuanto queda dicho (416), fácil es comprender cuál es la ley de retribuciones. Las retribuciones suben y bajan en razón inversa de la cantidad del trabajo ofrecido por los obreros, y en razón directa de la cantidad pedida por los empresarios. El trabajo presta, en efecto, servicios cuyo precio varía por las mismas razones que el de los demás servicios productivos; es decir, que cuando se presentan muchos obreros para hacer una pequeña cantidad de trabajos, como sucede en invierno, los jornales bajan; y alzan, por el contrario, en las demás estaciones, y sobre todo en verano, cuando los empresarios tienen muchos trabajos que encargar.
Puede, por consiguiente, decirse también que la tarifa de las retribuciones depende de la cantidad de capital disponible, porque el capital alimenta el trabajo, y la cantidad de éste regula las retribuciones.
428. Una mala cosecha, una crisis, restringen el consumo; los empresarios hacen trabajar menos, los jornales bajan, y por otra parte, muchas veces las subsistencias aumentan en razón de la escasez.
429. Los jornales de los braceros no pueden bajar de aquella cuota natural que les es absolutamente necesaria para subsistir, de lo contrario desaparecen del mercado hasta que se disminuye su número lo bastante para que el pedido de trabajo haga que vuelvan a subir los jornales. Por otra parte, en el estado actual de las costumbres de las clases pobres, tampoco pueden los jornales exceder notablemente de aquella cuota, porque el exceso de población aumenta la oferta del trabajo y produce por necesidad la baja de los jornales [1].
430. El trabajo de los oficiales, o sea de los hombres que saben un oficio, es siempre algo más caro, y su retribución comprende la del jornalero y una parte del provecho afecto a su habilidad, a su talento. Sin embargo, su retribución oscila alrededor de la cuota que les es necesario para mantenerse ellos y sus familias.
431. En las épocas de suma escasez, el oficial sufre menos que el simple bracero, porque puede entrar en competencia con éste, y éste nunca puede competir con él ventajosamente.
432. En virtud de este análisis [2], fácil es deducir en cuán lastimoso estado debe hallarse la clase más numerosa del pueblo, la que cultiva los campos, fabrica los productos, defiende el territorio, en suma, la que forma la base de la nación, y es, digámoslo así, aquella en que van a templarse las otras para salir de este modo más vivaces y más profundas.
433. Si es cierto que el maestro y el obrero se necesitan uno a otro, es también evidente (y en esto no hacemos más que sentar simplemente con J. B. Say un hecho) que los empresarios ejercen una especie de monopolio natural con respecto a los obreros, por la razón de que los empresarios hallan casi siempre todos los obreros que necesitan, al paso que los obreros no siempre tienen, ni con mucho, tan ancho campo para elegir.
Pero las relaciones generales que regulan las relaciones de los provechos con los jornales no están todavía suficientemente indicadas, y la explicación de sus respectivas oscilaciones sería un gran paso dado hacia una asociación más equitativa entre todos los trabajadores.

  1. Véase lo que queda dicho acerca de la población en el capítulo IV.
  2. Excusado parece advertir que estas reflexiones no tienen hoy una aplicación práctica a España, que escasamente contiene una mitad de la población que puede y debe mantener.